Entre el 29 de noviembre y el 3 de diciembre de 2012 se realizó en Atlanta (capital del estado de Georgia, Estados Unidos) una de las numerosas convenciones de la Fundación Paz Global, que presidieron los herederos de la secta Moon, Hyung Jin y Kook Jin Moon (hijos del reverendo Sun Myung Moon), titulada ampulosamente “Una familia bajo Dios”.
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Como las demás actividades de la referida fundación, estuvo dirigida a trabajar en el apoyo a partidos y movimientos de derecha en diversas partes del mundo y particularmente en América Latina.
Tiene su origen en la llamada Iglesia para la Unificación, fundada en Corea del Sur en 1954 por el fallecido Sun Myung Moon (1920-2012), conocido como gurú, líder de multitudes, traficante de armas y acusado de “manipulación mental”.
La Iglesia de la Unificación patrocina en todo el mundo muchas organizaciones, incluyendo empresas (recuérdese el Banco de Crédito en Uruguay y el proyecto de puerto en el Cerro), medios de comunicación (como el diario Últimas Noticias), proyectos en materia de educación y activismo político y social que apuntaron activamente a “derrotar al comunismo en el mundo” durante la Guerra Fría.
La iglesia fue dirigida por Sun Myung Moon hasta su muerte, el 3 de setiembre de 2012, momento en que su esposa Hak Ja Han y sus hijos Hyung Jin Moon y Kook Jin Moon asumieron el liderazgo del grupo.
En Estados Unidos, adonde llegó en 1970, Moon hizo giras por todo el país predicando a grandes multitudes. Muchos de los padres y familiares de los convertidos se quejaron de que sus seres queridos fueron manipulados y enajenados mediante intensos procesos de adoctrinamiento y muchos desertores declararon haber sido víctimas de abuso psicológico, espiritual y laboral.
En 1982, Moon fue acusado y condenado por evasión de impuestos, como Al Capone, y pasó 18 meses en una prisión federal de los Estados Unidos. Ese mismo año fundó el diario The Washington Times, reconocido como la alternativa conservadora a The Washington Post.
En 1990, Moon se manifestó responsable de la caída del comunismo soviético, mientras la iglesia y sus organizaciones vinculadas acumularon millones de dólares y fundaron numerosas instituciones colaterales como la mencionada Fundación Paz Global.
A la reunión mencionada de 2012, asistieron por Uruguay el expresidente Luis Alberto Lacalle, el exministro del Tribunal de Cuentas Ruperto Long y Jorge Charleta Guldenzoph, agente de la Iglesia de la Unificación y torturador y violador de presas políticas.
Hablaron en Atlanta el expresidente paraguayo Juan Carlos Wasmosy, el expresidente de Guatemala Vinicio Cerezo, Luis Alberto Lacalle, el doctor Leonardo Guzmán, exministro de Educación y Cultura, y Ruperto Long.
El legislador dominicano y entonces presidente de la Conferencia de Partidos Políticos de América Latina (Coppal), Manuel de Jesús Pichardo, en declaraciones al programa Hoy no es un día cualquiera, conducido por Cristina Richieri en Lacatorce 10, declaró: “Lacalle utilizó una expresión, que yo defino como de Guerra Fría, en la que habla de que ‘a estos comunistas no se les puede ganar por la vía electoral’”. Y por ello había que “concentrarse en los medios de comunicación y en sectores del Poder Judicial”.
La convención de Atlanta marcaba un camino para enfrentar a los gobiernos progresistas que en la primera década del siglo XXI comenzaron a extenderse por el continente. Y vaya si en Brasil aplicaron sus recetas.
Del Lava Jato a la presidencia de Bolsonaro
La operación Lavado de Autos, conocida como operación Lava Jato, fue el mayor escándalo de corrupción ocurrido en Brasil luego del mensalão. Fue una investigación iniciada en marzo de 2014 por la Policía Federal Brasileña, con más de una centena de citaciones que tenían como objetivo investigar un esquema de lavado de dinero sospechoso de mover aproximadamente 2.640 millones de dólares.
A partir de la denuncia inicial, se emprendieron investigaciones que terminaron con la identificación de cuatro grandes grupos criminales, dirigidos por Carlos Habib Chater, Alberto Youssef, Nelma Mitsue Penasso Kodama y Raul Henrique Srour.
Hasta abril de 2014, la operación ya contaba con 46 personas acusadas por la creación y participación en la organización del crimen, crímenes en contra del sistema financiero nacional, falsedad documental y lavado de dinero. Fueron apresadas 30 personas, entre ellas, Alberto Youssef y el exdirector de Petrobras Paulo Roberto Costa.
El 16 de diciembre de 2015, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva prestó testimonio en el marco de la operación Lava Jato en condición de informante, no de investigado, aunque diversos observadores de la política brasileña afirmaban que había maniobras judiciales para encarcelar a Lula, evitando su reelección como presidente de Brasil.
En enero de 2016, el fiscal general de la República, Rodrigo Janot, afirmó que el esquema de corrupción constataba 161 hechos de corrupción en 34 contratos, 123 enmiendas y cuatro transacciones extrajudiciales. La investigación concentró sus trabajos en la actuación del PT y del PMDB en el esquema.
