Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Columna destacada |

Economía y Hong Kong: las dos piedras en el zapato comunista

Por Daniel Barrios.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Por su representatividad, trascendencia y poder de decisión, las sesiones plenarias del Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh) son las reuniones más importantes e influyentes de la vida política e institucional de la República  Popular.

Sus 376 miembros, entre titulares y alternos,  elegidos cada cinco años entre los 90 millones de afiliados al PCCh, son los que determinan el destino del país, el futuro de todos y cada uno de sus 1.400 millones de habitantes. Desde los planes de desarrollo, las políticas sociales y las  leyes que luego son aprobadas por la Asamblea Popular Nacional, la seguridad, hasta la elección del secretario general (indirectamente la del jefe de Estado), el Buró político (también el Consejo de Ministros), nada ni nadie escapa del ojo del Gran Hermano.

Y no solo. Sus debates y resoluciones también influyen decisivamente en las políticas de las  cancillerías de todo el mundo, los planes de los organismos internacionales, los movimientos de los mercados de capitales. Hasta la toma de decisiones de las grandes corporaciones nacionales y multinacionales y fondos de inversión dependen, en mayor o menor grado, de las deliberaciones y resultados de este cónclave de los comunistas chinos.

Sin embargo, esta sesión plenaria del Comité Central, de cuatro días de duración, que culminó la semana pasada, la cuarta desde que fuera electo por los 2.000 delegados presentes en el XIX congreso del PCCh de 2017, tenía una importancia adicional y un significado excepcional.

Los dirigentes comunistas, se reunían por primera vez desde que Trump desatara su guerra de trincheras (comercial y tecnológica) y pocos días después que el Instituto de Estadística hiciera público que el Producto Interior Bruto (PIB) de China había crecido 6% interanual en el tercer trimestre de 2019, la peor cifra trimestral desde marzo de 1992, cuando se comenzaron a registrar oficialmente estos datos. Esta era también la primera vez que la elite comunista china debía debatir de la crisis política y responder al tsunami de manifestaciones y huelgas que desde el pasado mes de junio azota ininterrumpidamente Hong Kong.

La evidente ralentización de su economía y las violentas protestas en la antigua colonia británica son, sin lugar a dudas, los más graves problemas que ha enfrentado el gigante asiático desde inicios del milenio. Dos misiles debajo la línea de flotación del  “socialismo con características chinas” o, lo que es lo mismo, de su  modelo político e institucional que, contra viento y marea, ha construido y perfeccionado en los últimos 70 años.

Claro y fuerte, las dificultades de la economía y el estallido social de Hong Kong son gravísimas amenazas a la legitimidad del PCCh, del Estado y del gobierno. Efectivamente la prosperidad económica de su población (jaqueada por el menor ritmo de crecimiento) y la unidad territorial (amenazada por la oposición antigubernamental de la ciudad puerto) son las columnas que sostienen la relación entre el gobierno y el pueblo chino y que hacen posible el mantenimiento, consolidación  y credibilidad de un régimen de partido único (cuya gestión recibe niveles de aprobación envidiables para cualquiera de las democracias occidentales).

China vive hoy como nunca, desde que se iniciara el proceso de reforma y apertura que alumbró el “milagro amarillo”, una suerte de “admirable alarma” para el Estado, su gobierno y su Partido Comunista, y el Grito de Asencio (con características chinas) fue lanzado por Xi Jinping en su informe a los delegados convocados en Beijing a puertas cerradas y en el más absoluto de los secretos.

Según el comunicado final, “persistir en el papel dominante del sector público y el desarrollo común de las entidades económicas bajo diversas formas de propiedad, en el sistema de distribución mediante el cual la distribución de acuerdo con la labor sea dominante y que una variedad de otros modos de distribución existan simultáneamente, en la sinergia entre el sistema socialista y la economía de mercado y en liberar y desarrollar continuamente las fuerzas productivas”, así como “apertura al resto del mundo”, deben ser las líneas de acción estratégicas para superar el enlentecimiento que atraviesa la economía china.

