El festival intenta recrear en la infancia la emoción indeleble que muchos adultos asocian con su primera visita al teatro. Esa experiencia —la del descubrimiento de un mundo estético mayor que uno mismo— se convierte en un regalo que puede atravesar la relación de los niños y adolescentes con el arte para toda la vida.
La primera edición, planificada en 2019, debió adaptarse al contexto de pandemia, y finalmente se concretó como un espacio de reencuentro. Desde entonces, se definió un ritmo bienal que permite cuidar la curaduría, sostener alianzas internacionales y ofrecer propuestas de calidad.
“Rodamundo”
El nombre del festival encierra una metáfora. “Rodamundo” hace referencia a una planta del desierto que rueda con el viento y esparce semillas. Esa imagen, dice Ríos, resume el deseo del colectivo organizador, que las familias se entusiasmen con volver al teatro y que los niños y adolescentes “esparzan” en su entorno las emociones, reflexiones y preguntas que despiertan las obras.
El objetivo es que cada espectáculo no se agote en sí mismo, sino que abra conversaciones, genere memorias y promueva vínculos sociales alrededor de la cultura. “Los niños y adolescentes son sujetos de derecho, y deben poder acceder a propuestas que los transformen y los entretengan. Para nosotros, hacer un festival así implica mucho trabajo, pero se trata de crear situaciones y momentos donde las personas puedan acceder desde sus lugares”, subraya.
Rodamundo se diferencia de otros festivales porque pone en el centro a un público a menudo relegado, las infancias y adolescencias. Existen en Uruguay eventos especializados en títeres, en teatro juvenil o en propuestas familiares, pero ninguno había asumido como eje exclusivo a ambos segmentos etarios.
La curaduría es otro sello distintivo. Cada edición organiza su programación en torno a un foco temático. La primera edición puso la lupa en el feminismo al abordar la representación de género en el escenario. La segunda se centró en la accesibilidad, con esfuerzos deliberados por llegar a públicos con discapacidad y esta tercera edición se enfoca en el universo visual y plástico, para destacar cómo la escenografía, el vestuario y la iluminación pueden transformar un escenario con pocos elementos y generar auténtica “magia”.
“Es un trabajo muy cuidado, muy pensado. Nos interesa que cada espectáculo elegido ofrezca una experiencia potente, tanto desde lo estético como desde lo reflexivo”, explicó Ríos.
La edición 2025
La programación de la tercera edición confirma la apuesta a conjugar producciones nacionales e internacionales. Desde España llegan espectáculos como “...Y las ideas vuelan”, “Copiar” y “La fabulosa historia de Basarkus”, que forman parte de un circuito latinoamericano de más de 130 presentaciones. En paralelo, se estrenan obras uruguayas como “El universo de Ana” y “El faro del fin del mundo”, que se suman a una cartelera que también incluye talleres y laboratorios creativos. Las entradas se venden por Tickantel.
La accesibilidad es otro eje, varios espectáculos cuentan con acompañamiento en Lengua de Señas, lo que amplía la invitación a la comunidad sorda, particularmente en obras de fuerte componente visual. “Queremos que el festival sea un espacio inclusivo, donde todos encuentren un lugar. No se trata solo de programar espectáculos, sino de pensar cómo llegan, cómo dialogan con públicos diversos”, enfatizó Ríos.
Una parte fundamental de su propuesta son las mesas de pensamiento, instancias destinadas a adultos, artistas, gestores y responsables de políticas públicas. Allí se discuten temas como la inclusión, la accesibilidad y el lugar de la infancia en la agenda cultural.
Para Ríos, estos espacios son imprescindibles. “Lo interesante de los festivales es que no solo nos juntamos a ver espectáculos, sino a conversar, a retroalimentarnos como artistas y gestores culturales. Son lugares donde se construye visión colectiva sobre cómo poner el foco en la infancia y adolescencia”.
Uno de los mayores triunfos del festival es haber logrado que los espectáculos uruguayos convivan en un pie de igualdad con producciones extranjeras. “En calidad creativa y potencia escénica, los espectáculos nacionales e internacionales están al mismo nivel. Estamos muy bien posicionados como artistas en Uruguay”, aseguró Ríos. Esa confianza impulsa a exportar producciones uruguayas hacia otros festivales internacionales, como elPetit (España), con el que Rodamundo mantiene vínculos cercanos.
El desafío es mayúsculo. En América Latina, países como Brasil, Argentina o Colombia cuentan con festivales de gran escala. Uruguay, en este sentido, necesita redoblar esfuerzos para hacerse visible en esa geografía cultural. “Estamos construyendo ese camino. Queremos seguir haciendo ediciones en los próximos años y también generar espectáculos y propuestas incluso cuando no haya festival. La idea es que el colectivo mantenga viva la producción, y que Uruguay quede instalado en la red de festivales para la infancia”, planteó Ríos.
Programación destacada
La tercera edición despliega una agenda diversa que ofrece obras internacionales, estrenos nacionales, talleres y conversatorios. Entre las propuestas más esperadas se encuentran:
• Knoc Knoc (Teatro Solís)
• Alfombras mágicas (Sala Delmira Agustini)
• Manual (Sala Balzo)
• El faro del fin del mundo (Teatro Alianza)
• El universo de Ana (La Gringa Teatro)
• Les Petites Geometries (España)
• Elemental (Sala Zitarrosa)
A esto se suman talleres como “Dibujos en escena” o “De libretos a libritos”, así como el conversatorio “Políticas culturales para infancias y adolescencias”.
“Nos interesa que cada niño y adolescente que venga al festival viva una experiencia que le quede grabada. Que descubra el teatro como un espacio donde todo es posible, donde la imaginación se amplifica y donde la cultura se vive como un derecho”, concluyó Ríos.