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Mundo Argentina | Fernando Esteche | La Libertad Avanza

"La diplomacia del dólar"

Argentina entre la sumisión imperial y el delirio colectivo

El domingo 26 de octubre de 2025, Argentina volvió a votar. Y volvió a sorprender, aunque ya nada debería sorprendernos en este laboratorio a cielo abierto donde se ensayan las formas más brutales del capitalismo financiero y guerra cognitiva.

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Caras y Caretas Diario

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La victoria de La Libertad Avanza fue categórica: 9.341.798 votos en un escenario de récord histórico de abstención, con casi 12 millones de personas que no fueron a votar. Pero este triunfo no se resolvió en las urnas argentinas ni en la boleta única de papel. Se cocinó en los despachos de Washington, en las torres de Manhattan, y en Silicon Valley en los algoritmos que regulan el flujo del capital global y el sentido común virtual.

La pregunta que atraviesa estas líneas no es cómo ganó el gobierno libertario, sino para quién ganó. Y la respuesta, aunque dolorosa, es cristalina: ganó el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, ganó JP Morgan, ganó la arquitectura financiera que convirtió a Argentina en un capítulo más de su manual de dominio hemisférico. Ganó Trump.

El salvataje como chantaje

La comunicación de Trump fue clara: si el Gobierno no ganaba se quedaba sin espalda. Esta frase condensa toda la obscenidad de lo que atravesamos. Ya no estamos ante las "relaciones carnales" menemistas, aquella subordinación entusiasta que al menos se disfrazaba de modernización. Esta vez, el mensaje llegó envuelto en tono amenazante: ya no es un futuro prometedor ni un sueño americano que podríamos hacer nuestro, sino el temor a perder más aún.

La intervención del Tesoro norteamericano para contener al dólar en las dos semanas previas a las elecciones no fue un gesto de amistad: fue un operativo de rescate condicionado. ¿A cuánto se hubiera ido el dólar sin ese apoyo? La pregunta quedó flotando como una guillotina invisible sobre el cuello de la sociedad argentina. El Gobierno llegó vivo al comicio gracias al respirador inédito proporcionado por el Gobierno yanqui, con ministros que renunciaban en desbandada ante la inminencia de la catástrofe electoral.

Y aquí surge el dato que desbarata cualquier análisis político convencional; una importante porción del pueblo que viene siendo afectado, agredido por este Gobierno, terminó rescatándolo con su voto. Entre la “servidumbre voluntaria”, los estudios de construcción de consensos y demás, el resultado del domingo pasado lleva todo a un extremo de alucinación.

Resultaría inexplicable si no fuera que nadie con capacidad de articulación política planteó una alternativa ante la propuesta del abrazo lascivo con Trump. La contradicción planteada fue o nos asiste el gobierno norteamericano más allá de los compromisos que eso conlleve o este país se desmorona. Nadie alzó la voz para sostener que este país se puede poner en pie con otra alianza geopolítica y con la fuerza de su pueblo. Será que no creen que eso sea posible.

Los banqueros desembarcando en sus avionetas

Los días previos a las elecciones, Argentina fue sede de una reunión de alto nivel convocada por JP Morgan. El CEO del banco más poderoso del mundo trajo consigo a un selecto grupo de banqueros internacionales para, literalmente, tomar el pulso del paciente financiero argentino. La elección de la fecha no fue casual: era necesario asegurar que el mercado entendiera quién sostenía realmente al gobierno libertario.

La verdadera tragedia sucedió ese jueves y viernes, donde además para coronar lo llevaron a Milei a que hablara para ellos nada menos que al Museo de Arte Decorativo como si el meta-mensaje de la locación hiciera falta para reforzar su rol servil y canalla. Lo del domingo fue la coronación de esta ominosa situación presentada como consensuada aunque las cuentas reales hablen de un 26 % real de apoyo electoral sobre el padrón general.

JP Morgan no solo participó en la regulación del mercado de divisas argentino junto a la Reserva Federal estadounidense en las semanas críticas previas al comicio. También envió un mensaje político inequívoco: Argentina es territorio bajo administración fiduciaria del capital financiero internacional. La soberanía monetaria, esa ficción que todavía algunos insisten en defender, quedó sepultada bajo las transacciones en tiempo real de los operadores de Wall Street.

El inversor Rob Citrone, en abril de 2025, instó a su amigo Bessent a intervenir ante el FMI para que rescatara a Milei cuando la economía se tambaleaba. Según fuentes en Washington, logró que el organismo no solo le perdonara a Argentina el incumplimiento por no acumular reservas, sino que la premiara con un nuevo crédito de 20.000 millones de dólares. Cuando esto resultó insuficiente y la corrida cambiaria de septiembre amenazaba con devorar todo, volvió a pedir ayuda: esta vez directamente del Tesoro estadounidense. Citrone habría argumentado ante Bessent que si la moneda argentina se hundía, también lo haría la suerte política de Milei. Y más: que si Milei perdía las elecciones, Argentina recurriría a China, y Estados Unidos perdería uno de sus principales aliados en América Latina.

