Las denuncias contra el senador Penadés que lo vinculan con el delito de pedofilia complican y complican mucho al Partido Nacional. Reuniones, marchas y contramarchas en la secretaría de prensa del senador, declaraciones cruzadas de los principales actores del partido son un ejemplo del estado de ánimo son un ejemplo del estado de ánimo que reina en la colectividad blanca.
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Durante la Semana Santa el tema que involucra al senador Gustavo Penadés fue tendencia en la redes, tema de conversación en la opinión pública y en las reuniones entre amigos propias de los días de descanso. Los periodistas observamos con atención el tema y lo seguimos a través de los portales y hasta en los informativos de televisión. El Domingo de Ramos, Santo y Seña de Nacho Álvarez (Canal 4) dedicó su hora y media de programa al tema. Entrevistó a Romina Celeste y en forma encubierta a otras dos supuestas víctimas.
Durante toda la semana los principales actores políticos hablaron. El secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, fue tal vez la voz más dura; si bien, dejó todo en manos de la Justicia, tomó distancia del senador denunciado. La compañera de ruta de la lista 71 Laura Raffo aprovechó su visita a la Fiesta de la Cerveza y volvió a reiterar su confianza en la Justicia, así como también en el proyecto iniciado de cara a las elecciones primarias que se vienen.
La vicepresidenta Argimón, también en el litoral, se refirió al caso Penadés, confió en la Justicia y deslizó un pequeño matiz. Expresó: “Es un tema que afecta al Partido Nacional, al Parlamento y a todo el país.”
El presidente de la República, en un primer momento, a tono con las declaraciones del ministro Heber, apoyó enfáticamente a Penadés. Los días fueron pasando, la información iba creciendo y el viernes de semana de vacaciones en ocasión de recibir a un grupo de senadores estadounidenses nos regaló una postal institucional, del brazo de Lorena, en el medio del grupo, dando una imagen de familia feliz. Al verla, subida inmediatamente a las redes de Presidencia, sonreí para mis adentros y pensé: si tuviera que titular esta foto, le pediría prestada al presidente Alfonsín una frase histórica: “La casa está en orden, felices pascuas”.
Otra denuncia
En esasemana, con un pequeño descanso familiar, en la siempre linda ciudad de Colonia, sorprendió a Juana un posteo que leyó en Facebook, que no solo le impactó, sino que además intentó ponerse inmediatamente contacto con el autor del mismo, quien narraba una episodio que vivió en primera persona cuando tenía 17 años y sufrió un intento de violación por un adulto. Según el denunciante, cuyo nombre mantendremos con reserva hasta que formalice su denuncia, el responsable no era otro que el hoy senador Gustavo Penadés.
La gestión dio sus frutos y Juana armó su mochila y se fue hasta Piriápolis para conversar con él.
Mientras iba camino al encuentro, pensé en la carta que Penadés le envió a la vicepresidenta Argimón, en su condición de presidenta del Senado, para solicitarle que levanten sus fueros si lo cita la Justicia.
Vinieron a mi memoria los dos proyectos de ley que presentó el hoy presidente de la República -cuando era diputado y luego senador- Luis Lacalle Pou para derogar la institución de los fueron porque siempre entendió que “el régimen que existe en Uruguay le da una función jurisdiccional al Parlamento y no creo, en el mundo moderno en el que vivimos, que esta función la deba tener el Parlamento, sobre todo cuando se trata a delitos que no hacen a la función del Senado. Por eso es que yo no creo en la existencia de este tipo de fueros en el mundo moderno”.
En ambos proyectos de similar redacción Lacalle Pou apuntaba a modificar el artículo 114 de la carta vigente en el que se establece que “ningún legislador podrá ser acusado penalmente” mientras ejerza sus funciones salvo que su propia cámara decida “dar lugar” a la demanda.
