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vuelta a los orígenes

Comida raw: ¿vale la pena ser crudívoro?

Para una cultura que venera el asado y la magia del horno, una dieta que no tenga nada que ver con el fuego puede parecer una herejía. ¿Qué es la comida raw?

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En la eterna búsqueda de la fuente de la juventud -o de la salud, en su defecto- algunos entusiastas apuestan por una vuelta a los orígenes, tan atrás que el fuego ni siquiera había sido controlado, mucho menos usado para cocinar los alimentos: son los defensores de la dieta “raw” (crudo), que se reduce a consumir solo alimentos que no han sido cocidos ni sometidos a ningún proceso de calor o cocción.

Se trata de personas que no quieren que el fuego se cargue nutrientes de más, por eso se comen sin cocinar los alimentos frescos, principalmente frutas, verduras, frutos secos y semillas. Según sus acólitos, esta comida es más nutritiva, pues conserva sus enzimas, vitaminas y minerales intactos, lo cual es cierto, como también lo es que la cocción es necesaria para matar bacterias y hacer que ciertos nutrientes sean más fáciles de digerir.

En tal sentido, queda prohibido el consumo de alimentos tratados con pesticidas, o sometidos a procesos de pasteurización. Los productos ultraprocesados también quedan descartados. Dentro de los crudívoros hay varios subgrupos, diferenciados por sutiles elementos:

* Veganos: Suele ser la opción más común, y se limita a alimentos que son tanto crudos como veganos, o sea, que no son de origen animal.

* Vegetarianos: Aparte de excluir la carne, el pescado y las aves, pero puede admitir los huevos y los lácteos.

* Omnívoros: Aceptan todo tipo de alimentos, incluso de origen animal, con el consiguiente riesgo para la salud gastrointestinal.

La idea es manipular los alimentos lo menos posible para preservar al máximo sus propiedades y sus nutrientes, así como enzimas, vitaminas y otros micronutrientes que se pierden cuando se cocinan por encima de los 42° Celsius. Entre las técnicas culinarias más socorridas para esta modalidad sobresalen la fermentación, germinación, maceración, deshidratación y extracción en frío o “cold press”.

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Según sus exégetas, fomentar una alimentación “raw” basada en hortalizas, frutas y vegetales y no comer alimentos muy procesados aporta los siguientes beneficios:

* Favorece el proceso digestivo y estimula la producción de flora bacteriana para el buen funcionamiento del tránsito intestinal.

* Mejora el funcionamiento del sistema inmunológico y de las células, elevando las defensas.

* Depura y desintoxica al organismo gracias al alto contenido de antioxidantes y enzimas de los alimentos crudos.

* Evita enfermedades como el colesterol o la diabetes derivadas del consumo de azúcares añadidos o carbohidratos procesados y grasas hidrogenadas.

* Disminuye el consumo energético y, en consecuencia, contribuyen a cuidar el planeta.

Nunca está de más recordar que la clave para una buena nutrición radica en el equilibrio y las proporciones: una dieta estrictamente “raw” puede acarrear problemas para la salud, particularmente si es abrazada sin la asesoría de un profesional de la salud que ayude con su planificación. Quienes no lo hacen, corren el riesgo de sufrir las siguientes limitaciones:

* Dificultad para obtener suficientes proteínas.

* Aumenta el riesgo de infecciones fruto de las bacterias, virus y otros patógenos que se eliminan mediante la cocción.

* Problemas para digerir ciertos alimentos, que pueden provocar hinchazón y gases, entre otros males gastrointestinales.

* Limitaciones en la variedad de alimentos disponibles y, por ende, de nutrientes.

* Puede requerir más planificación y preparación que una dieta convencional.

En general, los nutricionistas no recomiendan este patrón dietético, por considerarlo anacrónico, retrógrado e incluso peligroso: la corriente más “auténtica” (extrema) del también llamado “raw-foodism” tampoco admite el uso de complementos alimenticios para paliar las posibles carencias de minerales y vitaminas como la B12.

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