Las preguntas siguen abiertas: ¿el macabro caso de Pablo Goncálvez es parte de la identidad uruguaya?; ¿se podría comprender la década del noventa sin revisar los detalles de sus asesinatos y violaciones, de la investigación policial y de la actuación de la Justicia?; ¿qué papel jugaron los relatos construidos desde los medios?; ¿cómo funcionaba -o funciona- la mente del asesino de Carrasco?; ¿estaba fatalmente condenado a funcionar como un monstruo?
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Las respuestas, por cierto, también siguen abiertas, esperando las narrativas que movilicen nuevas reflexiones sobre este caso que conmovió la historia reciente del país.
En esa línea, el colectivo TAF (Teatro de Arte del Fondo) se la jugó con un proyecto teatral a la vez arriesgado y desafiante: llevar a escena una perspectiva singular, conflictiva, como la de Pablo Goncálvez y tirar líneas para intentar comprender qué pasó -y qué pasa- por la mente de un asesino serial.
La obra, El asesino de Carrasco, que se estrenará el viernes 5 de mayo, a las 23 horas, en Teatro De La Candela (Ellauri 308), es el resultado de un trabajo de investigación, creación y actuación de Diego Devincenzi (como Pablo), Fernando Hernández (Néber) y Sebastián Carballido (Cabo Guitérrez); la dirección está a cargo de Carballido.
La entrevista improbable
La trama de El asesino de Carrasco se ubica en el año 2000, cuando Goncálvez ya había sido condenado por dos homicidios y una violación, y se esperaba el dictamen judicial en un tercer caso de homicidio.
A mediados de ese año, en un artículo publicado en un reconocido medio local se reconstruyeron los atroces crímenes y se plantearon algunas líneas interpretativas (o especulativas). Pero, en la ficción de Devincenzi, Hernández y Carballido, Goncálvez consideró falaces las afirmaciones del artículo, por lo que comenzó a contactarse con distintos medios y periodistas para ofrecerles una entrevista para contar su verdad.
Este plan, que podía resultar tentador para la voracidad noticiosa, no resultó como él esperaba, salvo en esta ficción teatral: un reconocido e influyente periodista, con mucha presencia en la pantalla chica, aceptó la oferta y pactó con Goncálvez algunos encuentros.
¿Cómo fueron estas citas entre el asesino y el periodista llamado Neber (para los memoriosos no es necesario citar el apellido)? ¿Qué preguntó Neber? ¿Cuál fue la versión que contó Goncálvez?
La obra, tal como lo adelantaron sus autores, no se pierde en el morboso (y pornográfico) recuento de detalles de los asesinatos; tampoco es una jugada de revictimización ni es, en el otro extremo, un intento de justificar lo injustificable. El objetivo fue (es) generar preguntas sobre una personalidad y una condición psíquica como la de Goncálvez, y a la vez crear una narrativa sobre un hecho clave en la historia reciente, tirando varias líneas para comprender el contexto y cómo se tramaron los distintos relatos sobre lo real.
Es sabido que este tipo de creaciones, que bordean y se cruzan con algunos de los lenguajes del noire, funcionan como profundas radiografías de la sociedad. Con crudezas y maestrías técnicas diferentes, desde las escrituras más refinadas hasta el pornográfico relato de la violencia, este tipo de obras tienen la virtud de exponer esas zonas instestinas, oscuras, incluso monstruosas de la mente humana y sus manifestaciones en la comunidad.
El asesino de Carrasco pretende desmarcarse de los clisés de estos géneros cultivados en una ingente cantidad de series, películas, podcast. No es un documental ni es un manifiesto moralizante. Es un proyecto de ficción que suma a ese compromiso que por estos lares no suele ser (tan) considerado: crear narrativas que cuenten cómo somos hasta en estos aspectos más truculentos, buceando en lenguajes diferentes a las declaraciones patrióticas, heróicas, o con un plan académico.