A los 15 años emigró a Estados Unidos, donde comenzó un camino académico que lo llevaría a convertirse en uno de los científicos más citados del mundo. Hoy, su grupo de investigación acumula más de 250.000 citas, y sus aportes se aplican en laboratorios y proyectos de sostenibilidad a nivel global.
Desde la Universidad de California en Berkeley, donde actualmente trabaja, Yaghi defendió el valor social de la ciencia: “La ciencia es la mayor fuerza niveladora del mundo. No solo impulsa la innovación, también abre caminos para quienes no los tenían”. Su vida, marcada por la adversidad, da testimonio de esa idea.
El anuncio del Nobel resonó especialmente entre las voces que denuncian los crímenes cometidos contra el pueblo palestino. En redes sociales, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, escribió: “Omar Yaghi, palestino, acaba de ganar el Premio Nobel de Química. Los últimos serán los primeros”, en alusión a la histórica marginación que sufre Palestina y al orgullo que representa este galardón.
El premio llega cuando Israel continúa su ofensiva militar sobre Gaza, que ha dejado decenas de miles de muertos y desplazados, y ha sido calificada por organismos internacionales y expertos en derechos humanos como un genocidio. En ese escenario de horror y despojo, el reconocimiento a un palestino por parte del Comité Nobel adquiere una dimensión profundamente simbólica, la afirmación del valor de la vida, del conocimiento y de la humanidad frente a la destrucción.
“Las personas inteligentes, talentosas y competentes existen en todas partes. Deberíamos enfocarnos en liberar su potencial ofreciéndoles oportunidades”, dijo Yaghi, para recordar que el talento no entiende de fronteras ni ocupaciones. Su propia trayectoria es la prueba viva de ello.