Llego quince minutos antes de la hora prevista y, quien será mi entrevistada, me ofrece un café. Sin pensarlo le digo que no; mi mente y mis ojos quedaron impactados, desde el mismo momento que se abrió la puerta, en sus bibliotecas. Ahí tengo un encuentro con Roberto Arlt, Mario Levrero, Eduardo Sacheri, entre otros.
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En el ambiente se aspira el aroma único e incomparable de la tinta, y es que no podía ser de otra manera. Sus padres, fundadores de la editorial uruguaya Fin de Siglo, le heredaron desde la cuna el amor por la lectura y por los libros. Ella ha dado honor a esa herencia, convirtiéndose en una de las mejores editoras del Uruguay.
¿Por qué eligió los libros y la comunicación, y no ser cirujana o arquitecta?
Me crié en torno a libros, siempre se leyó muchísimo en casa. Mis padres fundaron la editorial un año antes de que yo naciera, era algo muy chiquito. Yo la vi crecer mientras fui creciendo. Mi padre, cuando era chica, siempre me inventaba historias y siempre me encantó escuchar, leer. En el liceo me enamoré del periodismo narrativo leyendo las crónicas de Leonardo Haberkorn y después fui descubriendo a otros como Leila Guerriero y en ese momento decidí que era lo que me gustaba y me volqué a estudiar eso. Después fui variando y no me dediqué realmente a eso sino al periodismo radial y a editar libros.Volví como al origen, hice la facultad pensando hacer periodismo de investigación y narrativo. Recuerdo que tuve de profesor a Andrés Alsina que enseñaba crónica periodística y en un momento nos dijo que la verdad está en la literatura y fue algo que me quedó mucho porque para mí es así.
¿Cuál fue la gran verdad que la marcó para siempre?
(Un silencio se adueña del momento. A lo lejos puedo escuchar los maullidos de Arturito y Vaquita, que son sus gatos) Voy descubriendo pequeñas observaciones, comentarios. Ahora estaba leyendo a Virginia Anderson que la entrevisté, y me pasó con su libro Contrato familiar, es un libro en el que en un momento describe cómo termina entendiendo el dolor de una tía, que se siente muy desarraigada, huérfana, como que no es parte de su familia. Y cuando esa tía tiene una bebé, la colma tanto de amor porque está todo el tiempo pensando en ese amor que ella no recibió, porque nunca tuvo a nadie a quien decirle “papá” o “mamá” y esas son como pequeñas verdades de la vida.
Que las tenemos ahí y a veces no nos damos cuenta de eso.
Claro, por eso la literatura.
¿Cuál fue el olor que la marcó para siempre?
El olor de los asados de mi padre en Marindia y esa sensación de arraigo de familia, de un lugar de pertenencia y que, por suerte, lo tuve siempre y lo sigo teniendo. Si tengo que volver a un lugar de mi infancia, ese lugar es Marindia. Vuelvo ahí todos los fines de semana y ahí en parte se cría mi hijo. Lugares llenos de barro y de perros, donde uno puede ser un poco más libre.
¿Somos libres?
(Una vez más el silencio es el protagonista absoluto en la noche de esta conversación) Creo que algunos somos mucho más libres que otros. Uno puede pensar en libertad cuando tiene las necesidades cubiertas: un buen entorno familiar, soporte emocional, recursos económicos, acceso a la cultura, comida en plato, cuando no hay que preocuparse tanto de las necesidades materiales y afectivas más primarias uno puede empezar a pensar en la libertad, incluso en la felicidad; antes de eso me parece que no. Yo estoy en una cuadra donde hay dos refugios, y hay gente todo el día sentada en la calle esperando para entrar a la tarde. Me parece que si me preguntás si somos libres como sociedad o como comunidad, no lo creo. Ahora si me preguntás si yo soy libre, me siento bastante libre porque pude decidir qué estudiar y hacerlo sin trabajar, pude dedicarme a lo que me gusta sin preocuparme por mantenerme, porque mis padres lo hicieron por mí. Me parece que hay un montón de condiciones previas que hacen que después uno pueda llegar a pensar en esas cosas.
Mañana se hace el milagro y Pablo Daniel, de un año de edad, habla. Lo primero que le dice es: “Mamá, recomendame un libro”.
(Risas) Bueno, mi amor, vamos a leer los libros de María Elena Walsh. Estamos escuchando mucha música para niños, obviamente. Y estoy fascinada con Walsh porque tiene ese componente de absurdo, imaginación y ternura que nosotros los adultos olvidamos: el mundo puede ser un lugar fantástico donde se va descubriendo. Por eso me gustan mucho los libros para niños y, por eso, trato de entrevistar autores infantiles, y editarlos también. Ahora sacamos un libro de Martín Otheguy: “El invierno es un lobo que viene del norte “. Martín lo que tiene es que no lo podés clasificar para una edad, él tiene ese componente siempre de lo maravilloso, del asombro , esa cualidad que tiene mucho que ver con la mirada del niño; me parece fantástico que Pablo lea ese tipo de cosas.
Nos vamos al futuro, cuando su hijo tiene 18 años y le pide que le recomiende otro libro.
