Pocas prácticas artistas tienen ese poder que la música -y la cumbia- ejercen con tanta simplicidad. Suena y se mueve. No hay resistencia posible.
Los cientistas de la música se han esmerado en desplegar sesudas explicaciones. Sin embargo -y por suerte- el misterio se mantiene intacto. ¿Cómo es posible este fenómeno? ¿Cómo esta expresión musical, parida entre sonidos y poéticas indígenas, afro y europeas, caló en el mapa cultural de la porción más norteña de este continente y atravesó fronteras y se relocalizó hasta en el sur más frío? ¿Cómo atravesó las leyes de la caducidad del tiempo, incorporó elementos de otras músicas, adquirió nuevos rostros y nuevas formas del decir quiénes somos, qué deseamos, que amamos, cómo sufrimos, cómo bailamos?
Ese misterio, sin embargo, deja una pequeña rendija de luz revelar algo de sus secretos. Y por ahí surge una constatación: el poder que tiene la porosidad del mestizaje, una condición de la que se goza la cumbia -y el candombe, las milongas, las zambas, y tantas otras expresiones musicales de los pagos-. De la mezcla nace el swing.
Quince pirulos
De esas historias y signos de las mixturas de tradiciones, el combo Mestizo sabe y sabe mucho. Desde que iniciaron el proyecto, sus integrantes se han dedicado a estudiar, a conocer de primera mano, las raíces de la cumbia colombiana, sus nexos con otras prácticas musicales regionales; estudiaron las músicas de las patrias europeas; conocieron las vanguardias; perfeccionaron técnicas, las vocales y las instrumentales.
Y se largaron al ruedo con un repertorio que rescata esa diversidad cultural y sonora, exploraron técnicas interpretativas, y pusieron a bailar esa mitad que los uruguayos decimos que es nuestra parte perezosa: de la cintura para abajo.
Así han compartido proyectos con otros artistas, como Malena Muyala, Jorge Schelemberg , Berta Pereira y las Comadres, Julio Brum y los Pájaros Pintados, No Te Va Gustar, Samantha Navarro y La Dulce, Numa Moraes, Latasónica, Palacatun, La Melaza, Valores de Ansina, Los Hermanos Ibarburu, La Mojigata, entre otros. Y han llevado sus músicas a escenarios como la Sala Zitarrosa, Teatro Solís, Auditorio Nacional del SODRE, teatros municipales de las capitales de los departamentos de Treinta y Tres, Florida, Soriano, Durazno, Maldonado y Canelones.
Swingueros por la tonada
Para fundir cuerpo y música para contar historias de dolor, del paisaje, de la pasión y swing del baile, hay que ensamblar técnicas. Hay que conocer las formas del canto -tanto solista como grupal-, los distintos toques en parches, idiófonos, instrumentos de soplo, guitarras. Y hay que curtir el oficio de tocar en grupo: el ensamble. Este grupo, Mestizo, ya se dijo, han sabido hacerlo con persistente compromiso. Y es bueno conocerlos:
* Ismael Bértola (Percusión y voz)
* Ana “Chacha” de León (Percusión y voz)
* Fernanda Bértola (Percusión y voz)
* Andrés Rubinstein (clarinete y voz)
* Lucía Fernández (Percusión y voz)
* Jorge Centeno (bajo)
* Oscar Celis (tiple, guitarra y voz)
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