Sin querer sacar conclusiones a priori y mucho sin que aún se pueda “cantar victoria”, estas palabras podrían interpretarse como una señal de que, ante la clara evidencia de que Rusia no va a ser derrotada militarmente, se hace necesario abrirle un espacio a la diplomacia.
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Parece haber quedado atrás el vaticinio de la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, quien el 11 de abril asegurara que: “La economía rusa colapsará en tres días”. Tampoco se hizo real el concluyente veredicto de Josep Borrell quien el 28 de agosto afirmó que: “Rusia ya ha perdido la guerra”. Mucho menos se patentizó el dictamen hecho por el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, cuando el 11 de octubre aseverara que “Rusia, en realidad está perdiendo [en] el campo de batalla”.
Varias “ofensivas, contraataques y contraofensivas” de papel se han realizado en este período que han causado grandes pérdidas humanas y materiales con el único objetivo de seguir atrayendo recursos a una guerra que un militar con mínimos conocimientos operativos sabe perdida. Ahora, se están proponiendo una nueva “ofensiva” en el sur, en la provincia de Jersón, pero ya no lo plantean como objetivo estratégico en el marco del desarrollo militar del conflicto sino como una forma de obtener una victoria para colocar sobre una eventual mesa de negociaciones. Rusia ha ordenado la retirada de sus tropas de la ciudad tras evacuar a 115.000 habitantes.
El argumento del general Serguéi Surovikin, comandante de la Agrupación Conjunta de Tropas para solicitar al mando superior la retirada de las fuerzas militares de Jersón fue que la ciudad y sus alrededores no pueden ser abastecidos y llevar una vida normal debido a los constantes bombardeos ucranianos, incluso utilizando métodos de guerra prohibidos porque se ataca a la población e instituciones civiles.
Surovikin señaló que el plan ucraniano de hacer estallar la represa de Kajovka a fin de inundar la ciudad puede tener repercusiones desastrosas tanto para la población civil como para las tropas que incluso podrían quedar totalmente aisladas.
En estas condiciones, Surovikin entiende que lo mejor es organizar la defensa en la margen izquierda del rio Dniéper preparando las tropas para el combate y liberando “parte de las fuerzas y los medios, que se utilizarán para operaciones activas, incluidas las ofensivas, en otras direcciones en la zona de la operación”, es decir en la dirección principal ubicada en Donetsk.
El Alto Mando ruso aceptó la apreciación del general Surovikin entendiendo la prioridad de la vida y la salud de los militares así como de la población civil y ordenó la retirada de forma segura de las tropas.
El plan original de Estados Unidos era que Ucrania recuperara Jersón antes del 8 de noviembre para que pudiera ser mostrado por Biden como manifestación del éxito generado por el apoyo militar y financiero a Ucrania. Sin embargo, ese objetivo no se cumplió. Hay que recordar que Estados Unidos prohibió a Ucrania negociar con Rusia en marzo cuando incluso se realizaron varias rondas. Vale rememorar que uno de los principales y más entusiastas negociadores ucranianos, Denis Kireev, fue misteriosamente asesinado el 5 de marzo cuando las hostilidades apenas comenzaban, sin que hasta hoy el crimen haya sido esclarecido.
En todo caso, la decisión de retirarse de Jerson no cambiará el curso estratégico del conflicto. Lo que si lo hará, será la introducción en combate de los 318.000 nuevos soldados que se han estado entrenando en las últimas semanas y que se espera serán incorporados a finales de noviembre y comienzos de diciembre, produciendo un cambio definitivo de la correlación de fuerzas militares en el conflicto.
Vale decir que las fuerzas armadas ucranianas, a pesar del anuncio ruso de retirada, tienen temor de que sea esta otra manifestación de “maskirovka”, es decir una gran maniobra de engaño tanto en el plano táctico como estratégico que las fuerzas armadas rusas desde los tiempos de la Unión Soviética ha desarrollado y que consiste en el falseamiento de las capacidades, los planes y las operaciones a realizar, tergiversando el verdadero objetivo de la maniobra, llevando al enemigo a una apreciación errónea que conduzca a decisiones equivocadas. Por lo menos, esa es la opinión de Nataliya Gumenyuk, vocera del comando del sur del Ejército ucraniano.
En el campo de la diplomacia hay muchas informaciones, algunas desmentidas, otras no confirmadas y buena cantidad de rumores que llevan a recordar aquel antiguo dicho de que “cuando el río suena, es porque piedras trae”.
En los últimos días se dio a conocer que efectivamente hubo conversaciones de alto nivel entre Estados Unidos y Rusia. Aunque ambas partes se han apresurado a informar que el asunto de Ucrania no está en la agenda, sino un probable acuerdo de limitación de armas nucleares bajo formato de Nuevo Start (Strategic Arms Reduction Treaty) o Tratado de Reducción de Armas Estratégicas firmado durante la Guerra Fría para establecer un límite en el número de misiles nucleares que poseía cada superpotencia. Este acuerdo debió ser renovado en 2020, pero no se prorrogó por la negativa del presidente Trump.
En este ámbito, la vocera de la cancillería rusa, María Zajárova informó que se mantienen “contactos puntuales” con Estados Unidos sobre asuntos “urgentes”, aunque señaló que entre los dos países no se dan todavía “relaciones en formato completo” Según sus palabras, “Moscú no se opone a un diálogo mutuamente beneficioso con Washington”.
En paralelo, el viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Andréi Rudenko, aseguró que su país está dispuesto a entablar conversaciones con Ucrania “sin exigir condiciones previas a excepción de la principal, que es que Ucrania muestre buena voluntad”. No obstante, recordó que fue Ucrania la que se retiró de la mesa de negociaciones en marzo y que ahora tiene una ley que prohíbe sostener conversaciones de paz con Rusia, asegurando que su país siempre ha tenido disposición para dialogar.
