La elección interna es más que un voto
El Frente Amplio se propuso recuperar, para las internas de junio, nada más y nada menos que 140.000 votos, lo que colocaría a la fuerza política en el entorno de los 400.000, una cifra que parece lejana si se toma en cuenta que en el 2019 el FA no pudo llegar a las 260.000 adhesiones para definir el candidato a presidente.
Para que ese objetivo se pueda alcanzar deben pasar muchas cosas, algunas de ellas difíciles pero no imposibles de resolver. El objetivo más inmediato es lograr, para el próximo domingo, una votación del Frente Amplio que permita demostrar el potencial político de la izquierda. Esta es tal vez una de las mayores dificultades que se avizoran, debido a que no se ha logrado romper la apatía, la inmovilización política y social en los últimos meses. Es cierto que se han visto buenos actos colmados de militantes de izquierda, pero aún no logran romper el círculo concéntrico más inmediato de la estructura pura y dura del FA y sus sectores.
Parte de las dificultades tienen que ver con la ausencia de grandes movilizaciones sociales que empujen las reivindicaciones de trabajadores y trabajadoras, estudiantes, jubilados o pensionistas. ¿Existe lucha? Sí, pero no está lo suficientemente expandida ni generalizada. La apatía y la falta de reacción del campo popular es notoria. Dos episodios recientes demuestran la afirmación anterior. Por un lado la represión sufrida por los trabajadores de la pesca a manos de una Policía desbocada, y por otro el caso confirmado de investigaciones ilegales a un importante dirigente sindical como lo es Marcelo Abdala. Ambos casos, notoriamente graves y perjudiciales para la democracia, evidenciaron una preocupante falencia al no lograr superar la reacción de tipo declarativa para pasar a una acción de masas potente. Las razones esgrimidas, o a esta altura las excusas interpuestas para no dar ese salto cualitativo necesario, eran tan débiles como la inacción demostrada. Parte de las dificultades que supone la actual situación tiene que ver con las dinámicas de comunicaciones tan fugaces. El escándalo desaparece de inmediato tapado por otros episodios o actores astutos que logran instalar otras temáticas, mucho más banales y superfluas pero lo suficientemente atractivas como para distraer la atención.
Por lo tanto, el problema de la participación, y especialmente lo que ocurra el próximo domingo, debe ser el centro de mayor preocupación, más allá del poco margen de tiempo que resta. Indistintamente de las buenas valoraciones y augurios sobre las posibilidades del FA que aparecen en muchas de las encuestas, principalmente hacia las elecciones nacionales de octubre, no se ha podido transformar el enojo, el asombro y la desilusión en acciones colectivas que permitan canalizar la necesidad de cambio y transformación que el país evidencia en múltiples áreas. Aumenta la pobreza, la desigualdad, crece la inseguridad, los problemas de acceso a la vivienda se multiplican como los actos de corrupción, abusos de poder y espionaje.
Todos elementos que golpean al Gobierno pero no lo suficiente, porque falta el factor organizador, el elemento subjetivo que anule la capacidad del Gobierno de ir sorteando uno a uno los episodios de escándalos sin que la resignación se transforme en rebeldía. Hasta el momento, parece ser que la batalla mediática la viene ganando la agencia de publicidad de Torre Ejecutiva, aunque no es una victoria definitiva y ellos lo saben.
El momento del Frente Amplio es ahora
El 30 de junio es una oportunidad concreta para pasar del dicho al hecho, de recuperar terreno y catapultar al FA a la victoria de octubre. El Frente Amplio tiene un programa único y resolverá una fórmula unitaria de acuerdo a los resultados del domingo a la noche, que se conocerá esa misma jornada. Eso es mucho y supone una ventaja respecto a la elección interna anterior. Para el 2019 el FA venía en bajada, prácticamente en caída libre, y las disputas internas sumadas a los personalismos terminaron por sentenciar la derrota del FA. La elección de octubre de 2019 no se perdió esa noche. Fue un largo derrotero de desacumulaciones, desaciertos y errores políticos profundos que costaron muy caro. Pero es evidente que lo ocurrido en junio de 2019 fue el golpe de gracia para la derrota. La bajísima participación en las urnas y la especulación sobre la resolución de la fórmula presidencial evidenció serios problemas de conducción e incapacidad de la fuerza política.
En estos momentos el FA tiene una nueva oportunidad, que es en definitiva una nueva oportunidad para los sectores populares, para las grandes mayorías. Está en la izquierda poder transformar la elección en un hecho político relevante, parte de una síntesis de acumulación con perspectiva de triunfo en octubre. Las carencias son muchas, varias de ellas se han señalado en estas líneas. Pero es reversible si existe voluntad de cambiarlas. La voluntad es una condición necesaria para ejecutar las transformaciones y no se debe confundir con el voluntarismo. Las fuerzas populares han mostrado en más de una ocasión la capacidad de sobreponerse en circunstancias mucho más delicadas que las actuales. Ya que de elecciones se está hablando, conviene tener presente la arremetida social y política de las fuerzas populares rumbo al balotaje de noviembre de 2019. Luego de una derrota durísima en octubre y de una votación notoriamente baja del FA, hacia noviembre se logró revertir la situación con una patriada que casi consigue la hazaña. Lo mismo podría decirse de la recolección de firmas para convocar un plebiscito contra la LUC, en condiciones de enorme dificultad.
La mesa está servida y el domingo se juega una parte fundamental de las chances de recuperar el gobierno para las grandes mayorías.