En la apertura del foro, el ministro de Defensa de Argentina, Luis Petri, reafirmó el alineamiento de su país con Estados Unidos y defendió una política de Defensa basada en tres pilares: visión estratégica, modernización militar y cooperación con aliados. Petri subrayó la importancia del Atlántico Sur al señalar que “el mar es la arteria sobre la cual circula la economía global”, y enfatizó que la libertad de navegación y la conciencia del dominio marítimo son intereses compartidos.
La SOUTHDEC 2025 está organizada por el Comando Sur de Estados Unidos y reúne a jefes militares de Brasil, Colombia, Ecuador, Chile, Paraguay, Perú, Surinam y Uruguay, además de observadores de Canadá, Francia, España, Portugal y Reino Unido, entre otros.
La visita de Holsey al país suramericano sigue a una serie de viajes oficiales por parte de altos cargos del Gobierno de Donald Trump a Argentina en los últimos meses. La última de ellas tuvo lugar el mes pasado, cuando el presidente argentino, Javier Milei, recibió a Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos. En mayo hizo lo propio el secretario de Salud y Servicios Humanos, Robert F. Kennedy Jr., mientras que en abril llegó también el secretario del Tesoro, Scott Bessent.
Sean los orientales…
A pesar de que tanto uruguayos como chinos son mencionados como orientales, Uruguay participó en la XVI Conferencia Sudamericana de Defensa (SOUTHDEC 2025), que tuvo lugar en la ciudad de Buenos Aires entre el 19 y 21 de agosto. El encuentro reunió a los jefes de defensa de la región con el objetivo de fortalecer la cooperación y el intercambio en materia de seguridad y defensa. La delegación uruguaya estuvo encabezada por el general del Aire Rodolfo D. Pereyra, jefe del Estado Mayor de la Defensa, acompañado por su ayudante y una suboficial. Según la página web del Ministerio de Defensa, “la participación de Uruguay en SOUTHDEC 2025 ratifica la voluntad de nuestro país de continuar trabajando de manera conjunta con las naciones del continente, en el marco del respeto mutuo y la cooperación regional”.
En su política de ambigüedad, que viene desde la gestión del gobierno de Luis Lacalle y sus dos ministros nacionalistas de Defensa, Uruguay debe definir qué hará con el planteo norteamericano sobre el rol de China. Cuando hablamos de rol ambiguo nos referimos a que, al menos durante el gobierno pasado, Uruguay desestimó, a pesar de haber avanzado hasta el punto de realizar el contrato, la compra de dos OPV a China. Fue en un llamado desde la Embajada de Estados Unidos en Uruguay que se advirtió al Gobierno sobre los “riesgos” de llevar adelante ese contrato con China, y rápidamente el Gobierno se fue a Vigo a realizar el turbio negocio de la construcción de las patrulleras oceánicas. Pero al mismo tiempo que realizaba el desplante a la empresa estatal naval China, avanzó en acuerdos con el Ejército Popular Chino.
Los fuertes lazos entre el Gobierno argentino de Milei no pueden dejar lugar a dudas en su alineamiento con el de Estados Unidos; en el caso del Gobierno de Orsi, está por verse si será capaz de desmarcarse de la senda trazada por su antecesor, Luis Lacalle Pou.
La cola del caimán
El Comando Sur es uno de los 11 comandos de combate unificados del Departamento de Defensa de EEUU. Washington lo usa para ejecutar planes de "contingencia y cooperación" en regiones de América Latina y el Caribe, actualmente centrados en tareas contra el “narcotráfico y la ayuda humanitaria”. Cuenta con más de 1.200 elementos que provienen del Ejército, la Fuerza Aérea, la Armada y agencias federales. Actúa en al menos 32 países de la región y varios territorios insulares en el Caribe, a excepción de México, que está bajo la influencia del Comando Norte. Aunque su sede actual está en Miami, Florida, su epicentro de influencia se ubica en Panamá, nación invadida en 1989, aunque el argumento fue el combate a Noriega y el narcotráfico.
Si bien sus orígenes se remontan a 1903, su papel quedó más claro en 1963, cuando el llamado U.S. Caribbean Command pasó a ser el U.S. Southern Command, es decir, el Comando Sur. La Guerra Fría en pleno desarrollo motivó a la redefinición de tareas para que el grupo operara bajo dos premisas: asegurar la defensa y proyección de EEUU y contener la "amenaza comunista" de la Unión Soviética. Bajo esta premisa, y considerando a América Latina su patio trasero, el Gobierno de Estados Unidos alentó, organizó y participó, a veces veladamente y otra veces desembozadamente, de cruentas represiones a las organizaciones populares, cuartelazos y gobiernos autoritarios.
De acuerdo con diferentes estudios, entre 1898 y 1994, EEUU intervino en 41 ocasiones para forzar cambios de gobierno en países de América Latina, 14 de ellas de manera directa y 27 de manera indirecta. En la mayoría de las operaciones, tras su creación, se apunta al Comando Sur como el actor que llevó a cabo las injerencias.