El regreso de “la diplomacia del dólar”, el subtexto de una elección extorsionada

Es muy evidente que la opción que plantea el redespliegue imperialista en la región es entre los bancos o los barcos, en alusión al mensaje demasiado explícito de la Casa Blanca para el Cono Sur (Argentina o Venezuela). Quizás ese haya sido el subtexto decisivo de esta elección: dólar o cañón. Patio trasero o invasión. Como en tiempos del presidente Taft, sucesor de la política del Gran Garrote de Roosevelt, vuelve la “diplomacia del dólar” a imponer los términos de manera convincente para los gobiernos indignos,

El ejercicio de la soberanía se parece cada vez más a la servidumbre voluntaria, aquella imagen que consagraría en un exquisito ensayo Étienne de La Boétie en el siglo XVI. Y es que la democracia, en su fuero más íntimo, vuelve a estar sometida a procedimientos extorsivos de fuste. El combo de chantaje económico y falta de una alternativa política consistente impone el beso de su ley.

Una explicación podría ensayarse desde las cifras de endeudamiento y morosidad que arribaron a niveles pocas veces vistos. Una población atormentada por las tarjetas de crédito, con familias que se endeudan para comprar alimentos, economías frágiles expuestas al más mínimo cimbronazo. El viejo "voto cuota" que otorgó una larga y dolorosa sobrevida a la convertibilidad menemista vuelve como fantasma. La sociedad argentina, atada al consumo en cuotas, prefiere sostener un régimen que no apoya ni ideológica ni moralmente, antes que enfrentar el abismo de su colapso inmediato. Esta mirada no está contemplando a las vastas porciones de población que ni siquiera tiene posibilidad de endeudarse y están condenadas al infraconsumo. 12 millones de argentinos ignoraron la convocatoria.

Citrone, Druckenmiller y el negocio redondo

Pero la historia tiene capítulos aún más reveladores, casi obscenos en su transparencia. Rob Citrone, CEO de un fondo de inversión, íntimo amigo del secretario del Tesoro Scott Bessent, compró bonos argentinos depreciados en plena corrida cambiaria de septiembre, cuando el mercado desconfiaba de la capacidad de pago del Tesoro argentino y los inversores huían despavoridos. Durante ese mes crítico, mientras todos se sacaban de encima una deuda que parecía impagable, Citrone redobló la apuesta: adquirió más bonos a precio de remate.

Es evidente que sabía que su amigo Scott Bessent armaría el salvataje. Días después del anuncio del auxilio estadounidense, los bonos se dispararon. Discovery Capital, el fondo de Citrone que maneja unos 20.000 millones de dólares, obtuvo según Bloomberg una rentabilidad superior al 20 % en el año, ganando aproximadamente dos millones de dólares diarios con operaciones sobre el mercado argentino. El resultado fue una ganancia inmediata y extraordinaria. La secuencia fue tan perfecta que dejó un olor a información privilegiada que ningún análisis técnico puede disimular.

Pero Citrone no está solo. El New York Times reveló que el esquema del salvataje está diseñado a la medida de fondos de inversión especulativos como BlackRock, Fidelity y Pimco, junto con nombres propios de peso en Wall Street. Entre ellos figura Stanley Druckenmiller, quien fue mentor de Bessent en Soros Fund Management. Su oficina familiar Duquesne es el segundo mayor inversor en el principal fondo cotizado en bolsa de Argentina. Druckenmiller negó públicamente haber mantenido comunicaciones con Bessent sobre Argentina, pero los medios estadounidenses remarcan que varios de sus fondos son de los más expuestos a la deuda argentina.

Este episodio no es una anécdota de corrupción individual. Es la radiografía perfecta de cómo funciona el imperialismo financiero contemporáneo: los Estados del centro proveen información y respaldo, los operadores privados cosechan las ganancias, y los países periféricos pagan la cuenta con su sangre social. Citrone y Bessent se conocieron hace tres décadas en el Quantum Fund de George Soros, junto con Druckenmiller. Ese club de especuladores hizo fortuna manipulando monedas: la famosa apuesta contra la libra esterlina en 1992 que le ganó a Soros 1.000 millones de dólares, o la jugada contra el yen japonés en 2013 que Citrone les convenció de realizar y que les dejó más de 1.000 millones.

El 14 de abril de 2025, cuando Bessent desembarcó en la Casa Rosada para respaldar al presidente Milei, el propio Citrone también estuvo allí, casi en el mismo horario. La foto de ambos visitantes recorrió los círculos financieros y alimentó la idea de un doble rescate: el político para Milei y el financiero para Discovery Capital. No se limitó a mirar desde Connecticut: viajó varias veces a Buenos Aires, con contactos de alto nivel. Su vínculo con Luis Caputo se remonta a los años previos a Milei, cuando coincidieron en el mundo de los bancos de inversión y Caputo trabajaba para JP Morgan en Nueva York.

