Parafraseando a Le Pera y Gardel podríamos agregar “…que cuarenta años no es nada, que febril la mirada…”, pero, en el caso, hay que cambiar mucho la letra. La mirada sobre aquel 1° de mayo de 1983 no tiene por qué ser sino desde orgullosa hasta nostálgica, valorando un hito histórico en la resistencia de los uruguayos frente a la dictadura que avasalló al país.
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Un nuevo, fresco, con figuras poco conocidas , movimiento sindical decía presente ante la opinión pública, logrando realizar un acto que fue ámbito de concentración de unas 130.000 personas en derredor al Palacio Legislativo, celebrando y conmemorando el Día de los Trabajadores luego de una década del último que tuviera lugar el 1ero de mayo de 1973, unas semanas antes de la verificación de la barbarie.
Un manifiesto leído por cinco compañeros (Read, FOEB, Secco, Metalúrgicos, Pereira, FUNSA, Toriani, Salud y Ciganda, AEBU) hizo un examen muy serio del país, bajo las consignas de Libertad, Salario, Trabajo, Amnistía, describiendo con precisión y haciendo una fotografía muy bien encuadrada de país.
Las voces queridas de Graciela Posamay y Ruben Castillo funcionaron como presentadoras, lectoras de mensajes de solidaridad de diversos lugares del mundo y de todos los partidos políticos uruguayos. Con un sentido sencillo y agudo a la vez, los presentadores explicaron que habían llegado saludos de todas las organizaciones políticas y dado que todas no podían ser leídas, se omitían los firmantes. La ovación fue la respuesta a tan obvia y sencilla mención.
La presencia en el estrado de José Pepe D´Elia no dejaba dudas a nadie, ni en Montevideo, ni en Alaska, Oslo o Roma, sobre el sentido de continuidad histórica de la Convención Nacional de Trabajadores (clausurada por el régimen) y el texto del manifiesto tampoco habilitaba interrogantes. Las cosas eran claras.
Era el movimiento sindical de los trabajadores uruguayos, unificado en los años sesenta que con formas adecuadas a los tiempos y con una nueva generación de dirigentes muy jóvenes estaba de nuevo en la calle hablándole al país y haciendo llegar su voz al mundo.
La prensa nacional e internacional recogió el suceso y parece legítimo aseverar que las avenidas de la libertad comenzaban a ensancharse, luego del éxito del NO en el Plebiscito de noviembre de 1980, la victoria notoria de las fuerzas democráticas de los partidos políticos en noviembre de 1982 y la presencia - a través del voto en blanco - del Frente Amplio.
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Cabe afirmar que la utilización de la ley de asociaciones profesionales, invento dictatorial para tener un sindicalismo atomizado, controlado, poco molesto, consagró una derrota dura para el régimen y una victoria importante para la resistencia.
En particular , en lo atinente a los trabajadores y sus organizaciones, que desde el primer día habían definido dos cosas tan básicas como fundamentales: todo resquicio que el régimen dejara había que utilizarlo. En toda puerta entreabierta había que poner el zapato. Eso era algo táctico y un norte para decisiones importantes.
Y lo fundamental: no hay táctica buena sin estrategia adecuada. Había un solo objetivo grande e innegociable: la democracia y la libertad.
Todo aquello que realmente militara e incidiera en esa dirección, valía oro. Toda mezquindad, debía ser desecharse.
Creo sinceramente que la resistencia, la disposición a luchar, el dar "todo lo que puedo", el superar los miedos para gestar corajes colectivos, fue un río largo que fue recibiendo afluentes.
Adentro del país el volante clandestino sistemático, los minutos de silencio "espontáneamente organizados", el humor, el canto popular, las manifestaciones relámpago de minutos, los pibes que en junio del 73 acaso estuvieron contentos por no tener clase uno o dos días y en los primeros años ochenta estaban al frente de un sinnúmero de iniciativas de resistencia, algunos paros de actividades, la ayuda sistemática a los familiares de los presos, el llanto frente a los asesinatos que se transformaba en acción digna de gente muy mayor, las pintadas de paredes, los errores infantiles y los aciertos mayúsculos, entraban en una misma correntada.
Todo ello fortalecido fuera del país por un exilio ejemplar en su gesta por la democracia uruguaya.
El año 83 había tenido un bautismo popular de muchos miles en la calle el primero de mayo, vería el parto maravilloso de los estudiantes en esa primavera, se cerraría con el acto del Obelisco que explicaría a quien quisiera escuchar, en la voz de Alberto Candeau, que la dictadura estaba agotada y agostada.
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Nada puede hablarse de ese tiempo en que el terrorismo de Estado asoló la vida de los uruguayos sin mencionar el tornasol, la contradicción tremenda entre avances de la resistencia y golpes recibidos, que fue permanente y no cesó hasta el final mismo del régimen.
