El sureste australiano está siendo azotado por las llamas desde el pasado mes de octubre. Los bosques arden. Es algo natural y generalmente positivo puesto que los incendios llevan en nuestro planeta 400 millones de años, tanto tiempo como las plantas terrestres. Muchas plantas y animales dependen de los incendios para su ciclo vital. El problema se produce cuando los incendios ocurren fuera del régimen histórico al que los bosques están acostumbrados.
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Para los bosques, dicho régimen consiste en que el 1% de su superficie, o menos, arde anualmente. Pero en el estado de Nueva Gales del Sur ha ardido un porcentaje mucho mayor solo en esta temporada de incendios: unas 4 millones de hectáreas, que equivalen al tamaño de Extremadura.
Además, los fuegos en los eucaliptales que predominan en Nueva Gales del Sur, históricamente, se propagan principalmente por la superficie del bosque: la hojarasca y el estrato arbustivo, mientras que la copa de los árboles se quemaba posteriormente. Sin embargo, es inusual encontrar áreas extensas donde se han quemado por completo las copas de los árboles en incendios de alta intensidad, como está ocurriendo este año.
¿Y por qué se están produciendo ahora estos incendios sin precedentes?
Los bosques de Nueva Gales del Sur almacenan la suficiente biomasa, o combustible, como para crear incendios de gran envergadura. Sin embargo, estos incendios son raros porque, generalmente, la vegetación no está lo suficientemente seca como para que se puedan producir estos “gigaincendios”.Pero este año hemos vivido nuevos récords de sequía, así como de temperatura, lo que ha transformado estos bosques en altamente inflamables.
Además, a medida que avanza el cambio climático, la atmósfera se vuelve más inestable. Esto favorece la generación de pirocúmulos, o nubes de humo, que pueden dar lugar a verdaderas tormentas de fuego, como se ha registrado en los incendios australianos de este año.
Una catástrofe para la salud, la economía y la biodiversidad
Los incendios forestales importantes también crean problemas importantes para la salud y pueden incluso desembocar en muertes neonatales así como en adultos por problemas cardiorespiratarios. Anualmente fallecen unas 339.000 personas por inhalación de humos derivados de los incendios en todo el planeta.
Los efectos de los incendios sobre la economía serán igualmente nocivos y se trasladarán a prácticamente todos los sectores productivos. Durante los incendios, el transporte se ve interrumpido y se reduce el consumo, por lo que muchos sectores se ven alterados. Se estima que, con los incendios actuales, el PIB de Sidney disminuya hasta 50 millones al día, lo que equivale al 4% del PIB de la ciudad.
A nivel ecológico, cabe esperar que los marsupios arbóreos sean quienes se lleven la peor parte. Especies como los emblemáticos koalas, o los planeadores, no pueden escapar de las llamas por lo que son particularmente vulnerables. Desconocemos hasta qué punto la vegetación se recuperará tras el incendio. Generalmente, la recuperación es rápida, ya que las plantas australianas son capaces de rebrotar o de regenerar tras el fuego (aunque hay excepciones).
Sin embargo, la sequía extensa que ha precedido a los incendios puede haber agotado las reservas necesarias para rebrotar. Asimismo, la regeneración por semilla puede verse afectada, ya que la intensidad de los gigaincendios ha eliminado los árboles madre (aquellos árboles que sobreviven al incendio y que aportan semillas tras el paso de las llamas).
¿Puede extenderse a otras partes del mundo?
A medida que se seca la vegetación, aumentará la probabilidad de que se produzcan incendios de estas características en zonas con alta carga de vegetación que, actualmente, están libres del fuego. Estamos hablando de áreas como los Pirineos o el centro de Europa, que pueden experimentar grandes fenómenos en cuestión de años o décadas, poniendo en riesgo a la población.
Los primeros megaincendios acompañados con pirocúmulos y grandes tormentas de fuego llegaron a Europa en el año 2017, donde dejaron un comportamiento del fuego inusitado en Portugal. Si no combatimos el cambio climático de forma urgente y drástica, cabe esperar que vivamos escenarios parecidos a los australianos en otros lugares del planeta en un futuro cercano.
*Basado en información de National Geographic.com.es