Comencemos explicando qué son las elecciones intermedias. Cada dos años hay consulta electoral en Estados Unidos (EEUU), una presidencial y la siguiente, de medio mandato. Ambas eligen (en una con presidente, en la siguiente sin presidente) legisladores y gobernadores. Pero no todos. En cada una de ellas se renueva 100% de los congresistas (diputados) y un tercio del Senado. Por tanto, el mandato de los primeros dura dos años y el de la cámara alta, seis.
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Las elecciones de término medio del martes pasado pudieron entonces cambiar el partido que controla la Cámara, pero matemáticamente era imposible cambiar la mayoría del Senado. Ese proceso generalmente dura un mínimo de dos elecciones. Tal fue el caso de estas últimas. Esta particular legislación electoral de EEUU hace, desde mi punto de vista, que muchas veces no se haya observado con atención, antes del martes, qué estaba realmente en juego.
Tanto en nuestro país como en general en la región, se discutía si el resultado de las mismas lograría mayorías para el tan conversado juicio político (impeachment) a Donald Trump. Sin embargo, desde el punto de vista realista, lo que se podía cambiar era sólo el inicio del mismo (que se resuelve en el Congreso, pero no el veredicto, que lo define el Senado). De todas maneras, en mi reciente viaje a EEUU puede hablar con algunos senadores y dirigentes del Partido Demócrata, con quienes me une una amistad personal, y el juicio político nunca fue una prioridad. Nunca hay que descartar que la mayoría demócrata en diputados haga avanzar las investigaciones en curso a tal punto que lo haga inevitable.
Aunque al abrirse las urnas, la duda aún era cuán grande sería la diferencia de resultado del margen del triunfo azul (demócrata), pero no una movida institucional contra el presidente, para lo cual cargos y pruebas hay de sobra. Por mucho menos renunció Nixon para evitar el veredicto adverso del Senado. El problema era otro.
Así los números hubieran permitido jugar con esa expectativa, derribar a Trump no era una prioridad para los demócratas. Ganarle en dos años, sí. Esto lo escuché, de las referidas fuentes, cuando hace aproximadamente un mes, viajé a EEUU para recibir un premio de la Universidad Old Dominium de Virginia del Norte. Existe temor en el liderazgo demócrata de que interrumpirle su mandato constitucional, aunque sea por medios legales, le victimice y le haga aumentar su poder ante sus radicalizadas y fanáticas bases electorales.
Así que para leer los resultados del martes, deben de verse de esta forma: 1) generalmente, negros, colectivos gays, jóvenes universitarios, hispanos, votan en porcentajes bajos. Entre sos grupos la relación a favor el Partido Demócrata es 3 a 1; 2) en la seguridad de obtener la mayoría del Congreso, hacerlo por el mayor margen posible; 3) sabiendo que no alteraría el control republicano del Senado, procurar reducir esa mayoría en el mayor porcentaje posible; 4) los resultados de Texas; 5) tanto en bancas, como en las 36 gobernaciones en juego, como en voto popular, obtener una considerable diferencia de voto popular como medición de Trump a mitad de su mandato.
¿Por qué los resultados de Texas? Por más que un mes antes de la elección en Texas era pareja, las encuestas fueron confirmando el triunfo del excandidato y asociado cercano al presidente Trump, Ted Cruz. Su contrincante, Beto O’Rourke, era una gran apuesta. Por primera vez en la historia los demócratas ganarían en Texas. Ambos son hispanos, pero sólo Beto habla español. Su triunfo ponía en el escenario federal a un líder emergente que todas las encuestas daban que sería el candidato demócrata que podría ganarle a Trump en dos años.
De estas expectativas, muchas inadvertidas por los analistas de la gran prensa, veamos qué se dio: efectivamente los demócratas recuperaron la mayoría del Congreso. El Senado continúa siendo republicano. El aumento de votantes fue significativo y más de la mitad del total de votos fue femenino. El 22% de los votantes fue hispano e igual número de negros, muy por debajo de la cantidad de ciudadanos que pertenecen a estas minorías. Y, aunque hasta altas horas de la madrugada la batalla fue cabeza a cabeza, Ted Cruz se impuso sobre Beto O’Rourke. Gloria perdió su posibilidad de tener su primera gobernadora, mujer y negra.
Si bien aún quedan bancas por asignar al cierre de esta nota, los demócratas se impusieron en la cámara; no lograron, como era previsible, revertir el control republicano del Senado. El electorado, más que polarizado, está cada vez más irreconciliable. Es de desear que si cada partido controla una cámara, se abrieran instancias de diálogo sobre temas como inmigración, comercio, relaciones con México, etc. Las reacciones de cada bando demuestran más polarización.