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Mundo Argentina |

Caen las economías de Argentina y Brasil

La región en caída libre: el fracaso de un modelo

Mientras Estados Unidos y Europa blindan su crecimiento con medidas keynesianas, la Argentina de Macri y el Brasil de Bolsonaro se hunden en la recesión, con caídas en el primer trimestre de 5,28% y 0,2% en sus PIB, respectivamente, que se proyectan al resto de 2019.
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Pese a sus diferencias, ambos países realizan ajustes fiscales en beneficio de los grupos más privilegiados y desequilibraron sus finanzas. Ambos gobiernos enfrentan conflictos sociales y políticos severos. Son una muestra de lo que Uruguay no debe hacer en materia económica y social.

Donald Trump casi desata una guerra con Irán que hubiera podido tener consecuencias bélicas globales, y ahora insiste con ahogar a México, el más cercano y sensato de sus aliados. Pero la economía de Estados Unidos sigue sólida, y previendo la caída que se producirá cuando se sincere el agujero fiscal (que provocó la temida recesión que anuncian The Wall Street Journal, el Financial Times y el FMI, que es el tema central del G20 en estos días), la Reserva Federal (Fed) que dirige Jerome Powell anunció que recortará antes de fin de año hasta en 0,5% las tasas de interés, actualmente situadas en 2,25%-2,5%, como forma de mantener el crecimiento económico que acumula más de diez años ininterrumpidos, gracias a las políticas expansivas desarrolladas por Barack Obama, vencedor de la Gran Recesión.

En forma coincidente, Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), anunció en la reunión anual de la institución realizada en Sintra, Portugal, que no sólo mantendrá las tasas de interés en su actual nivel hasta 2020, sino que proyecta «nuevos estímulos financieros», mientras la Alemania de Merkel lo acusa de inyectar 2,6 billones de euros, casi US$ 3 billones desde 2015, para evitar la deflación y estimular el crecimiento en Europa.

La medida de Draghi, que se adelantó a Powell, provocó la airada protesta de Trump vía Twitter; y que nada menos que Stanley Fischer (el veterano más respetado de «la barra del MIT», profesor de casi todas sus estrellas vivas, expresidente de la Fed, del Banco Mundial, del Banco de Israel y del Citigroup, entre otros cargos) contestara desde Portugal que «si este hombre (Trump) consigue un segundo mandato, convertirá a EEUU en un país tercermundista».

Con respecto al agujero fiscal provocado por Trump, escribió Paul Krugman: «Si, la disminución de impuestos a los más ricos dio un empujón a la economía, como cabría esperar de unas políticas que ampliaron el déficit presupuestario anual en unos 400.000 millones de dólares. Imagínense cómo habría sido la economía de Obama si el Congreso le hubiera permitido gastar 400.000 millones de dólares al año en, pongamos por caso, infraestructuras. Pero fue un empujón bastante suave si tenemos en cuenta que gran parte de la disminución de impuestos se empleó únicamente para recomprar acciones de empresas».

Dejando de lado que la baja de tasas en EEUU y Europa es una buena noticia para Uruguay (teniendo en cuenta que bajará el monto de nuestros créditos, habrá más inversión en los «países emergentes» y subirá el precio de los commodities), vemos cómo los dos principales bloques de Occidente coinciden en mantener a rajatabla las políticas keynesianas de carácter expansivo para mantener o estimular su crecimiento y su empleo.

Sólo los países subdesarrollados material y mentalmente mantienen el ajuste fiscal como política permanente, y así les va.

Argentina y Brasil son un excelente ejemplo de ello.

Pasaron los tiempos en que algunas primeras figuras de la política uruguaya (hoy precandidatos en sus respectivos partidos) corrían presurosos a sacarse fotos con Mauricio Macri o Jair Bolsonaro. Ambos, que aplican la misma política económica dirigista de derechas (caracterizada por ajustes fiscales que benefician a los sectores más privilegiados), están fracasando rotundamente en sus gestiones, económica y políticamente.

Las encuestas dicen que Macri será derrotado por la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner en octubre, en tanto que Bolsonaro no puede implementar su reforma previsional, las FFAA no acatan su orden de intervenir en Venezuela y el Banco Central de Brasil le contesta públicamente que sus delirios económicos como «la moneda única entre Argentina y Brasil» no serán estudiados por la Autoridad Monetaria.

