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Comer con responsabilidad

Cuestión de dieta: salvar al planeta, un bocado a la vez

¿Cómo salvar al planeta con una dieta? ¿Sabría diferenciar una dieta ecológica de una orgánica o una sostenible de una "raw"?

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La modernidad ha traído consigo nuevas clasificaciones para muchas cosas de la cotidianeidad, y la alimentación es una de ellas. En determinados tipos de dieta, sus peculiaridades a veces son tan sutiles, que pareciera que estamos hablando de una misma cosa, pero no. Ejemplo de ellos son los ingredientes ecológicos, orgánicos y sostenibles.

Uno de los primeros errores es asociar esas dietas automáticamente a lo “verde”, y en consecuencia a los vegetariano o lo vegano, pero no necesariamente. Se puede ser perfectamente carnívoro y comer productos de origen animal, e igual tener un compromiso con el medio ambiente y los ingredientes del menú.

De igual manera, se puede llevar una dieta orgánica y que no sea sostenible, por ejemplo.

Para qué conozcas un poco más de las características de cada producto, y sepas qué estás aportando indirectamente al consumirlo, los explicamos a continuación:

* Comida orgánica: se trata de los productos que no han sido intervenidos por ningún químico, como pesticidas, fertilizantes y hormonas, y que tampoco sean genéticamente modificados. Por ejemplo, para que una fruta sea orgánica, su semilla debe serlo, así como la tierra donde lo cosechan: su cultivo debe garantizar la biodiversidad y conservación del suelo, regado con agua sin contaminantes.

* Comida ecológica: para que algún producto se considere ecológico requiere que durante su crecimiento no exista intervención industrial alguna, prácticas de cultivo que minimizan el impacto ambiental y promueven la sostenibilidad. En los animales, a su vez, se debe respetar su crianza y que su alimentación se dé igual forma, basada en alimentos ecológicos.

* Comida sostenible: alude a los productos que garanticen el respeto al medio ambiente, así como a patrones de bienestar personal, salud y comercio justo, entre otros. En este caso, las prácticas de producción deben ser económicamente viables, socialmente justas y ambientalmente sostenibles. Incluye una agricultura regenerativa que promuevan la salud del suelo, la biodiversidad y la resiliencia del ecosistema; condiciones laborales justas para los trabajadores agrícolas y la eliminación del desperdicio de alimentos.

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¿Todo beneficios?

En teoría todo luce hermoso y necesario, pero en la práctica… también. En sentido general, estas dietas no presentan riesgos significativos para la salud, ni para el medio ambiente. Sin embargo, aferrarse exclusivamente a dietas como la orgánica puede tener ciertas desventajas, como por ejemplo:

* Altos costos: Los alimentos orgánicos suelen ser más caros que los convencionales, y pueden llegar a ser inalcanzables para el bolsillo de ciertas personas, incluso con los más sanos propósitos.

* Limitaciones nutricionales: Aunque los alimentos orgánicos tienen múltiples beneficios nutricionales respecto a los convencionales, centrarse exclusivamente en ellos limita la variedad y el equilibrio en la dieta, que puede tornarse aburrida, sin contar el déficit en determinados nutrientes.

* Disponibilidad: No en cada esquina aparece un puesto de alimentos orgánicos, y a veces donde los hay, la oferta es muy limitada, lo cual dificulta mantener una dieta tan exclusiva.

* Riesgos de contaminación: Aunque los alimentos orgánicos se cultivan sin pesticidas y herbicidas químicos, igual pueden estar expuestos a otros tipos de contaminación, incluida la que ocurre durante su procesamiento y transporte.

Dicho esto, claro que es importante llevar una dieta saludable, pero eso pasa por su variedad y proporciones, no solo porque los alimentos sean orgánicos, ecológicos o sostenibles. La clave está en el equilibrio, pero si nos alimentamos, y encima cuidamos el planeta, el beneficio es doble.

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