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Cultura |

Nuevo libro de Mauricio Rosencof

Los silencios como resistencias y custodios de la memoria

"Los silencios del viejo", el nuevo libro de Mauricio Rosencof en un viaje en tren que une las historias de sus luchas

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“Los silencios del viejo eran su manera de no cargarme con sus dolores” expresa el autor en la entrevista concedida a Caras y Caretas, que está convencido que hay peripecias de vida que de alguna manera están condicionadas en el derrotero histórico que pasa de generación en generación por los lazos sanguíneos.

“Estamos donde tenemos que estar” , recuerda le dijo a través de golpecitos en la pared Fernández Huidobro. “ Mi tío murió peleando en la guerra civil española y vos sos descendiente de los que se alzaron en el gueto de Varsovia”.

Y también habla del grado de”prisión” en la que vivieron los familiares de los presos y buena parte de la sociedad.

Los silencios del viejo” claramente permite identificar ese cruce de acontecimientos históricos que forman parte de tu derrotero.

Uno tiene la sensación de que las neuronas archivan memorias que parecen y están dispersas y aparecen de golpe anécdotas, historias, sentimientos, frustraciones, macanas, observaciones y de pronto se produce algo que nos pasa a todos pero normalmente no nos detenemos a detectarlo, y de pronto aparece un acontecimiento mas que oficia de catalizador, y se adhieren las memorias dispersas, los flashes dispersos y quedan amañadas, agarradas, prendidas ahí y no queda otra que teclearlo, como decimos los dactilográfos de las Academias Pitman, que es el titulo que tengo.

En los subterráneos “de la libertad” con el Pepe y el Ñato comunicándonos por “Morse”, hablábamos del grado de “prisión” tremenda que tenían nuestras familias. Nos veían cada dos meses, diez minutos y sin embargo habíamos acordado que a la visita en plan de no aflojar, acudir con la mejor sonrisa, y ellos hacían lo mismo, nos contaban cosas, nos traían algún libro, cosas que después me enteré nunca me entregaron como un par de zapatos que consiguió mi viejo, porque yo en invierno andaba chancleteando, “mal de neumáticos”.

Uno decía, “los viejos están callados, son los años, le pesan, anda a saber donde está la cabeza, están idos” y la verdad que no, que no estaban idos, el silencio es por que estaban viviendo algo que es mas violento , mas intenso o mas hermoso, o mas amoroso que el mundo exterior.

La historia de los silencios del viejo cuenta de su llegada a la estación central con la chismosa con manzanas reinetas verdes, con una muda de ropa, viajando seis horas para llegar a Paso de los Toros para verme veinte minutos, que en su mayoría fueron diez o a veces suspendían la visita cuando llegaba.

Y en los viajes se armó una comunidad increíble con la hermana del Ñato y doña Lucí la madre de Pepe que eran como una suerte de “barricada” que recorrían el país para vernos, pero en ese viaje el viejo fue solo y se instala frente al ventanal de su asiento y el “proyecta” en ese ventanal toda su vida.

Pero en el ventanal él no mira para afuera, mira para adentro, y por ese ventanal pasa toda su vida, la guerra, el frente, la primera guerra mundial, la muerte de mi hermano, la declaración de amor a mi vieja que era una muchachita en un pueblito de Polonia trepada a un ciruelo.

El universo y la historia pasa por ese viaje en tren, mirá todo lo que tenía el viejo adentro.

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Toda esa historia que aparece a partir de un accidente doméstico.

Se cae un estante en casa y aparece un libro que nunca había abierto, de tapas negras pegadas con cinta adhesiva escrito en Idish, que el viejo no se lo llevó para el hogar de ancianos por que a los viejos los desalojaron del hogar de ancianos, incluso los persiguieron dentro del hogar, llamaban y decían “saquen de ahí a los padres de ese hijo de puta que les vamos a poner una bomba”.

En ese libro había una cronología de fotos del año 45 de lo que pasó en su pueblo, la llegada de los nazis, las intervenciones, las muertes, las torturas, los confinamientos, esa historia ida y vuelta y la visita en el cuartel que el viejo se distrae en determinado momento y se dice para si mismo : “nunca pensé que mi vejez iba a ser así”.

Una primera lectura es que además de su condición de rehenes, todo el Uruguay era una gran cárcel donde los que no estaban presos eran férreamente vigilados.