La Argentina de Macri hacia las elecciones de octubre

El 11 de junio, antes que se cumpliera un año del segundo acuerdo stand-by firmado entre Argentina y el FMI, Mauricio Macri anunció que conformaba una fórmula presidencial con el veterano senador peronista Miguel Pichetto (68 años, jefe del bloque de senadores del Partido Justicialista), con lo cual desactivó la operación para sustituirlo como candidato presidencial de Cambiemos por María Eugenia Vidal, y llevó calma a los mercados (agitados por turbulencias imparables desde mayo de 2018, que llevaron el dólar de $A 23 a $A 46,50, entre otros indicadores explosivos), permitiendo vislumbrar que podrá culminar su mandato y llegar a las elecciones del 27 de octubre próximo.

En las mismas competirá con la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner (anunciada sorpresivamente el 18 de mayo), a la que se sumaron ya figuras significativas como el moderado Sergio Massa, como primer candidato a la Cámara de Diputados.

La tercera opción, muy disminuida por la salida de Pichetto y Massa, es la llamada Alternativa Federal, que lleva a la presidencia al economista y exministro de Economía (2001-2005) Roberto Lavagna (77 años) con el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, como vicepresidente.

Habrá elecciones primarias obligatorias el 11 de agosto con vistas a las elecciones generales del 27 de octubre, que podrían tener una segunda vuelta en noviembre. Llama la atención la presencia de figuras peronistas (todos, excepto el presidente Macri) en las tres fórmulas.

Las encuestas, que daban cercanía a Macri-Pichetto con Fernández-Fernández, parecen haberse disparado a favor de esta última alternativa, lo cual es congruente con la realidad económica y social de Argentina.

Los indicadores de Argentina siguen siendo abrumadores: pese a las estrictas medidas fiscales dispuestas por el FMI en el segundo acuerdo stand-by, la inflación acumula 57,3% en los doce meses cerrados a mayo; el riesgo país se ubicó el martes en 855 puntos básicos (o sea, que si Argentina pudiera tomar préstamos en el mercado financiero debería pagar 8,55% por encima de la tasa de referencia de la Reserva Federal); el Producto Interno Bruto cayó a US$ 432.241 (cifra de un detallado informe de El Economista), en tanto que su deuda pública habría superado el 80% del PIB; la pobreza alcanza al 32% de los argentinos; el desempleo al 10,1%; la tasa de interés se ubicó en el entorno del 64% (impagable, siempre), en tanto que el dólar se estabilizó en el entorno de los $A 42,5. Según el informe Perspectivas de la Economía Mundial-Abril 2019, presentado el 9 de abril en Washington durante la apertura de la Asamblea Conjunta del FMI y el Banco Mundial (BM), en 2019 y 2020 América Latina y el Caribe crecerían 1,4% y 2,4%, respectivamente; en tanto que Argentina (la niña mimada del organismo multilateral de crédito que le otorgó un préstamo de US$ 57.100 millones, más del 10% de su PIB de entonces) caerá -1,2% en 2019 y crecerá 2,2% en 2020, cifras que seguramente sufrirán un severo ajuste en el documento que se presente en el G20.

En efecto, acaba de saberse oficialmente que el PIB de Argentina cayó un rotundo 5,8% en el primer trimestre de 2019, y suma cuatro trimestres consecutivos de caídas interanuales. El año pasado la economía del país vecino cayó 2,5%, siempre según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). Para este año el presupuesto macrista preveía una caída de 0,5%, pero todas las estimaciones prevén que superará el 1,5%.

Como se sabe, la contracción de la economía, con su directo efecto en el consumo y el empleo, constituye la mejor forma de perder elecciones.

Mientras la recesión, el desempleo, la miseria, la violencia y la desesperación avanzaban sobre Argentina, el impávido ministro de Economía, Nicolás Dujovne, sigue hablando de la eliminación del déficit fiscal y la inflación.

La suerte electoral de Mauricio Macri y su partido Cambiemos está echada.

El capitán Bolsonaro y sus muchos fracasos

Caras y Caretas informó detalladamente de la batalla judicial que divide en estos momentos a Brasil al comprobarse que el «intachable» exjuez Sergio Moro, hoy ministro de Justicia del presidente Bolsonaro, estuvo en contacto y hasta supervisó la acción de los fiscales que encarcelaron al principal candidato electoral de las últimas elecciones brasileñas, Luiz Inácio Lula da Silva. O sea, que, tanto ese encarcelamiento como el triunfo electoral de Jair Messias Bolsonaro (que asumió la presidencia el 1º de enero de 2019) están bajo fuerte sospecha de invalidez.

Bolsonaro, quien ya ha tenido que despedir varios ministros, y cuyo primer acto de gobierno fue eliminar el Ministerio de Trabajo, se apoya sustancialmente en su ministro de Economía, Pablo Guedes, doctorado en la Universidad de Chicago, y en el presidente del Banco Central del Brasil, Roberto Campos Neto, nieto del legendario economista y político Roberto de Oliveira Campos, autor de la frase «Brasil es el país del futuro, y siempre lo será», que fuera el admirado maestro del ingeniero Alejandro Végh Villegas.

Bolsonaro, cuya popularidad ha caído bruscamente, viene fracasando en su principal proyecto que es la Reforma Previsional; recibió el explícito rechazo de las Fuerzas Armadas (a las que tanto ha elogiado, igual que a la dictadura militar de 1964-1985), que se negaron a su intención de intervenir militarmente en Venezuela; y del Banco Central de Brasil, cuando sugirió en Buenos Aires, en el marco de una reciente visita de Estado, la constitución de una «moneda única» con Argentina.

Pero su principal fracaso viene en el campo económico. Partidario fervoroso de un ajuste fiscal permanente, provocó, con su ministro Guedes, un enorme recorte de gastos, sobre todo en materia educativa y de programas sociales.

El resultado de estos ajustes, a menos de un año de haber asumido la presidencia, es que el PIB de Brasil cayó 0,2% en el primer trimestre del presente año respecto al período inmediatamente anterior. Se prevé que el mismo resultado se observará en el próximo trimestre, por lo cual el gran país del norte entrará oficialmente en recesión.

Como se recuerda, la economía de Brasil cayó casi 9% durante la severa contracción 2015-2016, y tuvo crecimiento mínimo en 2017 y 2018. Actualmente tiene 13 millones de desocupados.

El FMI previó en su informe de abril que Brasil crecería 2,1% y 2,5% en 2019 y 2020, pero esas cifras sin duda serán revisadas drásticamente a la baja.

Una anécdota lo pinta todo: la debilidad de la economía hizo que las jerarquías del Banco Central propusieran recortar la tasa de referencia, actualmente en 6,5%, para estimular el consumo, la inversión y el empleo.

A ello se opuso el presidente del BCB, Roberto Campos Neto, quien recordó que la principal función es mantener la inflación bajo control, variable que también se disparará cuando llegue el momento.

El aristocrático jerarca afirmó que «nos preocupa efectivamente el crecimiento económico y pensamos que la mejor forma de colaborar con ese fin es mantener la inflación dentro de las metas. No queremos caer en la tentación de tolerar una inflación más elevada a cambio de crecimiento».

Así son los dirigistas de derecha, los ignorantes de la economía real, los voceros de los sectores privilegiados y sus sirvientes.

Vidas paralelas

Los datos de Argentina y Brasil son muy malos para Uruguay, que no sólo son nuestros países vecinos, con incalculable influencia en nuestra actividad, sino que fueron en 2018 nuestro quinto y tercer socio comercial respectivamente.

Si a ellos les va mal, a nosotros nos va muy mal.

No podemos incidir en sus políticas, pero sí podemos diferenciarnos de ellas.

Reiteramos: los conceptos de desarrollo integral, políticas expansivas, Estado de bienestar, pleno empleo, bienestar social, jamás asomaron como objetivos en los ministros de Economía Nicolás Dujovne y Pablo Guedes, que se autocalifican «promercado» y son solamente dirigistas de derechas, dedicados a favorecer a los grupos privilegiados, aún a costa de la ruina de sus países, que no parece preocuparlos mucho, a juzgar por sus discursos.

Reiteramos también: los gobiernos de Argentina y Brasil (que tienen claros partidarios en algunos de nuestros principales actores políticos) son un claro muestrario de lo que no hay que hacer en materia de políticas económicas y sociales.

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