Terminada la Guerra Fría, y con una expansión aún pasiva del gigante asiático, el nuevo argumento para su presencia en el continente fue el combate al narcotráfico. En el 2002 el Congreso de Estados Unidos permitió ampliar la misión en Colombia, pero no en el resto del continente, en los años en que el país suramericano estaba bajo el mando del derechista Álvaro Uribe Vélez (2002-2010). Así, en 2008 el presidente de Bolivia, Evo Morales, lo señaló como el responsable del derrocamiento del presidente de Honduras, Manuel Zelaya, mientras que en Venezuela se le ha responsabilizado insistentemente de intentos de acabar primero con los gobiernos de Hugo Chávez y después de Nicolás Maduro.
El colmillo del caimán
En un documento no clasificado del Comando Sur, fechado en 2019, se dejaron claras varias directrices de esa unidad, entre ellas:
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Alentar la coparticipación de otros países en sus operaciones para aumentar "la interoperabilidad, alistamiento y capacidades colectivas".
Incrementar "el intercambio de información" con sus aliados para "contrarrestar" a los actores que EEUU califica como "nocivos" para la región, entre ellos, Rusia y China.
Construir alianzas para fortalecer la capacidad bélica, con el propósito de ejecutar tareas de "seguridad".
Para ello, echan manos de sus recursos y de programas de capacitación, interacción, intercambio de información, tareas de inteligencia y ejercicios de defensa en los países de la región, con la mira puesta en "resultados mensurables y el beneficio o retorno sobre la inversión".
Ese documento insistía en la necesidad de ejecutar cuanto antes la estrategia en el terreno con una frase: "La urgencia apremia, debemos actuar como si cada semana fuera nuestra última semana de paz".
Según la investigadora del Observatorio de Democracia y Seguridad de La Paz, la doctora en Ciencias Históricas Loreta Tellería Escobar, los efectos de la intervención continua y sistemática de los distintos Gobiernos de EEUU, a través de las acciones del Comando Sur, han sido: "El socavamiento de la democracia, la injerencia en el ámbito de seguridad, la crisis de la deuda y la corrupción en materia de asistencia económica y manejo financiero, la manipulación mediática y el daño al medio ambiente por parte de las empresas extractivistas" en los países latinoamericanos.
El aliento del caimán
El planteo sobre China cobra impulso pero no es nuevo; Laura Richardson, líder del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, hizo en el 2024 un llamado para desarrollar un nuevo "Plan Marshall", destinado a América Latina, con el objetivo de enfrentar la creciente influencia de Rusia y China en la región.
La retórica de la general sobre las "graves recesiones económicas" provocadas por la pandemia se utilizó como mecanismo para justificar un programa de intervención económica y política, similar a las gestiones expansionistas estadounidenses durante la Guerra Fría. Al igual que en su momento con el Plan Marshall, presentado como un esfuerzo supuestamente desinteresado en aras de reconstruir Europa tras la guerra, la intención es reconfigurar las estructuras socioeconómicas latinoamericanas con el objetivo de recomponer la hegemonía estadounidense.
La creciente influencia de China, a través de su Iniciativa de la Franja y la Ruta, y el fortalecimiento de las relaciones comerciales con Rusia ofrecen alternativas al marco de asociación con Washington, el verdadero motivo detrás de esta maniobra. Es evidente que para Estados Unidos la seguridad militar es una extensión de la seguridad económica y de los intereses estratégicos; por tanto, Latinoamérica es considerada un territorio a controlar. La insistencia en combinar lo económico con lo militar se apoya en una narrativa que criminaliza las relaciones de cooperación económica entre Beijing y los Estados latinoamericanos.
“No es la China del emperador…”
En contraposición a la visión estadounidense de la competencia geopolítica, Beijing plantea la cooperación global, reflejada en su último congreso del Partido Comunista. Se busca fortalecer la apertura económica impulsando un nuevo paradigma de colaboración al más alto nivel, así como una mayor integración en el sistema de gobernanza mundial. Su enfoque se basa en la sinergia internacional, un orden multipolar y la globalización económica inclusiva.
En América Latina la estrategia económica y comercial china se enfoca en el acceso a materias primas y bienes agrícolas, la apertura de mercados para bienes y servicios y la cooperación en infraestructura y energía, con una orientación particular hacia recursos claves como el litio. Beijing busca aumentar su presencia en la región, al igual que Estados Unidos, pero con la diferencia de hacerlo a través de acuerdos de beneficio mutuo. Tal orientación está definida en el "Documento de política sobre América Latina y el Caribe", publicado en 2016, una actualización del documento original de 2008. En la práctica, la relación comercial se caracteriza por una concentración significativa en ciertos productos y países. Según el Instituto de Estudios de Valores de la Unión Europea, 70 % de las exportaciones de la región latinoamericana al país asiático se compone de cinco productos —incluido el petróleo—, y 90 % de ello proviene de Brasil, Chile, Perú y Venezuela.
Esta relación se ha intensificado en 2023 con la firma de acuerdos importantes con otros países de la zona, entre los cuales hay asuntos comerciales con Ecuador y Brasil, y convenios claves con Argentina y Nicaragua.