En marzo, se autorizó la apertura de la investigación para investigar a 49 personas -47 políticos- sospechosos de su participación en el esquema de corrupción de Petrobras revelado por la operación Lava Jato. Entre los nombres que serían investigados estarían 32 políticos quienes fueran miembros del PP, 7 del PMDB, 6 del PT, 1 del PSDB y 1 del PTB.
Dilma Rousseff fue citada 11 veces y Aécio Neves fue denunciado junto con José Serra y el expresidente de la República, Michel Temer.
Las investigaciones contra el senador Aécio Neves fueron archivadas por determinación del ministro Teori Zavascki.
El 7 de Abril de 2018, el expresidente y candidato a presidente de Brasil por el PT, Luiz Inácio Lula da Silva, fue detenido por el pedido del juez Sérgio Moro. Lula fue acusado de corrupción por beneficiar a la constructora OAS (una de las 16 empresas que estafaron a Petrobras manipulando licitaciones), de la que supuestamente recibió un departamento de lujo de tres pisos en Guarujá a cambio de favorecerla en sus negocios con la petrolera. Fue trasladado desde San Pablo a Curitiba, donde cumple una condena de 12 años.
Las elecciones generales se llevaron a cabo en Brasil desde el 7 octubre de 2018, como primera vuelta. La segunda vuelta se llevó a cabo el 28 de octubre de 2018, en las que resultó electo el candidato ultraderechista Jair Bolsonaro.
La “doctrina de Atlanta” obtenía su primer triunfo importante.
Corrupción en el Palacio de Justicia
A principios de junio, un reportaje del diario The Intercept Brasil, realizado por el periodista estadounidense Glenn Greenwald, ganador del premio Pulitzer, entre otras distinciones, señala que el exjuez Sérgio Moro, hoy ministro de Justicia del Gobierno de Jair Bolsonaro, y el fiscal de la operación Lava Jato, Deltan Dallagnol, intercambiaron mails durante la investigación, lo cual está prohibido por la Constitución y el Código Penal brasileño.
The Intercept Brasil reveló que el actual ministro de Justicia orientaba las investigaciones del fiscal del Lava Jato para facilitar las condenas. Tuvo acceso a mensajes intercambiados entre los integrantes del proceso, enviados por una fuente anónima. Los archivos demuestran que Moro sugería fuentes, orden de las operaciones y tomaba un papel directo para los procesos que posteriormente juzgaría.
El artículo de Greenwald cuestiona la imparcialidad del hoy ministro cuando era responsable del juicio en primera instancia de varios casos de corrupción en Curitiba. Entre ellos, el del apartamento de Lula en un balneario de San Pablo, supuestamente comprado con dinero de sobornos de la constructora OAS, que se benefició de contratos de Petrobras.
En las conversaciones privadas obtenidas por The Intercept Brasil, “Moro recomendó al fiscal que cambiara el orden de unas etapas de la investigación, pidió agilidad en las operaciones, dio consejos estratégicos y pistas informales y anticipó al menos una decisión, criticó y sugirió recursos al Ministerio Público e incluso retó a Dallagnol.
Obviamente no se trata de un mero asunto procedimental. A causa de este proceso, Lula fue inhabilitado para concurrir a las elecciones por la presidencia del Estado cuando era el favorito en las encuestas. Esta prohibición además sufrió por cuestiones de procedimiento varios retrasos, debido a lo cual el PT eligió tarde a su candidato definitivo, Fernando Haddad. Las elecciones presidenciales fueron ganadas, como sabemos, por el ultraderechista Jair Bolsonaro, quien eligió como ministro de Justicia al juez Sérgio Moro, hoy implicado en acusaciones severas de corrupción judicial.
Ante el aluvión de protestas y acusaciones, el presidente Bolsonaro, que viene de reunirse con su par Mauricio Macri (interviniendo con sus opiniones en el proceso eleccionario argentino), respondió a lo Trump, condecorando a Sérgio Moro.
El baile recién empieza
Pero el ministro de Justicia, Sérgio Moro, está en el ojo de la tormenta. El exhéroe justiciero, que atacaba a los poderosos señalados por corrupción, ahora es el blanco de las acusaciones y ha perdido el apoyo incondicional de muchos aliados. El diario O Estado de S. Paulo, que siempre demostró simpatía por Moro y apoyó la operación Lava Jato mientras mostraba antipatía por Lula, publicó un editorial titulado ‘Mucho por aclarar’, repleto de críticas sobre el actual ministro de Justicia, sugiriendo que debería dejar el cargo. “Sería bueno que el ministro renunciara y los fiscales involucrados en el escándalo se alejaran de la unidad de trabajo del Lava Jato hasta que todo se dilucide”, afirma el texto. En la próxima semana, el ministro podrá dar su versión de los hechos en una audiencia en el Congreso, marcada para el día 19. Hasta ese momento, Brasil aguantará la respiración.
De lo que parece no caber dudas es que hubo una intencionada operación político judicial que logró que el principal candidato fuera mantenido en prisión para que no pudiera participar en los comicios y esto arroja sombras también sobre la elección del presidente Bolsonaro.
La primera gran operación de Atlanta triunfó, pero hay que ver hasta dónde llega.
No nos resignamos a dejar de destacar que el pueblo y las grandes masas brasileñas han sido los grandes ausentes de esta tragedia americana que fue el triunfo, ahora viciado de sospecha de fraude político judicial, de Jair Bolsonaro.
Es la oportunidad de que los partidos políticos y el sistema judicial retomen la autoridad que sólo emana de la Justicia.
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