Ante la incertidumbre sobre el futuro de su propia economía y la del resto del mundo, los comunistas responden con dos certezas inequívocas: la reafirmación de su modelo de desarrollo económico, la profundización y el perfeccionamiento de su sistema socialista de mercado, la convivencia virtuosa del sector público y la iniciativa privada; y una irreversible apertura de su economía y una defensa del multilateralismo de la mano de un creciente protagonismo en la escena mundial.

Esta concepción fue claramente explicitada en el discurso de apertura de Xi Jinping ante las más de 3.000 empresas extranjeras de 159 países (entre ellos, Uruguay, con una nutrida delegación empresarial encabezada por Antonio Carámbula, director ejecutivo de Uruguay XXI) que participan en la segunda edición de la Exposición Internacional de Importaciones de China en Shanghái.

“Tenemos que derribar muros en lugar de levantarlos. Debemos permanecer firmes contra el proteccionismo y el unilateralismo. Hemos de eliminar barreras comerciales, optimizar los valores globales y las cadenas de suministro, impulsando juntos la demanda del mercado” exhortó el presidente.

“China ha logrado grandes avances en la expansión de las importaciones para promover el consumo y reducir los aranceles dentro de sus esfuerzos para seguir abriendo su mercado”. agregó el mandatario. Se estima que más de medio millón de importadores chinos visiten la feria en búsqueda de oportunidades comerciales en el extranjero.

Un día antes, en Bangkok, el primer ministro Li Keqiang y sus homólogos de otros 15 países  acordaron la constitución de la Asociación Económica Integral Regional, lo que promete ser la mayor zona de libre comercio del mundo.

El megaacuerdo impulsado por Beijing desde 2012, y que no incluye a Estados Unidos, es un espaldarazo a la diplomacia china y una bofetada a Washington, que ya en los tiempos de Barack Obama propuso el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica para aislar a China en el continente.

«Hong Kong y Macao deben regirse en estricta conformidad con la Constitución y su Ley Básica, y la prosperidad y estabilidad a largo plazo de Hong Kong y Macao deben protegerse», enfatizó  la declaración oficial del Comité Central. “Persistir en el principio de ‘un país con dos sistemas’, mantener la prosperidad y estabilidad duraderas en Hong Kong y Macao, y promover la reunificación pacífica de China”, agregó el texto.

 

La Ley Básica establece que la ciudad semiautónoma es una parte inalienable de China, pero garantiza los derechos y libertades de sus  ciudadanos en el marco del principio conocido como «un país, dos sistemas».

La declaración tuvo lugar el mismo día en que se conoció que Hong Kong entró oficialmente en recesión técnica por primera vez en diez años, luego de que su crecimiento se redujera por segundo trimestre consecutivo como consecuencia de las movilizaciones antigubernamentales y la guerra comercial con Estados Unidos.

Para el plenum comunista se deberá “establecer y mejorar el sistema legal y el mecanismo de aplicación para salvaguardar la seguridad nacional [en Hong Kong y Macao]”, lo que para los analistas podría significar un endurecimiento de las acciones del gobierno y la imposición de  leyes de seguridad nacional a Hong Kong desde Beijing”.

La República Popular no tolerará “ningún acto de división del país, o que ponga en peligro la seguridad nacional. Impediremos con determinación que fuerzas externas interfieran en los asuntos de Hong Kong y Macao y perpetren actividades separatistas, subversivas, destructivas o de infiltración”, advirtió Shen Chunyao, un alto funcionario del Comité de la Ley Básica (Constitución) de Hong Kong y Macao.

Aunque no figura entre las demandas de los manifestantes, según el gobierno chino, el objetivo final del frente opositor es forzar la separación de la excolonia. La independencia de Hong Kong es para el Partido Comunista lo que fue el río Rubicón para los antiguos romanos, el límite entre lo legal y lo ilegal,  y atravesarlo es declararle la guerra.

 

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO