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Sociedad

El legado de Seregni

Por Andrés Carvajales
Secretario político del Frente Amplio.

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Resulta difícil, para una persona que apenas ha superado las tres décadas de vida y no presenció muchos de los acontecimientos que dieron forma a la gesta que significó la construcción de la unidad de la izquierda política en un frente común, dimensionar la estatura de quien fuese el responsable de que esto sucediera.

Hoy, el general del pueblo cumpliría 103 años y a quien escribe le tocó conocerlo en diferentes etapas y facetas, nunca de cerca, pero siempre cercano. Quizás la primera fue el llanto desconsolado de mi madre cuando Seregni nos dejó físicamente, allá por 2004, unos pocos meses antes de que el compromiso y la tarea de toda una vida se viera reflejado en una extraordinaria conquista popular en la que su Frente Amplio alcanzó el gobierno y dio paso a una nueva era en la política nacional, en la que la suerte de los más postergados pasó a ser el desvelo de quienes asumieron el inmenso desafío de conducir políticamente los destinos de la nación. El espacio vacío que Seregni dejó -o no- sirvió como un recordatorio de la relación unívoca entre cambio social y acumulación política. La victoria póstuma de este constructor se cimentó sobre la base de cientos de miles de voluntades que en admirable alarma se convocaban en la casa de familia, en el lugar de trabajo o estudio, en el espacio público o en la avenida, para defender un modelo de país por el que él luchó incansablemente: el de una sociedad organizada con el afán de que los derechos fundamentales estuvieran  indispensablemente garantizados para todos y todas, de la mano de la justicia social y con la equidad como exclusivo norte.

Lo que siguió fue conocer a Seregni a través del legado ético y político que dejó como herencia a las nuevas generaciones de militantes. En la militancia estudiantil, muchas y muchos aprendimos, en el fragor del debate y la contraposición de ideas, del inmenso valor que la construcción de consensos encierra, así como la importancia de preservar la unidad política (enriquecida siempre por la diversidad de pensamientos) si se quieren lograr cambios reales y perdurables. La Universidad y las oportunidades que esta ofrecía en el camino al desarrollo inclusivo y solidario de nuestro país resultaron ser un campo fértil para la reflexión sobre las transformaciones necesarias en un mundo en el que las divisorias del aprendizaje reflejan tan bien las desigualdades que la izquierda política busca permanentemente combatir.

La última y definitiva de las aproximaciones a la figura del general vino de la mano de asumir responsabilidades en la conducción de la extraordinaria fuerza política que él supo construir. El Frente Amplio es una expresión colectiva que sintetiza luchas diversas y, como tal, no es sencilla de orientar. Allí, y hoy, la figura del “conductor conducido” cobra una especial relevancia. Como Martin Luther King supo decir, “un líder genuino no es el que simplemente busca los consensos, sino el que los moldea”. Construir esos acuerdos, con la gente y para la gente, bien puede ser la mayor de las lecciones que la trayectoria de Seregni nos ha legado.

No es exagerado afirmar que Seregni estaría, por cierto, orgulloso de lo que los gobiernos del Frente Amplio han logrado. Uruguay es, hoy por hoy, el país que mejor distribuye la riqueza en el continente con mayores grados de desigualdad del planeta. Juntos, hemos alcanzado hacer de esta “pequeña aldea” un faro progresista, de esperanza y de inclusión, en un mundo marcado por la incertidumbre, la desprotección de millones de personas que ven vulnerados sus derechos más fundamentales en un contexto de emergencia climática y ambiental que cuestiona las mismas bases de nuestra supervivencia.

Y, al mismo tiempo, Seregni sería duro e implacable en la crítica y la autocrítica a la que ahora debemos abocarnos, en el momento de un traspié electoral. En su último discurso, y apelando al dilema weberiano de la ética de las convicciones y las responsabilidades, el veterano líder llamó a una reconstrucción moral de nuestro país. Gracias a él, podemos recordar que en un sentido profundo, ética y política forman una unidad que lo es todo, porque en su convergencia representan una misma cosa: la lucha por el bien común.

Su Frente Amplio ha gobernado durante 15 largos años. Los cambios han sido profundos, estructurales en muchos sentidos, tanto que me atrevería a referirme a ellos como transformaciones; aunque las deudas sociales, profundas y diversas, nos duelen y nos interpelan. En la derrota electoral se abre una etapa en la que los balances y procesos de revisión y de autocrítica necesariamente ocuparán un lugar protagónico, y es por eso que recordar a Seregni es la tarea del ahora.

En lo que viene, en esta larga mañana siguiente, el legado de nuestro general será absolutamente imprescindible. Este Frente Amplio, totalmente suyo (y por eso, de todos y todas), está preparado para estar junto al pueblo uruguayo en la defensa de todo lo logrado y reafirma su compromiso de ser la fuerza política en la que los obreros y obreras de la construcción de la patria del futuro dirán “presente”. Hoy, como siempre y más que nunca, escuchémoslo, aprendamos y continuemos su lucha, que es la nuestra.

Salud, ¡general del pueblo!

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