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La suma de elementos podría no cerrar: o sería un proyecto condenado al naufragio en el efectismo pintoresquista, o simplemente el sueño de un delirante, o, como suele suceder, la inefable ocurrencia de algún funcionario de turno.
Sin embargo, tras un largo proceso de trabajo creativo y con una valiosa reunión de artistas, este cruzamiento cuajó en un proyecto concreto, Camille, una historia de Gardel, que se estrenará este martes en la Temporada Lírica 2022 del Teatro Solís, y que promete ser una interesante aventura escénico musical.
Se trata de una creación en plan operítico y tanguero con música de Santiago Gutiérrez y el guión de Gonzalo Goyeneche. La puesta en escena esta a cargo de Florencia Caballero Bianchi, y el maestro Martín Jorge está al frente de la Banda Sinfónica Municipal. Y el elenco de este desafío musical y escénico está integrado por Jimena Pérez, Fernando Vannet, Claudia Rossi, Gabriel Hermano, Lucía Sommer, Martín García y Julio Reolón.
La conexiones entre las músicas cultas y las populares tiene una extensa historia en Occidente, y por estas latitudes hay muchos ejemplos de cómo explorar esas zonas fronterizas para dar forma a potentes proyectos que se desmarquen del fatídico efecto de "elevar a las músicas populares". Eduardo Fabini y Luis Cluzeau Mortet son dos de los nombres que habría que recuperar de las primeras décadas del siglo veinte. Otro caso, el maestro Jaurés Lamarque Pons. De la vecina orilla, la cita ineludible es Astor Piazzolla. También es cierto que junto a las obras y estéticas de estos creadores, la historia se ha empedrado de "buenas intenciones" que jugaron a "elevar" al tango, por ejemplo, replicando los clisés del sinfonismo centroeuropeo.
No obstante, correr riesgos no es una expresión vacía de contenido -o una solución para intentar explicar lo inexplicable-, sino una variable medular de la creación. Y Camille, una historia de Gardel, tiene, precisamente, todos los elementos de una apuesta arriesgada.
Gutiérrez y Goyeneche se la jugaron a transitar por territorios fronterizos, y a dejar que elementos de la tradición operística y de la tradición tanguera confluyan en un lenguaje personal, al que integraron el trabajo escénico de una joven realizadora como Caballero Bianchi y la experiencia musical de Jorge.
La propuesta va más allá de probar fórmulas para mixturar estilos, o intentar una reconstrucción lineal de la biografía de Gardel. La idea que articula esta obra es llevar a escena una ficción dentro de la ficción, en la que son narrados aspectos vitales de la figura del Zorzal Criollo y la historia personal de Camille, se evocan piezas clave de la cultura popular -como el radioteatro y la fonoplatea-, y se disparan planteos sobre tópicos universales como el arte, el amor y la traición. Un desafío para trascender el "efectismo tanguero" con ropajes operísticos para explotar el potencial dramático de estos dos universos musicales.