Si claro porque además las cosas que pasaban pasaban en todos lados; todos los familiares “estuvieron presos” que fueron miles y miles y se formó una especia de cofradía entre ellos que en algunos casos tomo una estructura orgánica y culmina hoy en esas marchas impresionantes de los 20 de mayo.

Un 20 de mayo estando en un calabozo en Treinta y Tres el viejo me murmura en una distracción de la guardia, “mataron a Zelmar, quedamos muy solos”, fijate lo que estaban viviendo afuera.

Ese viaje de alguna manera hay una suerte de “paralelismo” entre el horror vivido por tus viejos durante la ocupación nazi y el régimen militar vivido en Uruguay.

No son comparables pero es la realidad que en un individuo o en una generación les toca, sea la guerra civil española, la ocupación nazi, la guerra, la resistencia, los partisanos, los campos de concentración, no son hechos comparables, pero es la misma historia de lucha, de esa parte de la condición humana.

Y ese libro hallado te permite completar el puzzle de tu familia.

Es que los viejos practicaban aquello de “él ya sufrió bastante para que le vamos a contar”.

Me protegían de su dolor, pero el dolor estaba ahí. Cuando dejaron de llegar las cartas ( cartas que los familiares en Polonia enviaron durante algún tiempo desde Polonia), el viejo se paraba en la ventana y el cartero pasaba por la otra vereda y le gritaba, “no tiene nada don Isaac”, ¿entonces que pasaba con los que tenían que escribir las cartas?”.

Después de salir de la cana yo escribí las “Las cartas que nunca llegaron” y viví una situación muy intensa porque con los que sobrevivieron el holocausto y vivían acá filmaron un documental, que me invitaron a participar y yo primero dije que no porque con todo lo que ellos habían vivido no tenia sentido estuviera yo pero luego me escribieron cartas diciendo que yo también formaba parte d ella memoria, entonces en el Parque Rodó leo el final de la primera parte de “Las cartas que no llegaron” donde los que van quedando en el campo de concentración de Treblinka organizan un alzamiento, revientan las cámaras de gas, desarman a la guardia ucraniana, rajan y sobreviven veinte, y lo cuento por que fue parte de las cartas que no llegaron, que no se escribieron, y cuando termina la filmación el director me dice “te quiero presentar a alguien” y era un hombre flaco que estuvo sentado frente a mi, trajeado de gacho gris con los zapatos lustrados y cada vez que lo miraba asentía con la cabeza y de pronto ¡pumba!, era Reichman, uno de los organizadores del alzamiento de Treblinka.

En el medio de todo eso aparece una prima mía que dejó un testimonio sobreviviente de Auswitch, donde la clasifica un doctor llamado Mengele, y ese registro mi nieta lo tradujo del inglés y está en el libro, que tiene ver con la foto de tapa, una foto de 1930, donde aparece el taller de costura del viejo y entre los empleados está la hermana de mi viejo, mi tía.

Yo viví con esa foto toda mi vida desde los cuatro años y ahora la tengo en mi escritorio.

Es como una nudo de tu historia.

En una conversación en un cuartel de Minas luego de tiempo de no vernos nos sacan al sol media hora en la plaza de armas, al Ñato, al Pepe y a mi pero en bancos separados para que no pudiéramos hablar y con un soldado tirado en el piso apuntándonos con una punto 30. El Pepe no lo pudimos ver porque se sentó de espaldas de cara al sol, cuando llegamos a los calabozos, mediante clave morse “cambiamos figuritas” con el Ñato a ver como nos habíamos visto.

Yo le digo al Ñato “che ñato tenés la cabeza mas chica”y él me contesta “vos pareces un judío de los campos de concentración”.

Eso asociado a una conversación previa que me había dicho “es de cajón que vos y yo estemos acá Ruso; a mi tío lo mataron en la guerra civil española y yo fui con mi padre a ver el muro donde lo fusilaron y vos venís del gueto de Varsovia”; tenía razón.

Esa memoria tuya es un puzzle en el armado y preservación de la memoria colectiva

Lo que hay que conservar dentro del tiempo, es la marca de nuestro pasaje porque en última instancia lo que estaos construyendo generación tras generación, civilización tras civilización es memoria.

Nosotros en éste momento peleamos por nuestra memoria, por nuestros orígenes, por lo que se hizo, por lo que se peleó, por los que cayeron, por los que estamos buscando y arañando la tierra de los cuarteles y eso no para y la lucha la siguen los herederos, los miles de guachos que llevan la lucha delante y el alma de Luisa Cuestas encabezando siempre, porque aunque ya no está físicamente , la encabeza siempre.

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