Debía ser una celebración al más alto nivel. Sin embargo, se redujo a una recepción ofrecida por la reina Isabel II en el Palacio de Buckingham. Debía haber sido la cumbre más importante de la década y, en cambio, se limitó a una breve sesión plenaria de menos de tres horas en un hotel en las afueras de Londres y con un tiempo máximo de cuatro minutos a disposición de cada uno de los 29 jefes de Estado participantes.
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Los 70 años de la fundación de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) -la alianza militar más importante y poderosa de la historia moderna-, celebrados la semana pasada en Londres, debía haber sido el momento más apropiado para unificar los objetivos y la estrategia del futuro y, por el contrario, puso en evidencia las mayores divisiones entre los aliados interoceánicos desde la crisis por la nacionalización del Canal de Suez en 1956 y la invasión estadounidense de Irak en 2003.
Estados Unidos versus OTAN
Desde que se instalara en la Casa Blanca, Donald Trump no ha dejado de expresar sus críticas al funcionamiento de la alianza, calificándola de obsoleta y llegando al límite de cuestionar al mismísimo artículo 5, el que compromete a los Estados a defender a cualquiera de sus otros miembros si son atacados por una potencia externa; fue precisamente la defensa común ante el peligro de la expansión de la Unión Soviética y sus aliados la razón fundamental del nacimiento de esta alianza militar intergubernamental según el Tratado del Atlántico Norte o Tratado de Washington, firmado el 4 de abril de 1949 por Estados Unidos, Canadá y diez países europeos.
Hace un año y medio, Trump ya había condicionado su participación a la cumbre anterior de la organización al compromiso de sus aliados de elevar su gasto militar a un mínimo del 2 por ciento de su Producto Interno Bruto.
“Nosotros pagamos tanto y ellos tan poco”, se quejó entonces el presidente, agregando que “pagamos como mínimo el 70% de la OTAN y francamente les ayuda mucho más a ellos que a nosotros”.
Reafirmándose en sus dichos en esta cumbre aniversario, Trump se reunió exclusivamente con los miembros que más gastan en defensa, lo que el mismo calificó como “los del 2 por ciento”. “Por eso este almuerzo lo pago yo”, se ufanó el magnate.
Francia versus Estados Unidos y Turquía
Pocos días antes de esta cumbre fue Emmanuel Macron quién asumió el rol de gran acusador de la alianza militar, a la que le diagnosticó “su muerte cerebral”.
Antes de reunirse con su colega francés, al margen de la reunión, Trump calificó las declaraciones de Macron sobre la salud de la OTAN de “francamente repugnantes”.
“Creo que es un insulto” a los otros 28 países miembros y “quedé sorprendido”, subrayó el presidente de EEUU, al tiempo que consideró que ha sido una manifestación “peligrosa” porque “nadie necesita más a la OTAN que Francia”.
La OTAN “no es solo sobre dinero”, le replicó Macron a Trump en una crispada conferencia de prensa, insistiendo en la necesidad de definir “qué es lo que la OTAN debe ser”, sus objetivos y sus estrategias.
Por su parte, antes de abordar el avión que lo trasladó a Inglaterra, el presidente turco Recep Erdogan había dicho al su homólogo galo que esas declaraciones “solo convienen a las personas como tú, que están en estado de muerte cerebral”.
Lejos de retractarse, Macron se reafirmó en sus declaraciones y consideró que las mismas han contribuido a la decisión de los aliados de encargar al secretario general, Jens Stoltenberg, a hacer propuestas con el apoyo de expertos para “reforzar más la dimensión política” de la OTAN.
Turquía versus OTAN
Al triple fuego cruzado de invectivas Macron-Trump-Erdogan, a los reclamos presupuestales de Washington se sumó, quizás, la crisis de mayor envergadura que hoy sacude a la alianza: la “cuestión turca”.
La adquisición de Ankara del sistema ruso de defensa de misiles tierra-aire S400, su intervención unilateral e inconsulta en el noroeste de Siria, y finalmente la amenaza turca de abandonar la estructura militar de la Alianza Atlántica -como hizo Francia en los 60- y boicotear cualquier declaración de la cumbre si no se consideraba a las milicias kurdas del YPG -apoyadas hasta ahora por Estados Unidos y otros países europeos en la contienda siria- como una organización terrorista. “Si nuestros amigos de la OTAN no reconocen como organizaciones terroristas las que nosotros consideramos como tales, nos opondremos a cualquier paso que se quiera dar”, proclamó Erdogan horas antes de comenzar la sesión plenaria.
Pese a todo, los 29 estados miembros -que serán 30 una vez adhiera Macedonia del Norte- lograron silenciar la cacofonía de voces y las acusaciones e insultos y consensuaron una declaración final pletórica de obviedades y que se limita a un llamamiento a la unidad de la alianza, se reafirma el compromiso con la defensa colectiva y se propone la apertura de un proceso de reflexión sobre la estrategia futura de la organización.
OTAN versus China
Sin embargo, la “Declaración de Londres”, entre sus nueve puntos, incluyó uno por cual será recordado este 70º aniversario: “Reconocer la creciente influencia de China y sus políticas internacionales que representan oportunidades y desafíos que necesitamos abordar juntos como una alianza”.
La organización político-militar que surgió en el inicio de la Guerra Fría para contrarrestar la amenaza soviética, 30 años después de la caída del muro de Berlín, asume por primera vez desde su fundación que su gran desafío del siglo XXI es el gigante asiático y “mantener nuestra ventaja tecnológica, al tiempo que preservamos nuestros valores y normas”.
De China preocupa su sofisticado e ininterrumpido avance tecnológico en todos los planos y en especial su uso en el ámbito de la defensa. El nuevo misil balístico intercontinental con capacidad para alcanzar a Europa y a Norteamérica, su “joya de la corona”, exhibido el 1º de octubre durante el desfile militar del 70 aniversario de la fundación de la República Popular, encendió la luz amarilla del Pentágono y sus aliados trasatlánticos.
La OTAN también se hizo eco de una de las obsesiones recurrentes de la Administración Trump: la tecnología 5G de la cual China, y en particular el gigante Huawei, le ha sacado una ventaja importante a sus competidores norteamericanos y europeos.
“La OTAN y sus aliados, dentro de sus respectivas autoridades, se comprometen a garantizar la seguridad de nuestras comunicaciones, incluida la 5G, reconociendo la necesidad de confiar en sistemas seguros y resistentes”, se lee en la declaración final.
Si bien la “amenaza china” para Estados Unidos es un factor de cohesión para una organización cada vez más cuestionada y depreciada, sumar un aliado estratégico a su guerra comercial, digital y diplomática contra el gigante asiático, para Europa -principal destino de las inversiones chinas en infraestructura y telecomunicaciones (los dos ejes estratégicos del megaproyecto chino Nueva Ruta de la Seda)- puede ser un caballo de Troya para su frágil economía.
“He hablado con Italia y no va a avanzar con esto (China). También con otros países. Nadie con el que hablo piensa en ir más lejos”, reconoció el propio Trump que, muy a su pesar, aceptó que la declaración conclusiva aludiera expresamente a los “desafíos”, pero al mismo tiempo a las “oportunidades” que representa el gobierno de Beijing para la gran mayoría de los países de la OTAN. ¿China socio o China rival? Nació ChinOTAN.