Son tres voces que se distinguen por sus temperamentos expresivos, sus dotes técnicas, sus sensibilidades para construir repertorios tan potentes como virtuosos. Son tres mujeres que llegan de territorios diferentes, que, a través de sus artes, logran construir una comunidad en diálogo: no para borrar las diferencias, sino para dialogar a partir de ellas.
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Son la española Silvia Pérez Cruz, la brasileña María Gaú y la argentina Liliana Herrero, que volverán a Uruguay el jueves 27, tras el recordado encuentro que tuvieron el verano pasado en el Festival Medio y Medio en Punta Ballena y del concierto que darán este lunes en Buenos Aires.
El concierto, que lleva el acertado título Territorios, será en la sala principal del Teatro Solís, a partir de las 21 horas, con la participación especial del guitarrista Pedro Rossi.
El repertorio que abordarán en este concierto estará integrado con obras y compositores como Caetano Veloso, Atahualpa Yupanqui, Fernando Cabrera, Federico García Lorca, Leonard Cohen, Fito Páez, Milton Nascimento, entre otros. En fin, ejemplos de cómo revistar las diferencias estilísticas y construir un territorio de encuentro.
Memorias, geografías y músicas
"El hecho musical evoca y organiza las memorias colectivas y presenta las experiencias del lugar con una intensidad, un poder y una simplicidad no igualados por otra actividad social", cita el musicólogo argentino Omar Corrado al etnomusicólogo Martin Stokes. Una constatación que, desde el discurso académico, se aproxima con meridiana claridad a lo que se vive en las experiencias cotidianas.
Y por ese camino va la propuesta de esta reunión de Gadú, Pérez Cruz y Herrero. Asumir que las geografías se engarzan en las tramas de la memoria, para construir identidad, pertenencia, sentidos.
"Las canciones que los países contienen, los ritmos que recogen, las poesías que lo alcanzan son las fuentes de nuestro andar musical", dicen las artistas en un texto que acompaña la difusión de este proyecto.
Ese acervo dinámico, ha "dejado su rastro vivo en las voces colectivas y en la de cada uno de nosotros". Por eso, siguen, "nuestra tarea ha sido volver a ellas, interrogarlas y, si fuera posible, devolverlas una vez más al tiempo que nos es propio".
Las canciones, los gestos, los versos, no son para los museos. No se pueden guardar en vitrinas ni proteger con académico rigor, como si fueran fósiles de un tiempo perdido. Ellas pulsan en las memorias, en los relieves del territorio, en los cuerpos que se las apropian para construir el sentido del espacio habitado.
"Pero hay un acontecimiento que propone una extensión de nuestros propios territorios y ese acontecimiento es la presencia amistosa de los encuentros", reafirman. "Una obra musical, una propuesta cultural se hace pensando en la amistad que ellos provocan. No es fácil representar un país pero de esa dificultad extraemos nuestra fuerza, una fuerza poética y musical, esa fuerza que alienta nuestros desvelos y nuestros anhelos. De ahí sacamos el más propicio horizonte cultural para pensar cada vez nuestros propios territorios".
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