El día después debe ser el más difícil de sobrellevar, el vacío que deja una ausencia es una sensación que sólo quien la experimenta puede entenderla. Así me siento hoy al escribir estas líneas sobre quien fue por una década y poco, no solo un referente sino un amigo, de esos que se aprende a querer sin excusas. Así llegó el nefasto día de tener que despedirlo, sin aviso, de forma inesperada y testaruda, como era él. Nos mostró el camino a seguir hasta en su último día y, como una bofetada, su muerte nos despabiló… porque lo creíamos eterno. Se fue el «Bicho» Bonomi y lo hizo de la única manera que sabía, dejando todo en la cancha sin importar el riesgo que asumía. Así fue durante el tiempo que compartí con él en la cartera más difícil del gobierno como la del Ministerio del Interior. El tiempo será quien lo reivindicará -más temprano que tarde- como el verdadero transformador de la Policía Nacional. Una fuerza que no estuvo a la altura (por temor o por decisiones propias), a la hora de su partida. Pero, hay veces en que el silencio es el mejor mensaje y esta fue una de ellas. No hubo sirenas encendidas ni simulacros de apoyo que respondieran a orden de operaciones alguna, tan solo silencio. Un silencio abrumador que los califica. Ayer despedimos al Bicho, al compañero, al político, pero sobre todo… al amigo
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«Hoy me levanté injusto»
Esa frase del inefable Inodoro Pereyra, era una referencia que utilizaba con relativa frecuencia para adelantarnos que esa jornada iba a ser más crítico de lo acostumbrado. Dueño de una memoria prodigiosa, ser detallista y metódico, eran cualidades que complementaban aquel atributo que supo mejorar en el «hospedaje» obligado de la prisión.
Con esa impronta supo desmontar sus responsabilidades y distribuirlas en el equipo de gestión que lo acompañamos durante una década (2010 – 2020).
Al vértigo impreso en la gestión, apurados por la necesidad de las transformaciones propuestas para refundar una institución signada por décadas de abandono, se le sumaba la triste realidad que no daba respiro. A poco de asumir, (8 de julio de 2010), la tragedia nos impactó en la cara con un devastador incendio en la cárcel de Rocha y allí mismo empezaron a pedir su renuncia. Hacía pocos meses que había asumido y la mezquindad opositora comenzaba a procrear su peor engendro.
Uno que mantuvieron firme durante toda su gestión, sin el menor recaudo por intentar contribuir a la concreción del acuerdo que meses antes habían firmado todos y que Bonomi cumplió en su totalidad, a pesar de ellos.
Porque así fue desde siempre su labor, cuestionada hasta cuando no hacía otra cosa que cumplir lo que había acordado con quienes le pedían la renuncia. Esos mismos que hoy justifican los delitos con los mismos argumentos que antes le criticaban a Bonomi, contando con una claque mediática que no los interpela ni cuestiona hoy, salvo honrosas excepciones.
Fueron 10 años de trabajo intenso, fecundo, con aciertos y con errores. ¡Claro que hubo errores!, pero ninguno determinante de la situación de inseguridad que se le atribuyó de forma injusta. Porque al Bicho le atribuyen la razón de todos los males, sin embargo, terminaron confirmando que su estrategia y sus análisis eran correctos al punto que hoy los utilizan para fundamentar su gestión. Y está bien que lo hagan porque no hay (ni hubo nunca), otra interpretación posible, salvo la chicana política de utilizar la inseguridad como botín electoral. Un botín que es una bomba que empieza a explotarles en la cara dejándolos aturdidos y sin respuesta.
No hubo nadie, ni antes ni ahora, que le diera mayor respaldo a la Policía que Eduardo «Bicho» Bonomi, artífice principal de la dignificación de la Policía Nacional a partir del salario, la capacitación, y la mejora de los recursos tecnológicos. Nadie, absolutamente nadie, hizo lo que dejó Bonomi y su equipo. Hoy, tan solo administran un legado que -aunque les duela- tiene nombre y apellido que será eterno y es el de Eduardo Bonomi.
Junto a Julio Guarteche primero y Mario Layera después, construyeron La Nueva Policía, esa que hoy empieza a dar señales de alerta ante la pérdida de salario, ausencia de recursos (que no se asignaron presupuestalmente), y que pulsa de la peor manera en un sistema penitenciario que cortó su transformación para retomar viejas prácticas de seguir hacinando gente en establecimientos sin mantenimiento ni recursos humanos.
Envalentonados por mensajes marketineros, han llevado a la Policía a perder lo que había conquistado durante una década de acercamiento a la ciudadanía, al punto que había logrado el mayor nivel de confianza que hoy se cruza con un aumento de casos de abuso policial que -a no ser por encuestas de dudosa credibilidad- mostrarán un notorio descenso.
Nadie respaldó más a la Policía como el «Bicho» Bonomi, no solo profesionalizando la gestión desde el salario hasta el uniforme, sino exponiéndose personalmente. Como aquella vez que defendió a un Policía que actuó en cumplimiento de la ley, en el barrio Los Palomares. El uniformado había abatido a un delincuente en plena persecución y tiroteo, siendo procesado con prisión por homicidio. Aquella vez muchos le sugeríamos cautela y prudente espera de la resolución judicial, sin embargo él -con su natural frontalidad y convencido que tenía que defender lo justo- salió al cruce de aquel procesamiento con prisión justificando el accionar de aquel policía.
