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Okupas: demasiado mucho para mucho poco

21 años después de su estreno, Okupas llegó a Netflix. La primera serie que retrató la marginalidad en una Argentina a punto de estallar está siendo revisitada con ojos nuevos, y hay quienes quieren cancelarla.

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La historia empieza con un desalojo violento. Argentina, año 2000. Ruido, policías, familias en la calle, niños que lloran, hombres y mujeres que pelean contra el destino; tres personas bien vestidas que miran a pocos metros mientras piensan cómo acelerar la sucesión y evitar, mientras tanto, que otras familias ocupen la casa.

Ahí aparece Ricardo, un pibe de clase media venida a menos que no sabe qué quiere de su vida, vive con la abuela sin hacer nada y parece que cualquier bondi le sirve. Así que cuando Clara, su prima, le ofrece quedarse en la casa semiderruida para evitar otra ocupación, Ricardo agarra viaje.

Como no quiere estar solo, Richard llama al Pollo, un amigo de toda la vida que habita en el margen de la legalidad (hace laburos de albañilería) y la ilegalidad (de vez en cuando chorea). Entre una cosa y otra aparecen los otros dos personajes principales: Walter, un rollinga paseador de perros que anda con el suyo, Severino, para todos lados; y el Chiqui, un tipo sin casa que pide monedas y parece un niño tamaño gigante, con una cruz colgada al cuello y la inocencia a flor de piel.

En resumidas cuentas, y para no spoilear toda la historia, la miniserie Okupas sigue a estos amigos que pasan de salvadores a ocupas y aborda la marginalidad, la falta, la amistad, la violencia de ese Buenos Aires decadente de los 2000 (se estrenó en octubre de ese año) con un peso que valía un dólar y la crisis a la vuelta de la esquina.

«La amistad en un paisaje en ruinas», tituló Natalí Incaminato su ensayo-análisis, sobre la serie, y no hay mejor manera de retratarla. Ahora Okupas se puede ver remasterizada en Netflix, sin toda la música original pero con mayor detalle.

Una historia que reaparece tras 21 años de cambios sociopolíticos y culturales, con grandes avances en materia de derechos humanos que vuelve a traer el debate sobre realidad y ficción, y nos vuelve a enfrentar a la cultura de la cancelación.

¿Okupas? Cancelada

Una usuaria en internet publicó en un grupo de aficionados: «No empecé a ver la serie. ¿La cancelo?». Y hubo quien le dijo que sí, que «en el primer capítulo ya hay de todo». Violencia policial, violencia sexual, violencia simbólica, machismo, homofobia. ¿Qué otra cosa esperamos de un grupo de pibes okupas, marginados y sin un peso que de a ratos se enfrentan con el Negro Pablo, otrora amigo del Pollo, ahora villano antagonista, en el docke?

«La serie necesita de un pacto ideológico que no censure de plano a los personajes y que pueda entrar en la identificación y la simpatía con ellos», dice Natalí en la nota que mencioné más arriba. Eso que en literatura se conoce como «pacto de lectura». La posibilidad de tener una mirada crítica, profunda y compleja.

Hay elementos interesantes a analizar: ¿consumir una obra de ficción es legitimar todo lo que allí ocurre? ¿Solo miramos las cosas que nos parecen correctas desde una perspectiva moral? Que un personaje diga o haga algo ¿quiere decir que está bien? ¿Qué le exigimos a las historias? ¿Por qué nos cuesta tanto consumir ficción sin el escrutinio constante?

Esta discusión no es sobre gustos, es sobre la cancelación como actitud legitimada a nivel social. Podemos cancelar algo si nos parece malo, feo, incorrecto. Tan así es que, como la usuaria de internet, preguntamos antes de mirar si la obra es cancelable. ¿Qué es cancelable? ¿Qué pasa con el contexto? ¿Hay criterios previos a cumplir para ser mirable?

La aparición de Okupas hoy desafía nuestros modos de mirar, de relacionarnos con la ficción. Nos cuesta consumir cosas que nos incomodan; nos es difícil (y dijo nos porque me incluyo) no saltar ante el primer «puto» que se dicen los personajes. ¿Mirar la serie y decir que es buena significa que aprobamos la homofobia? Parece un análisis superficial, escueto. Los personajes se tratan de «minita» todo el tiempo, pero ese pacto entre varones a mí, como feminista, no me asombra: estarían mal construidos a nivel de guion si actuaran de otra manera.

No se trata solo de que Okupas tiene 21 años, se trata de la realidad que representa y de la que parte. ¿Por qué esperamos que la ficción cumpla una función de legitimación, como si cada guion fuese una Biblia?

Hagámosle caso al Chiqui: no hay nada que sea absolutamente malo, ni absolutamente bueno.

Reparto

  • Ricardo, Rodrigo de La Serna
  • El Pollo, Diego Alonso Gómez
  • Walter, Ariel Staltari
  • El Chiqui, Franco Tirri
  • Clara Alvarado, Ana Celentano
  • Sofía, Rosina Soto
  • Peralta, Augusto Brítez
  • Negro Pablo, Dante Mastropierro
  • El Mulo del Negro Pablo, Sergio Podeley

Dirección: Bruno Stagnaro

Guionistas: Esher Feldman y Alberto Muñóz

Producción: Ideas del Sur

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