El territorio saharaui fue colonia española durante más de un siglo, pero en los años 70, en pleno proceso de descolonización de África, España abandonó la región sin permitir un referéndum de autodeterminación, dejando a la población saharaui a merced de Marruecos y Mauritania. Esta situación, respaldada por un acuerdo trilateral no reconocido por la ONU ni la Unión Africana, llevó a Marruecos a iniciar una invasión armada del territorio saharaui, dando inicio a un nuevo capítulo de colonización.
A pesar de las denuncias de violaciones de derechos humanos, torturas y encarcelamientos extrajudiciales por parte de Marruecos, la comunidad internacional ha permanecido en gran medida en silencio. Incluso la misión de paz de la ONU en la región se ha abstenido de evaluar la situación de los derechos humanos, incumpliendo así las resoluciones que abogan por el derecho de autodeterminación del pueblo Saharaui.
Solidaridad desde América Latina
Marruecos ha explotado los recursos naturales del Sahara Occidental, como el fosfato y las aguas pesqueras, en beneficio propio, mientras que la población saharaui vive en condiciones de extrema precariedad. A pesar de los esfuerzos de algunos países como Cuba y Venezuela, así como de la sociedad civil española, el pueblo Saharaui sigue siendo olvidado por la mayoría de la comunidad internacional.
En medio de este panorama desolador, el desafío para el pueblo Saharaui es romper el silencio que lo rodea, dando a conocer su lucha y buscando apoyo para su causa. El Festival Internacional de Cine de Sahara y otras iniciativas similares son herramientas clave en este proceso, ofreciendo una ventana al mundo para entender y solidarizarse con la lucha de un pueblo que sigue luchando por su libertad y su dignidad en medio del desierto.