El tiempo, ese mismo tiempo que lo reivindicará sin dudas, le dio la razón y la Justicia demostró que aquel Policía no hizo más que aplicar la fuerza en cumplimiento de la ley respondiendo con su arma de reglamento ante los disparos de un delincuente que terminó abatido. Fue la filmación de un canal de televisión la que aportó la prueba final que permitió hacer justicia y llevó al sobreseimiento de aquel uniformado. Recuerdo el enorme agradecimiento que tuvo con el Ministro quien lo recibió en su despacho una vez que fue liberado y recompuesta su carrera funcional como correspondía. Aquella vez, el Bicho se ganó el respeto de toda la fuerza policial, pero se ve que hoy no recuerdan el hecho y prefieren respaldos simbólicos que los han conducido a desfilar por los juzgados como no lo hicieron entonces.
Ese era el Bicho Bonomi, ese era el Ministro del Interior que han demonizado algunos; alguien que tuvo la brillantez de entender un día que la violencia en el fútbol no se iba a solucionar nunca con un pulmón separando hinchadas sino con un cambio cultural y ahí se dio el lujo de crear «Pelota al Medio a la Esperanza». Un programa por el que pasaron miles de estudiantes y escolares, para dar oportunidades a gurises fomentando el estudio junto con la recreación deportiva. Una idea que presentó para propiciar ese cambio cultural que entendía como imprescindible para dar vuelta una tendencia que nos venía golpeando duro.
Su gestión terminó cuestionada y sobredimensionada negativamente por una campaña sostenida de desprestigio. Sin embargo, bastaron 2 años al actual gobierno, para contemplar el deterioro de la institución que si no ha sido mayor fue gracias a una pandemia que ralentizó todo en el país y en el mundo. Hoy se empiezan a ver las tendencias y no son para nada alentadoras. La promocionada baja de denuncias de los delitos se desnuda con un incremento notorio de la violencia a partir de julio de 2021 que no cesa y los homicidios registran un incremento sostenido sin que se ensayen respuestas adecuadas, salvo los diagnósticos de Bonomi que ahora hicieron suyos sin que nadie se los recuerde.
Adiós a un amigo
El día después es muy duro, el nudo en la garganta sigue allí; las lágrimas brotaron espontáneamente cuando tomé conciencia de tamaña ausencia. Es que era el primer día sin el Bicho al alcance de una llamada telefónica o un mensaje de whatsapp. Ya no estará su ocurrencia inteligente, su crítica acertada, su recomendación o sugerencia. Ya no tendremos la estrategia pronta, el documento listo, ni su invitación para juntar a la barra.
Ya no bromearé más con su «cuadro muleto», en referencia a la simpatía «Bohemia» de aquel «Bolso positivo». Ya no me sentaré a mirar un partido de Uruguay con él, ya no seré uno de sus consultores literarios cuando compartía sus obras esperando una opinión. Ya no habrá más tiempos compartidos ni proyectos discutidos para ejecutar. Ya no escucharé aquel cuento de los enanos jugadores de fútbol que escapaban del futbolito y que nos tuvo por casi media hora expectantes del remate, anexando detalles interminables, preparando el risueño desenlace. Ya no estará la cara seria de Lidia, (su secretaria), filtrándole visitas al despacho, procurando brindarle un mínimo descanso a quien no paraba un instante de resolver situaciones. Ya no habrán comités de base, casas de compañeros, pueblos, villas o asentamientos, que esperen ansiosos su mensaje. Ya no habrán salidas a pescar, actividad que lo apasionaba y de la que hacía merecida ostentación por su habilidad en la misma. Ya no habrán más partidas de truco, esas que disfrutaba al verlos debatirse entre «faltas envido y vale cuatro».
El silencio de los «responsables»
La despedida fue con su gente, la barra que siempre estuvo y a la que siempre respondió. esa que lo sabía comprometido hasta el último día de su existencia. Fueron notorias las ausencias, sobran los dedos de una mano para enumerar las honrosas excepciones que dieron su respetuoso saludo a los afectos que dejó una figura como la de Bonomi. Más allá de toda discrepancia política, no hubo ni un solo reconocimiento -aunque más no fuera formal- en la casa de la democracia (Palacio Legislativo), por parte de la cartera que lo tuvo una década al frente. No hubo delegación alguna que representara a la cúpula ministerial, la empatía republicana faltó a la cita y fue notoria. El Presidente de la República -tan afecto a las redes sociales- hizo un silencio abrumador que afecta una investidura que debiera representarnos a todos.
Lo único cierto y contundente es que ya no habrá a quien echarle la culpa de todos los males.
El tiempo y solo el tiempo, hará justicia con quien fue sin dudas el mejor Ministro del Interior que se recuerde en mucho tiempo.
Un periodista me dijo un día que un político (que hoy funge en un cargo de gobierno y entonces era oposición), le había reconocido que «Bonomi, es (era) el mejor Ministro del Interior desde el regreso de la democracia… pero si prendés la cámara te lo niego». Eso resume todo lo que se ha dicho desde siempre sobre Bonomi, sufriente mortal de la peor mezquindad posible de la política uruguaya.
La historia lo reconocerá -más temprano que tarde-; por ahora, seguiré procurando cicatrizar esta profunda herida emocional que me dejó su partida.
Hasta siempre, Bicho…
el hombre aplaudió hasta enrojecer sus manos,
el perro todavía sigue llorando…