Por Víctor Carrato
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Un documento de balance y perspectivas señala la necesidad de reclamar un “impuesto al robot” en la industria para que el cambio tecnológico “no aumente la desigualdad” y el desplazamiento de “trabajo vivo por muerto”, según publicó Búsqueda el pasado jueves 1º de agosto.
“La investigación científica que produce nuevas tecnologías está diseñada para reproducir y profundizar la concentración”, agrega el análisis. Por eso, proponen centrar el abordaje de la revolución tecnológica en el marco de “la disputa entre el capital y el trabajo”.
La central sindical propone debatir sobre “las formas de apropiación de la riqueza generada por la revolución tecnológica” y la necesidad de que el Estado estimule las inversiones generadoras de empleo, pero desestimule las que transfieren las ganancias por las mejoras de productividad al capital, señala el informe.
Otros dos aspectos que señala el documento son “la interestatalidad a la mundialización del capital”, que hace que las multinacionales tengan a veces mayor poder que los Estados nación, con más influencia de los tribunales supranacionales, y el “cambio geopolítico”, en el que el capitalismo ya no es unipolar, con prevalencia de Estados Unidos (EEUU), sino multipolar, con el ascenso de las economías de China, Rusia, India y Brasil.
Experto italiano alerta
El experto italiano Andrea Renda, de visita en Montevideo, advirtió que la tecnología digital puede “reemplazar la decisión humana” de una manera “que no se puede anticipar”.
Renda es titular de la Cátedra Google Digital Innovation, Departamento de Estudios Económicos Europeos, con sede en Brujas, Bélgica, y ocupa la Cátedra de Innovación Digital en el Departamento de Estudios Económicos Europeos del Colegio de Europa.
En una conferencia realizada el jueves 25 de julio, subrayó que los “problemas de empleo que la tecnología digital puede generar, sobre todo con la sustitución de los trabajadores por las máquinas y los robots, se tienen que solucionar como problema, porque, si no, la tecnología va a ser dominante y el mundo del trabajo se va a quedar sin empleo”. Agregó que existe una complicación en la “competencia” que tienen algunos países como EEUU y China por “llegar a un nivel tecnológico más avanzado que otros”, hecho que consideró desequilibrado con la parte social y la medioambiental. “Para mí, el desafío de verdad sería utilizar la tecnología como herramienta, no como objetivo”, destacó.
Según el experto, la forma correcta de usarla sería de manera “antropocéntrica”, es decir, “que sea una tecnología que se utilice para soportar, apoyar al hombre con su creatividad, para solucionar y para simplificar las actividades” que hacen los humanos.
Por su lado, el embajador de la Unión Europea (UE) en Uruguay, Karl-Otto König, dijo que la revolución digital y la industria 4.0 tienen “efectos comparables a los de la primera revolución industrial de los siglos XVIII y XIX”. Recordó que “el mundo digital entró en nuestra vida tan rápida y profundamente que casi no nos dimos cuenta cuando pasó”.
El diplomático enfatizó que, poco tiempo atrás, se grababan las canciones sobre casetes, los mecánicos moldeaban los automóviles “a pura fuerza” y los cables diplomáticos se enviaban desde una máquina de escribir, mientras que ahora se construyen casas con impresoras 3D y se piden taxis con un clic.
Sin embargo, König señaló que para él aún faltan “reglas globales”, hecho que lleva a que algunas empresas sean dueñas de los datos personales de las personas.
Bill Gates y Elon Musk
Hace dos años, Bill Gates (multimillonario, filántropo y cofundador de Microsoft) planteó la idea de pagar impuestos por los robots en una entrevista con la página web Quartz.
“Ciertamente, habrá impuestos relacionados con la automatización. Ahora, por ejemplo, si un trabajador humano produce US$ 50.000 en una fábrica, esa cantidad está gravada, hay que pagar el impuesto de la seguridad social, todas esas cosas. Si un robot entra para hacer lo mismo, uno tendría que pensar en cobrarle impuestos similares al robot”, dijo Gates.
Claro que un robot no es una persona y no puede tributar como tal, pero los propietarios de dichas máquinas sí son seres humanos y, según Gates, deberían “poner el hombro” para subvencionar aquellos otros oficios que aún requieran seres humanos.
Igualmente, el multimillonario sudafricano Elon Musk (cofundador, CEO y arquitecto de producto de Tesla, Inc.) también está a favor de los impuestos a los robots y propone usar el dinero en atención médica y educación o un ingreso básico para todos. También argumenta que los trabajadores, hoy desplazados, fuera de esos trabajos, podrían dedicarse a trabajos “como cuidar a los viejos y niños o tener alumnados más pequeños y más profesores”.
