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Política

Apenas un delincuente

El «temerario» autor del episodio de la joyería

Sobre las 16:45 horas del pasado miércoles el ingreso de una llamada al 911 informaba de una rapiña en proceso en una joyería ubicada en las calles Colonia y Vázquez, en el centro de Montevideo. El hecho policial, produjo como respuesta el despliegue inmediato de un fuerte operativo policial que incluyó desde la clásica intervención de los negociadores de la Guardia Republicana, hasta la presencia en el lugar de los hechos del ministro del Interior, Jorge Larrañaga.

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Sobre las 16:45 horas del pasado miércoles el ingreso de una llamada al 911 informaba de una rapiña en proceso en una joyería ubicada en las calles Colonia y Vázquez, en el centro de Montevideo.

El hecho policial, produjo como respuesta el despliegue inmediato de un fuerte operativo policial que incluyó desde la clásica intervención de los negociadores de la Guardia Republicana, hasta la presencia en el lugar de los hechos del ministro del Interior, Jorge Larrañaga.

La noticia cruzó el “charco” y diarios argentinos como Clarín y la Nación, dieron cuenta del mismo bajo sendos titulares de “Fuerte tensión en Montevideo por una toma de rehenes en una joyería”.

Las negociaciones duraron un poco más de 7 horas y el autor del hecho se entregó finalmente, cuando apenas habían pasado unos minutos de la llegada del ministro del Interior.

La tensión que hasta ese momento se concentraba en el hecho policial, se desplazó hacia el “eje de las sospechas”.

Las redes “estallaron” con las más variadas teorías y desde sectores de la oposición se efectuaban críticas a lo contraproducente de la trasmisión en vivo de un operativo policial relacionado con este tipo de eventos.

Las críticas y sus fundamentos partían de algo que, de alguna manera, está “en la tapa de cualquier manual de operaciones policiales” para estas situaciones; impedir que el o los autores de estas modalidades delictivas tengan cualquier tipo de información sobre lo que acontece “fuera de su área de control”.

Pasadas las primeras horas del cese de la toma de la rehén y el clásico relato de las angustias vividas, aparecieron otros datos, esta vez localizados en las características del autor, algo así como su “curriculum vitae” en los “oficios” del mundo del delito.

Y es que Kevork Nicolás Demirdjian Silva, identificado como el secuestrador que mantuvo como rehén por más de 7 horas a la dueña de la joyería de Colonia y Vázquez, no “aparecía” por primera vez en medios públicos y/o asociado a ciertas posiciones políticas de quienes hoy conforman el gobierno de coalición multicolor.

Desde las redes sociales se supo que el “connotado delincuente”, los medios expusieron rápidamente sus antecedentes para consolidar su fuerte compromiso con el mundo del delito, no sería, si se quiere, recordando aquella vieja película argentina “apenas un delincuente”.

Militante declarado de Cabildo Abierto, había publicado una foto suya votando en octubre del 2019, así como su total adhesión a la reforma “Vivir Sin Miedo” que promovía, justamente, el actual ministro del Interior Jorge Larrañaga.

El hombre, han descrito los medios, tiene 42 años y tres antecedentes penales, dos por receptación y uno por violencia privada.

No se trata, pudiera afirmarse sin mayor temeridad, de una “foja delictiva” de aquellas de las que se dicen “son de armas tomar”, parece más bien, en una perspectiva de análisis criminológico básico: una suerte de “salto al vacío” de una trayectoria que no llevaba a ningún lado.

Como los antecedentes no son los de “un pesado”, salió a relucir, en un desesperado reforzamiento del relato policial del hecho, lo que en la jerga policial se denomina “historial”, una suerte de “cuaderno negro” de las “inconductas” de cualquier ciudadano que, si bien no alcanza para producir condenas judiciales, siempre puede ser usado en tu contra.

En este “archivo policial”, Demirdjian Silva cuenta con otras 10 indagatorias por diversos delitos. En agosto de 2005, diciembre de 2007, y en junio y agosto de 2009 fue indagado por hurto. Además, en noviembre de 2017 y setiembre de 2018 fue indagado por violencia doméstica.

En junio de 2019 fue indagado por difamación, y su última indagatoria fue del 16 de setiembre por contrabando.

Como se aprecia, en este “archivo”, tampoco el autor puede “lucir” cártel de “temerario”.

Más allá de esto que, aunque parezca anecdótico no lo es, la Fiscalía de Flagrancia de 11 turno, a cargo de la fiscal Adriana Costa, lo imputó por rapiña con privación de libertad, entre otros delitos.

En consonancia con la imputación, se dispuso como medida cautelar la prisión preventiva por 150 días, mientras continúa la investigación de cara a presentar la acusación correspondiente.

No es la primera vez que el hoy imputado aparece en televisión, datos aportados por El Observador y M24, recuerdan que, que en octubre y noviembre de 2008 se había encadenado frente al Juzgado de Familia y frente a la Suprema Corte de Justicia para reclamar la tenencia compartida de sus tres hijos.

Este “modus operandi”, el de la visibilidad de sus acciones y elecciones, demuestra claramente que no estamos ante un “pesado y peligroso” delincuente.

Lo más interesante de este “hecho policial” es aquello en lo que ninguno de sus protagonistas pensó pasaría: el modo en que han producido el efecto de amplificación de las sospechas.

Lo común entre la presencia televisada de Kevork Nicolás Demirdjian Silva y el ministro del Interior, Jorge Larrañaga en el lugar de los hechos, es justamente el uso que ambos hacen de los medios para enviar “sus mensajes”.

Y es justamente, en ese espacio que se abre, por esa “visibilidad” máxima y recurrente, que se instalan las “sospechas” y las denuncias sobre “lo que se oculta”.

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