A mí un libro que me marcó mucho en la juventud fue Netchaiev ha vuelto de Jorge Semprún. Me acuerdo cuando él murió, yo estaba en la facultad en ese momento y me chocó mucho la noticia.Tenía que ver con un grupo de exrevolucionarios que habían adoptado una vida burguesa y se habían adaptado a la sociedad, seguido con sus vidas y convertido en adultos funcionales. Uno de ellos, que pensaban estaba muerto, vuelve a traer ese pasado a sus vidas. Supongo que lo relacioné con el pasado reciente en Uruguay. Siempre me llamó mucho la atención cómo esa gente a los veinte años había decidido hacer una guerrilla, que había una causa por la cual podía abandonar su vida y que después fueran presos por diez o incluso quince años. Acá en casa, mi pareja y yo, los dos somos hijos de ex presos políticos; cómo después retomas tu vida después de todo ese tiempo de revolución y de encierro.
Me quedo con ese autor y con uno de sus personajes: Federico Sánchez. ¿Le hubiese gustado vivir esa época tan dolorosa para Uruguay?
No, de ninguna manera. Me gusta la época que me tocó vivir. Creo que las cosas de a poco van siendo un poco más justas.
¿No cree que la sociedad de hoy perdió esos ideales?
No creo para nada que se hayan perdido ideales. De hecho, si vas a una marcha del 8 de marzo te vas a dar cuenta que no se perdieron. Vivo en el centro. Cada vez que una mujer es asesinada por violencia de género hay un montón de personas que se juntan y hacen una alerta feminista y se enfrentan a los autos con la calle sin cortar. Yo estoy en un grupo en Facebook llamado Mercada Feminista, donde mujeres hacen intercambios laborales y, ahí, todos los días uno ve pedidos de ayuda y ves cómo se organizan enseguida para ayudar con colectas, oportunidades laborales, ropa, donaciones de todo tipo. Yo no veo que se hayan perdido valores.
¿Cuál es la mejor hora para leer?
(Risas) Cuando mi bebé se duerme, ya sea de noche o durante su siesta.
¿Le da revancha a un libro o lee las primeras páginas y si no le gusta lo deja?
Si no me engancha de un principio, después me es difícil. Si alguien me recomienda algo, lo leo.
¿Se hace o se nace escritor?
Creo que hay un poco de ambas, es una pregunta que me hago hace mucho tiempo. Me parece que hay gente que tiene un talento que no sé si es innato o si es construido. Después es algo que se trabaja, y también hay que animarse, tener valentía para ser escritor y publicar.
¿Alguna vez fue cobarde?
Puedo llegar a ser cobarde en lo profesional o en mostrarme. Siempre dudo mucho si lo que hago tiene valor. Antes era muy tímida, ahora soy tímida. Aunque en mi vida personal creo que no he sido cobarde.
¿Cuál ha sido su mayor valentía?
Tener un hijo. Eso te cambia la vida, es un compromiso enorme. A veces pienso en las madres solteras, con pocos recursos, sin apoyo familiar, sin ese mundo de contención que hace que la maternidad sea una experiencia agradable, incluso sublime.
¿De qué libro le hubiese gustado ser editora?
Elena Ferrante, una mujer italiana que nadie sabe quién es, ya que ese es su seudónimo, escribió la saga de las novelas napolitanas, que para mí es el libro definitivo de la experiencia de ser mujer. Me hubiera encantado conocerla, y poder editarla.
¿Qué tiene de su madre en su personalidad?
Espero que sean las ganas de ayudar a otros. Mi madre es alguien que, no importa si lo merecés o no, ella siempre va a estar, apoyarte y buscar cómo ser lo mejor que puede ser contigo. Me parece que esa es la mayor virtud de todas, no solo de mi madre. Quiero que mi hijo sea así, y que todos seamos así.
Y de su padre, ¿qué le gustaría tener de él?
La inteligencia, la cultura. Mi padre es una persona extremadamente culta. Lo descubrí jugando Trivia de chica con él. Intentó pasarme algo de su conocimiento en la adolescencia, cuando aparecía con algún libro, por ejemplo, de Erich Fromm, y así me fui formando.
¿Cuál es el peligro cuando uno busca los sueños?
Uno siempre tiene miedo a fracasar y que otros se enteren de que uno fracasó. Que te vean fracasar de forma pública, yo le tengo mucho miedo a eso, que la gente vea cuando a uno le va mal. Si uno escribe una novela y fracasa porque no sabe escribir, nadie se entera; si uno hace un emprendimiento más público es distinto.
¿Qué es el éxito?
Tiendo a creer que el éxito tiene que ver con cuando uno se siente cómodo, contento y logra hacer algún pequeño cambio, afectar o ser una clase de influencia positiva en otra gente.
¿Qué es la pasión?
Creo que tiene que ver con lo irrefrenable, con lo que uno no puede evitar ser o intentar hacer.
¿Es una mujer muy apasionada?
Creo que sí, intento serlo.
¿No haría nada sin pasión?
No. Si tuviera que hacerlo, si el día de mañana no pudiera dedicarme a lo que me gusta para sustentarme, lo haría también, pero por suerte no me ha tocado hacer algo que no me gusta.
Defínase usted, que se conoce como nadie más, en una palabra.
Voraz.
Textos: Daniel Alejandro