Es de humanos cometer errores y los científicos e ingenieros no son inmunes a ello: han diseñado barcos de hielo, domos ecológicos totalmente aislados que no lo eran tanto, han afirmado que el ADN era una molécula inútil o se han confundido durante años estudiando el cerebro de ciertos animales. Estos son 5 errores de la ciencia actual.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
1. Enfermedad de las vacas locas mal estudiada
Científicos del Institute for Animal Health de Edimburgo malgastaron 200.000 libras del erario público para ver si la encefalopatía espongiforme bovina -la famosa enfermedad de las vacas locas- se había saltado la “barrera de especie” pasando a las ovejas. Lo que lo convierte el hecho en un fracaso es que ese equipo científico estuvo estudiando durante cinco años cerebros de vacas creyendo que eran de ovejas.


2. Menosprecio al ADN
Los prejuicios también explican muchas meteduras de pata, como pasó con la molécula de la herencia, el ADN. Descubierta en 1869, durante décadas se pensó que no servía para nada. Los genetistas estaban convencidos de que la herencia se encontraba oculta entre los pliegues de las proteínas.
Para aquellos científicos la molécula del ADN era demasiado simple para ser la depositaria de la vida. Una creencia que se mantuvo cerrilmente durante la primera mitad del siglo XX, a pesar de que Ostwald Avery publicara en 1944 un artículo demostrando todo lo contrario a partir de una serie de cuidadosos experimentos sobre una cepa bacteriana que infectaba a los ratones.
Pero los altivos biólogos no se lo creyeron. Como alguien comentó, “el ADN es una sustancia estúpida, incapaz de hacer nada concreto o específico”. Únicamente a James Watson y a dos outsiders de la biología, el químico Erwin Chargaff y el físico Francis Crick, el trabajo de Avery les pareció revolucionario.
3. Un portaviones de hielo
De vez en cuando alguna idea que suena absurda se intenta llevar a cabo porque existe una leve justificación técnica. Así, en 1941 el gobierno británico financió el diseño y futura construcción de un portaviones de 900 metros de largo capaz de transportar 200 cazas Spitfire o 100 bombarderos Mosquito.
El coste del Habakkuk se estimó en 10 millones de libras y su principal material estructural era… hielo. La idea era de Geoffrey Pike, Director de Programas del Mando de Operaciones Combinadas, y se le ocurrió al darse cuenta de lo difícil que era romper icebergs utilizando explosivos.
¡Estaba ante el barco insumergible! Únicamente había que solventar esa manía del hielo de fundirse por encima de los 0 ºC. Pike creyó resolverlo si lo mezclaba con un 14% de pulpa de madera. Acababa de nacer el Pykrete, de Pike y concrete (en inglés, hormigón).
Churchill estaba entusiasmado y en el proyecto participaron científicos de la talla del cristalógrafo J. D. Bernal y Max Perutz -premio Nobel de Química en 1962-. Perutz estudió la viabilidad del Pykrete y descubrió que el portaviones se hundiría por el llamado flujo plástico debido a las altas presiones que funden y vuelven a congelar el agua -este fenómeno provoca el avance de los grandes glaciares-. La única forma de evitarlo era mantener el buque a un temperatura de 16 grados bajo cero. En diciembre de 1943 el Habbakuk pasó a mejor vida.
4. Tragedia farmacológica
La mayor tragedia farmacológica del siglo XX fue la talidomida, un medicamento comercializado para combatir los vómitos en las embarazadas que acabó por provocar defectos y deformidades en los fetos. Se estima que entre 1957 y 1961 hubo 2 .000 víctimas.
Fueron el obstetra australiano William McBride y el pediatra alemán Widukind Lenz quienes lanzaron la voz de alarma. Curiosamente, casi no tuvo efecto en EEUU -solo 17 niños nacieron con deformidades- porque la FDA no dio su aprobación comercial y sólo se usó como medicamento en fase experimental.
La lección a aprender, dijo Hugh R. K. Barber, director de obstetricia y ginecología en el hospital Lenox Hill de Nueva York, es que “ningún medicamento o parecido -vitaminas incluidas- puede suponerse totalmente seguro durante el embarazo”.
5. Biosfera 2
Para entregar el premio al error más friki debemos remontarnos al 2 de septiembre de 1991, cuando ocho personas entraban para no salir en dos años en un grandioso recinto de aspecto extraterrestre construido a unos 50 km al norte de Tucson, en la desértica Arizona.
Bienvenidos a Biosfera 2, una construcción de acero y cristal donde había un bosque tropical, un océano, un desierto, un pantano y una pradera. Según uno de los directores del proyecto, Mark Nelson, era un experimento ecológico único, un laboratorio viviente, “el ciclotrón de las ciencias biológicas” en clara alusión a los costosos aceleradores de la física de partículas.
El director científico, Tony Burgess, llamó a Biosfera 2 “la catedral de Chartres de la hipótesis Gaia”, como peculiar homenaje a la arriesgada propuesta de la microbióloga Lynn Margulis y el ecólogo James Lovelock, que considera el conjunto de nuestro planeta como un organismo vivo. Incluso se acuñó un nombre para la ciencia que emergiera de este macroexperimento: Biosférica. Por supuesto, la parte de ciencia ficción no estaba ausente: pretendían descubrir si el ser humano era capaz de sobrevivir en un ambiente automantenido, con el ojo puesto en desarrollar la tecnología necesaria para colonizar otros planetas.
La clave de todo el experimento era el aislamiento absoluto del exterior. La expectación era impresionante y todos los medios de comunicación alabaron un proyecto. El resultado fue un desastre de 150 millones de dólares porque ignoraron o malinterpretaron los datos disponibles de ecología y biología.
Dos meses después de comenzar el “experimento ecológico” el periodista Marc Cooper denunció que el famoso aislamiento era mentira: se había instalado un extractor de dióxido de carbono poco antes del sellado. A lo que continuó el bombeo de 17 millones de metros cúbicos de aire para compensar una caída de presión. A los 16 meses del sellado hubo que inyectar una atmósfera enriquecida al 26% de oxígeno porque el porcentaje de oxígeno en el interior había caído al 14%.
El 26 de septiembre de 1993 los bionautas salieron de su falso aislamiento. El desastre era completo. Entre el 15 y el 30% de la especies introducidas habían desaparecido y otras se había salido de madre. Las abejas habían muerto, los ratones se comían las patatas y las judías, la hierbas y los arbustos invadían el desierto, los cerdos vietnamitas corrían frenéticos en la vegetación y eran comidos por los bionautas. Los coloridos peces balistidae se habían comido a la mayoría de sus compañeros de arrecife y las cucarachas lo habían invadido todo.
Hoy Biosfera 2 no es más que un monumento a los errores humanos que fue adquirido en 2011 por la Universidad de Arizona para desarrollar experimentos ecológicos y campamentos de ciencia para estudiantes.