Termina una campaña extenuante y Brasil se apresta a las urnas. Las cuatro semanas entre la primera y segunda vuelta fueron vertiginosas, cargadas de encuestas, recorridos por la inmensa geografía brasileña, actos en ciudades, pueblos y favelas, noticias falsas, debates presidenciales e incidentes. No podía ser de otra manera en una elección en la cual se enfrentan en el balotaje dos candidatos antagónicos, Lula da Silva y Jair Bolsonaro, dos liderazgos que expresan dos modelos históricamente en pugna en el país.
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Las encuestas de la última semana son favorables a Lula. Datafolha, por ejemplo, arrojó una diferencia de 53% a 47% en términos de votos válidos 72 horas antes de la contienda, y la encuestadora Atlas marcó 53.4% a 46.8%. Los diferentes números, con la cautela por el margen de error de alrededor de 2 puntos y la dificultad para captar el voto bolsonarista en primera vuelta, fueron confirmando una distancia a favor del líder del Partido de los Trabajadores (PT) similar a la votación del 2 de octubre, cuando quedó por encima del actual mandatario por 5.2 puntos.
Las encuestas vinieron a dar un nuevo ánimo de victoria en las filas del PT luego una serie de desilusiones. La primera ocurrió luego del resultado del 2 octubre, cuando no solamente Lula no obtuvo más del 50%, sino que Bolsonaro logró más de lo previsto; y la segunda durante la semana pasada, cuando las encuestas marcaron un aumento progresivo del mandatario y un estancamiento del ex presidente pasado de camisa roja a blanca durante la segunda vuelta. Desilusión, reorganización, temor, nueva expectativa, así podría describirse el cambio de ánimos dentro de la militancia lulista durante estas semanas.
Los 3 errores de Bolsonaro
Una de las razones que explican la confirmación de los números favorables a Lula está en los errores acontecidos dentro de la campaña de Bolsonaro.
- El primero ocurrió cuando Bolsonaro realizó un comentario en el cual sexualizó a adolescentes venezolanas insinuando luego que eran prostitutas, un hecho por el cual tuvo que rectificarse públicamente, dando cuenta del error cometido por parte de quien se presenta como defensor de la triada Dios, patria y familia.
- El segundo imprevisto tuvo lugar cuando el ex diputado Roberto Jefferson, aliado político de Bolsonaro, se resistió a una orden de arresto y disparó con arma de fuego y granadas sobre la policía. El mandatario se vio confrontado a un dilema: defender a la policía y tener que condenar a quien, además de ser aliado, encarna un tipo ideal de bolsonarista, es decir un hombre blanco con dinero y armado. La condena a Jefferson chocó con su propia narrativa de libre portación de armas, y buscó no ahuyentar a, por ejemplo, sectores medios liberales que no votan a Bolsonaro entre otras razones por esa carga de violencia política-social característica de su discurso.
- En tercer lugar, su ministro de Economía, Paulo Guedes, anunció una desindexación del salario mínimo y las pensiones respecto a la inflación, una declaración a contracorriente de la política económica de Bolsonaro para su campaña en la cual redujo el precio de la gasolina o entregó el bono Auxilio Brasil a caballo sobre el cronograma electoral. La falta de timing político del discípulo de la Escuela de Chicago agregó otro incidente que tuvo que ser remendado, y repercutió negativamente dentro de una campaña que pasó de transmitir una idea de victoria a mostrar una sucesión de errores y desconciertos.
La campaña de Lula, en contraposición, no cometió errores significativos, pudiendo así aprovechar los traspiés de su adversario. El líder del PT profundizó su orientación de primera vuelta: ir en búsqueda del centro político, de sectores como el evangélico, para lo cual contó con varias alianzas importantes, como Simone Tebet, tercera en la primera vuelta, y Marina Silva, ex ministra de Medio Ambiente y evangelista. La búsqueda de votos por sectores sociales se combinó con la geografía política del país: Lula y Bolsonaro centraron parte importante de sus actividades en el estado de Minas Gerais, el segundo más grande y, sobre todo, representativo de la diversidad nacional que hace que, en regla general, quien gana Minas, gana Brasil.
Los errores de Bolsonaro se tradujeron no solamente en las encuestas, sino también en el regreso de las declaraciones críticas al Tribunal Supremo Electoral. Las mismas habían disminuido tanto en sus discursos, como en las noticias falsas difundidas por la poderosa maquinaria bolsonarista, como indica un estudio realizado por la Universidad Federal de Río de Janeiro que dio cuenta que el promedio diario de mensajes falsos del bolsonarismo pasó de 196.900 mensajes durante la primera ronda a 311.500 en la segunda, con especial crecimiento en Twitter, WhatsApp y Telegram.