En este marco, la cadena NBC News dio a conocer que en una conversación telefónica sostenida en junio, el presidente Biden “se salió de sus casillas” increpando y gritando duramente al presidente Zelenski exigiendo que no siguiera pidiendo dinero y mostrara resultados en la guerra contra Rusia. Así mismo, en fecha más reciente, el Washington Post ha informado que Biden había solicitado muy encarecidamente a Zelenski que se abriera a la posibilidad de una salida negociada del conflicto.
¿Qué ha pasado? ¿Por qué estos cambios? Podrían darse muchas respuestas. Tal vez tenga que ver con el interés de Estados Unidos de priorizar la negociación del tratado Start ahora que, con la existencia y desarrollo de la tecnología de misiles hipersónicos, Rusia muestra una abrumadora superioridad sobre Estados Unidos en esta materia. De ahí, que Ucrania haya pasado a un segundo plano de interés, mientras se busca una salida dialogada al asunto para el que Estados Unidos le podría haber pedido a Rusia la entrega de Jersón a fin de que Ucrania no se exponga a una derrota total en la mesa de negociaciones. Es claro, el Start es estratégico y de largo plazo, lo de Ucrania, táctico y coyuntural. Para Estados Unidos y la OTAN, los 120.000 soldados de Ucrania muertos en estos ocho meses, no tienen mucha importancia. Para Rusia, cuidar a sus combatientes y a su población civil es tarea de primer orden.
Subyace la idea de que Rusia no ha podido ser derrotada en ámbito militar. En el político, el gobierno y Putin en particular hoy son más fuertes que el 24 de febrero y que la popularidad del presidente ruso ha aumentado en la medida de desarrollo del conflicto. Tampoco logró Estados Unidos un aislamiento internacional de Rusia. Una gran cantidad de países se han negado a hacer parte de las sanciones contra Rusia, incluyendo algunos muy importantes como China, India, Arabia Saudí, Egipto, Indonesia, Pakistán, Hungría y Turquía, entre otros.
En los terrenos económicos y financieros, aunque hay afectaciones evidentes, la economía rusa ha soportado las miles de sanciones en su contra, el rublo es hoy más fuerte y los ingresos han roto todos los récords, revirtiéndose además en graves consecuencias para los sancionadores.
Asimismo, es importante decir que Estados Unidos fracasó en su intento de solicitar a la OPEP un aumento de la producción del petróleo necesario para fortalecer sus finanzas, toda vez que debe importar diariamente 7 millones de barriles para solventar su consumo, sin alterar las reservas estratégicas. Por el contrario, la OPEP no solo no aumentó, sino que disminuyó la exportación en 2 millones de barriles diarios, asestándole un duro golpe económico y político a Biden que vio como uno de sus principales aliados, Arabia Saudita, pujó para llegar a esa cifra después que Rusia había propuesto una disminución de “solo” un millón de barriles.
La situación económica de Europa y del propio Estados Unidos está siendo cada vez más afectada lo cual ha comenzado a producir cambios políticos no deseables como lo han podido testimoniar dos gobiernos caídos en Gran Bretaña, así como los de Suecia, Italia, Bulgaria entre otros y una derrota del Partido Demócrata en las elecciones parlamentarias de Estados Unidos lo que según el propio presidente Biden presagia “dos años horribles” para el país. Mientras tanto, Xi Jinping se reeligió como secretario general del Partido Comunista de China y Vladimir Putin continúa siendo el presidente de Rusia, ahora con una solidez mucho mayor.
Por otro lado, también podría interpretarse que Estados Unidos y la OTAN se han comenzado a dar cuenta de que estas repercusiones, que dicen relación con el ámbito estratégico, forman parte del gran engaño al que fueron sometidos por Putin cuando inició en febrero una gran operación militar envolvente, para después irse retirando de territorios ocupados al comienzo de la operación que no tienen relación con los objetivos planteados desde un primer instante. Los recuerdo: liberar a Donetsk y Lugansk, desmilitarizar y desnazificar Ucrania.
Vale decir que mientras las tropas rusas se retiran de Jerson, están desarrollando desde hace dos días, una potente y exitosa ofensiva en Donetsk que crea mejores condiciones para conseguir el objetivo estratégico de capturar Kramatorsk y Slaviansk, los dos centros urbanos de cierta significación todavía en manos de Ucrania. Esa misión debería resolverse con la introducción en combate de las tropas de refuerzo recién movilizadas.
Al cumplirse esta misión, los objetivos de la operación militar especial se habrían logrado en gran medida, las fuerzas armadas ucranianas han quedado semidestruidas, hoy solo funcionando en un 30% de su capacidad inicial al 24 de febrero, el resto es solventado por la OTAN en su parte material, mientras que el recurso humano sigue siendo entregado por Ucrania. Cuando finalice el conflicto, el país deberá comenzar a pagar los casi 100.000 millones de dólares que hasta ahora ha recibido en créditos sin saber de dónde va a sacar recursos para pagarlos, transformándolo de hecho, en un país inviable a futuro cuando han perdido la parte más importante de su potencial industrial y grandes cantidades de las mejores tierras productivas. El objetivo de desnazificar se mantendrá latente, pero ahora le tocará a Europa hacer su parte cuando miles de terroristas que se habrán quedado “sin trabajo” se diseminen por el Viejo Continente, llevando con ellos su carga de odio, muerte y destrucción.
Repito, sin querer “echar las campanas a volar”, pareciera que llegó el momento de darle una oportunidad a la diplomacia para que vengan tiempos de dialogo, de negociación y de acuerdos. Ojalá que así sea.
Textos: Sergio Rodríguez Gelfenstein