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Editorial juicio político | Carolina Cosse | coalición

Barbaridad

El juicio político y la desesperación

La coalición está desesperada por cambiar el foco y cuenta con un apoyo cómplice de los grandes medios

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La comisión de constitución y códigos de la Cámara de Senadores aprobó por 5 votos en 9 dar marcha al juicio político contra la intendenta Carolina Cosse solicitado por la bancada de la coalición en la junta departamental. Semejante barbaridad solo puede explicarse por dos factores coadyuvantes: por un lado, los legisladores de la coalición se comportan como una horda de delirantes y, por el otro, la desesperación con el apartamiento de la fiscal Gabriela Fossati y la posibilidad real de que la nueva fiscal a cargo de la causa Astesiano investigue a fondo la evidencia donde están “todos mencionados”, comenzando por el presidente y el núcleo duro de la Torre Ejecutiva.

Por cierto, hay un tercer factor insoslayable: la coalición le tiene un miedo visceral a la intendenta de Montevideo, una dirigente política con una aprobación sólida en la capital del país, que seguramente compita por la candidatura a la presidencia del Frente Amplio con Yamandú Orsi, otro intendente con niveles de popularidad altísimos, aprobado por la inmensa mayoría de la población canaria, al cabo el segundo departamento en población del país.

Un juicio político, en última instancia un procedimiento de destitución contra una autoridad elegida por la gente, no es una pavada, no es una instancia de contralor, como un llamado a sala o ni siquiera una interpelación, es el mecanismo previsto por la constitución para juzgar a una autoridad electa cuyos fueros impiden la acción penal. Por sus consecuencias dramáticas en el caso de prosperar, no puede ser promovido por cualquier cosa y requiere de mayorías especiales y amplias que impiden que una bancada oficialista común y corriente se salga con la suya y destituya al conjunto de sus opositores.

Ahora bien, esa imposibilidad manifiesta de destituir a la intendenta con este proceso no atenúa la gravedad de la iniciativa de los senadores de la coalición que se revelan como unos conjurados contra la democracia, capaces de usar cualquier instrumento con tal de mancillar a sus rivales y desviar el foco de la atención de los verdaderos problemas que enfrentan, problemas que no se les pueden adjudicar a estratagemas del Frente Amplio, sino al tufo que emana del Ejecutivo, cercado hace meses por una causa que los involucra en las peores prácticas y de la que no pueden y no deben salir ilesos, porque se las mandaron y se las mandaron todas juntas.

Están desesperados por cambiar el foco y cuentan con un apoyo cómplice de los grandes medios que no ahorran tinta en inventar infundios contra opositores, como toda la telenovela de Gustavo Leal, un artefacto de la desproporción y la falsedad, apenas mantenido con la propaganda mentirosa de la acción de una fiscal que debió ser apartada mucho antes, o el desentierro grotesco de la fuga de Morabito, plagado de distorsiones para involucrar a exautoridades sin ningún sustento, o la declaración de un policía que ya había sido destituido durante el gobierno del Frente Amplio por mentir lisa y llanamente, que ahora intenta involucrar a la diputada Susana Pereyra en acciones cuya veracidad es altamente improbable.

El gobierno pasa por su peor momento y nada indica que vaya a mejorar su desempeño popular toda vez que los proyectos que tienen en carpeta concita un amplio rechazo social. Emblemático es el repudio que provoca la reforma jubilatoria, que no la llevan ni sus votantes y tampoco una parte significativa de sus representantes, empeñados en la contorsión para ver cómo hacen para decir que no y que sí al mismo tiempo, porque saben que el proyecto es como una lápida, pero a la vez saben que si no lo votan, estalla, finalmente, la coalición.

Como han dejado claro una y otra vez que carecen de escrúpulos, habrá que acostumbrarse, los que todavía no se acostumbran, a operaciones de mala fe permanentes contra las figuras del Frente Amplio, en particular los que asoman como candidateables, el presidente de la fuerza política y sus principales asesores. Nada de eso tendrá mayor efecto que enrarecer el clima, ya de por sí insoportable, pero hay que tener esto en cuenta para no entrar en provocaciones. Nos gobierna un rencor que se ve derrotado, pero se va a batir en retirada.

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