En Mayo del 83 nos emocionábamos con el acto del Palacio, los partidos políticos mantenían un diálogo con los militares en el Parque Hotel, Richard Read y yo viajábamos a la OIT en representación del "flamante" PIT, experimento convocador de una multitud y éramos rodeados de mil solidaridades de centrales europeas, nos reencontrábamosemocionados con tantos uruguayos que daban su aporte gestando conciencia internacional sobre la realidad del país.
Al mismo tiempo un grupo de chicos de la UJC, en los mismos días era brutalmente torturado ratificando una práctica tan habitual como bestial. Los hombres del proceso civil y militar no querían ceder tan fácilmente y pretendían seguir lo más posible con su voz de mando, " por las más caras tradiciones nacionales" y los negociados menos nombrados, pero siempre rentables.
La dictadura uruguaya, con el mismo patrocinio y variantes de métodos, con coordinación represiva en el Cono Sur, mató, torturó, encarceló. Asimismo, propició muy buenos negocios. En eso coincidieron también con sus pares argentinos y chilenos.
La bibliografía al respecto ya es extensa y detallada en Latinoamérica.
Y debemos recordar, que mientras un cierto halo de apertura llegaba a las calles de Montevideo, retornaban personalidades de la política, del arte y salían prisioneros -entre ellos el Gral. Liber Seregni-, se asesinaba al Dr. Vladimir Rozlik en abril de 1984.
Por ello, sería una recordación, linda, querida pero incompleta, la del 1ero. de mayo de 1983, si se omitiera mirar toda la realidad padecida por nuestro pueblo en esos doce años infames.
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No puedo omitir que me tocó, junto a un grupo de compañeros asumir formalmente la dirección de la Asociación de Bancarios del Uruguay (AEBU) cuando la cárcel o el exilio fue el destino de muchos veteranos dirigentes del gremio.
Las características de AEBU, la presencia de un local espléndido, una guardería infantil, un sector deportivo, una biblioteca, un salón de fiestas, un lugar de residencia para estudiantes del interior fue un hueso duro de roer sin pagar un alto costo político nacional e internacional.
Sin duda que - además - el cuidado en no provocar inciertos resultados en la actividad protegida por excelencia por el régimen, la banca, colaboró a que el cierre o la intervención directa no sustituyera a una dirección electa y vigente de una organización con personería jurídica. Hubo intentos abortados.
Recuerdo siempre que una de las tantas veces que fuimos citados en 1978 por la DNII - de la calle Maldonado y Paraguay, junto al querido Dr. Raúl Varela y mi socio-amigo-cómplice de tantas travesuras, Milton Antognazza, el número uno , el Sr. Víctor Castiglioni nos dijo muy claramente que el gobierno se había equivocado con nosotros. Que debía habernos cerrado, clausurado o intervenido mucho tiempo atrás.
Ahora era inconveniente hacerlo porque según sus propios informes, varios miles de personas entraban y salían a diario del local de AEBU. Nos fuimos "silbando bajito" pero contentos porque al fin... habíamos hecho las cosas bien, favoreciendo la presencia de un colchón humano de gente que a conciencia de donde estaba, nos había permitido seguir adelante y ayudar al conjunto de la resistencia, a brindarle un lugar de reunión a quienes no lo tenían, una suerte de lucecita en la noche, como alguna vez se ha dicho.
Fue, por demás, una guía muy clara, precisamente para la concreción de aplicación de los criterios que nos condujeron a todos hacia el primero de mayo de 1983
Hace unos cuantos años escribí "Sin desensillar y hasta que aclare", homenajeando la brega del sindicato bancario y su aporte a la resistencia uruguaya. Otros amigos historiadores también han hecho su tarea en la materia.
AEBU, merecidamente, ha quedado en la mejor historia de nuestro pueblo en relación a esos tiempos tristes y oscuros.
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Finalmente, una breve mención al principio de esta nota. A los sentimientos de orgullo y nostalgia que, a veces, pasan por la cabeza. Creo que el primero de ellos es de justicia como patrimonio de todos los compatriotas que pusieron algo, un poco o toda su vida por la libertad.
Lo de nostalgia hace a algo que siento obviamente no sobre las desgracias, pero si sobre el amor, la hermandad, la capacidad de dar, la entrega, la capacidad de confiar en el otro en los peores momentos. Creo que se sigue llamando compañerismo.
Tal vez sea el almanaque que me pesa demasiado sobre el cuero, pero solamente expreso mi deseo que la fraternidad en la brega diaria por las mejores causas de los uruguayos se multiplique y crezca, para gestar una sociedad mejor para la muchachada de hoy y de mañana.
Por Juan Pedro Ciganda