El Parlamento Europeo
En febrero de 2017, el Parlamento Europeo aprobó una resolución en la que pidió a la Comisión Europea una regulación sobre la robótica, pero en el texto final se eliminó la demanda de un impuesto a las máquinas y la introducción de la renta básica.
En muchas fábricas, los robots han reemplazado a los trabajadores.
“La automatización ha afectado a las ciudades industriales. En esas ciudades, el número de matrimonios decrece, el crimen está aumentando y también la mortalidad, [esto último] debido al suicidio, el alcohol y causas relacionadas con las drogas”, dice el doctor Carl Frey.
El investigador de la Universidad de Oxford (Reino Unido) pinta un cuadro deprimente del cinturón industrial estadounidense, formado por Flint, Detroit y Cleveland, ciudades que una vez encabezaron el crecimiento del sector manufacturero.
Frey dice que los trabajadores de estas urbes están “perdiendo frente a los robots”.
En 2013, Frey calculó que casi 50% de los empleos en EEUU podría estar en riesgo en los próximos 30 años debido a los avances de la inteligencia artificial y la robótica.
Es el caso de EEUU, donde 48% del dinero que llega a las arcas federales procede de los impuestos a la renta individual y 35% de los gravámenes del seguro social. Solo 9% proviene de los tributos corporativos.
Ante esto, para compensar la pérdida de ingresos del impuesto a la renta, muchos están pidiendo un impuesto a los robots.
Algunos países ya usan camiones que se conducen solos, pero los usan de manera limitada.
Si los ciudadanos no tienen trabajo, no pagan impuestos, mientras en muchos países occidentales gozan de pensiones por desempleo.
Esto supone una doble carga para los Estados, sobre todo porque gran parte de los ingresos de estos provienen de los impuestos a la renta individual.
No todos de acuerdo
“Gravar robots no es la solución, porque las grandes empresas escaparán a estas regulaciones. Solo las pequeñas y medianas empresas sufrirán”, dice la doctora Janet Bastiman, directora científica de Story Stream, una compañía de servicios de tecnología de la información.
Cobrar impuestos por los robots y sistemas de inteligencia artificial a las empresas, dice, “impedirá innovar”.
Ulrich Spiesshofer, exdirector ejecutivo de ABB, la mayor empresa suiza de ingeniería, tampoco está impresionado con el clamor de un impuesto a los robots.
Los robots son usados para trabajos peligrosos, como retirar minas antipersonales.
Alemania es líder mundial en robótica y tecnología de automatización.
“Las economías con las tasas de desempleo más bajas del mundo, Alemania, Japón y Corea del Sur, tienen las tasas más altas de robótica, con más de 300 robots por cada 10.000 trabajadores”, dijo Spiesshofer a la cadena CNBC en 2017.
“La robotización y la automatización, la riqueza y la prosperidad van de la mano”, añadió.
Pero los críticos dicen que la tecnología solo ha permitido a los brillantes y privilegiados acumular riqueza, mientras que deja solo ganancias marginales a las masas. Y si disminuye el consumo, ¿para qué sirve aumentar la producción? Además, ¿quién va a sostener la seguridad social?
La primera Revolución Industrial propició que nos alejáramos de la potencia animal. La segunda condujo a la electrificación masiva y a la producción en masa.
La tercera, con las computadoras, trajo una mayor eficiencia y una difusión más rápida de la información. Se espera que la cuarta, asociada con la inteligencia artificial (IA) y la robótica, transforme fundamentalmente sistemas completos de producción, gestión y gobierno.
El alcance, la velocidad y la profundidad de estos cambios no tienen precedentes históricos.
“No hay que gravar físicamente a los robots. Puede haber un impuesto a la automatización”, explica Ryan Abbott, profesor de Derecho y Servicios de Salud en la Universidad de Surrey, en Reino Unido.
“Las empresas que generan poco empleo deberían estar sujetas a la tasa. Al mismo tiempo, los gobiernos deberían reducir el impuesto sobre el trabajo”, argumenta.
Como muchos otros expertos, Abbott no recomienda un impuesto específico a los robots humanoides, sino a un uso más amplio de la inteligencia artificial.
“La gente no está compitiendo en igualdad de condiciones. Los robots tienen una gran ventaja fiscal. Cuando las empresas se automatizan, ahorran una cantidad sustancial en impuestos. Solo los impuestos les dan un incentivo para automatizarse”, agrega Abbott.
“Alrededor de 3% de la población trabaja en el transporte. El alcance potencial de la automatización y los vehículos autónomos causarán un quiebre social mucho más amplio. Es necesario volver a capacitar y proporcionar beneficios sociales. Si los gobiernos no tienen los ingresos fiscales para hacerlo, empeorará el problema”, dice Abbott.