El triángulo se completa: Bessent en Washington, Caputo en Buenos Aires, Citrone operando desde Manhattan. Tres amigos de treinta años, todos formados en la escuela de Soros, todos especialistas en convertir la crisis ajena en ganancia propia. Como escribió Paul Krugman basándose en el análisis del periodista Matthew Klein, los dólares del Tesoro estadounidense o del FMI terminan financiando la fuga de capitales en Argentina: "El dinero entra, sostiene el peso y permite que los fondos vendan sus activos a precios inflados, para luego salir del país y dejar que la moneda se derrumbe otra vez".

El dato ausente

El segundo dato más relevante del comicio no fue la derrota del peronismo, sino el récord de abstención. La de octubre fue la elección con menor participación que se recuerde. El número de personas que no fue a votar supera al número de personas que votó al oficialismo ganador. Si se calcula en relación al conjunto de los votantes y no al total de votos válidos, la primera minoría apenas consiguió el 26,15 %.

Este fenómeno muestra el nivel de fragmentación que aqueja al sistema en su conjunto. La sangría de votantes emula a la fuga de cerebros, a la deserción escolar, guarda analogía con el desfondamiento de la sociedad salarial. La crisis de representación hizo metástasis y no hay reparación posible. Ni promesa que haga pie. Sobre todo porque no hay promesa.

Que cerca de doce millones de argentinos hayan decidido no participar puede ser indiferencia, hartazgo, desesperanza. Pero fundamentalmente es la intuición de que las elecciones no son el lugar donde se decide el destino del país. Que ese destino se juega en otros tableros, con otras fichas, donde los ciudadanos argentinos son apenas espectadores de un juego que se les escapa.

Entre el jueves y viernes de la reunión de los banqueros globales, los mercados ya no estuvieron atentos a los resultados electorales porque ya conocían los resultados del poder real. Hay un punto en que el descrédito del sistema democrático formal se confunde con la ausencia de alternativas políticas. Milei logró mantener la conexión con ese sentido común nihilista, aún desde el gobierno. Al menos por ahora, logra el oxímoron de representar a la antipolítica. Y se afirma en un slogan que mantiene su expresividad; la casta definitivamente no va a volver.

Geopolítica regional: el mensaje para América Latina

El triunfo electoral argentino tiene ecos que resuenan más allá del Río de la Plata. Para Washington, la victoria de La Libertad Avanza es la confirmación de que el modelo de intervención financiera directa funciona. No hacen falta golpes de Estado cuando se puede estrangular una economía hasta que vote "correctamente". No se necesitan marines cuando los algoritmos de trading y las decisiones de la Fed pueden producir el mismo efecto disciplinador.

Brasil observa con atención. México también. La lección es clara: el Sur Global puede tener gobiernos progresistas, puede ensayar autonomías relativas, pero cuando el centro financiero del imperio decide apretar, las opciones se reducen dramáticamente. Argentina es el recordatorio de que la dependencia no es solo una categoría teórica; es una guillotina que puede activarse en cualquier momento.

Para Trump, que busca consolidar su segundo mandato con un redespliegue efectivo en el hemisferio, la victoria argentina es un triunfo determinante. Demuestra que Estados Unidos mantiene capacidad de intervención decisiva en América Latina sin necesidad de recurrir a los métodos tradicionales de la Guerra Fría. El soft power del capital financiero, combinado con la amenaza implícita del hard power militar, resulta devastadoramente efectivo.

Entre el delirio y la lucidez: lo que viene

Se trata de identificar las articulaciones del sentido común sobre las que se erige una voluntad popular reñida con sus propios intereses, capaz de premiar a su verdugo. La operación es compleja porque supone reconocer la validez del pronunciamiento, aunque nos repugne. Explicitar nuestro rechazo, pero sin ponernos a salvo. Solo así podremos torcer un destino que amenaza deglutirnos. Como escribió una lectora al conocer los resultados: "El pueblo siempre tiene razón, pero está en una".

Hay momentos en que la dinámica institucional está bloqueada y deja de metabolizar los dolores y las aspiraciones de la población. No tiene respuestas, porque ni siquiera logra escuchar las preguntas. Su funcionamiento entonces se torna delirante. En esas condiciones, la única forma de recobrar algo de cordura es sumergirse de lleno en el trauma, para recobrar la sabiduría. En la calle, en los barrios, en los mundos interiores donde se gesta una fuerza de rebelión.

El JP Morgan, el FMI y Trump presuponen que tienen la economía argentina en sus manos. Y con este gobierno y esta clase política, parecería ser así. Pero ellos ignoran algo que la historia argentina enseña una y otra vez: aunque aún no lo esté manifestando por los cepos que padece, por los amordazamientos que sufre la patria, la memoria es larga y la paciencia corta.

La victoria libertaria de octubre de 2025 no es el final de la historia. Es apenas un capítulo más en la larga batalla entre la soberanía popular y el imperialismo financiero. Entre la vida digna y la supervivencia desesperada. Entre el pueblo que resiste y el capital que devora. Como ya mencionamos que escribió Paul Krugman con ironía demoledora, el rescate argentino no salvará la economía ni probablemente rescate políticamente a Milei: "Pero podría dar tiempo suficiente a los amigos de Bessent para retirar gran parte de su dinero antes de que la economía argentina se derrumbe".

Y en esa batalla, como siempre, no se puede librar con tibios.

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