Recordé además la sesión ordinaria del Senado del pasado 11 de abril durante la cual Juana, como siempre, fue a cubrir la barra. Fue una sesión distinta. El ánimo no era el mismo. Se notaba en el ambiente. El senador Gustavo Penadés, había comunicado en la reunión de bancada de los senadores del Partido Nacional que no pediría licencia. Por lo tanto, iría a las sesiones y comisiones que integra. Lo vi ingresar a sala, llegó solo. Se sentó en su banca, tomó en sus manos su celular y nunca lo dejó, ni siquiera para ir hasta el ambulatorio. La sesión fue larga. Votó con su bancada, apenas interactuó con sus vecinos de banca. Terminó la sesión y se fue. Otra vez solo.
En el viaje pensé en lo conversado para Caras y Caretas con algunos senadores. Jorge Gandini nos contó que en la reunión de bancada con todos los miembros presentes, incluidas la mamá del senador Sartori y la vicepresidenta Argimón. Todos escuchamos y nadie habló. Nos agregó además que si solicitan el levantamiento de los fueros, se votaría afirmativamente.
El senador Da Silva nos aclaró: “Yo no lo llamé, somos compañeros y en la reunión de bancada lo escuché. Y por supuesto si se solicita el levantamiento de los fueros para esclarecer las cosas, lo votaré afirmativamente”.
La vicepresidenta Argimón nos manifestó que en la reunión de bancada él le solicitó hablar antes de comenzar con el tratamiento de los demás temas del orden del día. Así se hizo. Nos pidió más o menos lo mismo que expresó en la carta que me hizo llegar con fecha 4 de marzo. No hubo una defensa expresa y se resolvió designar a la senadora Bianchi para que conversara con los medios. Por último, la escribana Argimón le confesó a Juana que esto es muy difícil. Todos estamos mal anímicamente y eso se notó hoy en la sesión.
Cuando iba llegando, cuando el ómnibus pega la vueltita de Solís y comienzo a ver el San Antonio y Punta Fría como telón de fondo, recordé también las declaraciones de la senadora Bianchi, quien manifestó que “es un tema que nos preocupa a todos, que el senador Penadés ha actuado hasta ahora conforme a derecho y estamos a lo que solicite la Justicia”.
Encuentro con el denunciante
La reunión la fijamos para las 2 de la tarde en la confitería del Argentino Hotel y hasta allí nos trasladamos. Ese salón con ventanales al mar de mesas con manteles blancos y sillas thonet invita al diálogo en un espacio detenido en el tiempo. Conserva el mismo mobiliario que en 1930 trajo Piria para su inauguración. En ese salón propio de la belle époque uruguaya el denunciante nos contó su historia.
Hoy tiene 38 años, está en pareja, trabaja en Piriápolis y de una relación anterior tiene un hijo de cinco años, al que había dejado en la escuelita un rato antes. Nos aclara que está dispuesto a seguir con el procedimiento que corresponda, pero en esta primera instancia prefiere mantener la reserva de su nombre.
Nos cuenta en primer lugar que esto ocurrió cuando él era muy joven, tenía 16 años, vivía con su familia en su ciudad natal, Pan de Azúcar, y allí concurría al liceo. Como para todos los jóvenes de la zona el programa por excelencia de un fin de semana era arrancar para Maldonado o para Minas a escuchar un buen toque. En ocasión de este relato, pintó ir a Minas. Armaron una vaquita que alcanzó para el viaje de ida y las entradas. La vuelta sería lo que pinte haciendo dedo, como siempre cuando tenés 17 años.
Relata que una vez finalizada la movida de la banda de rock Sórdromo en la discoteca Sueños, se quedó en casa de una chica y sus amigos pegaron la vuelta más temprano. Se hicieron las cuatro y pico de la tarde del otro día, bajaba el sol de invierno y no le quedaba otra que caminar y hacer dedo para llegar lo antes posible. Pateó unos cuantos kilómetros y no pasaba ningún auto. Entonces frena uno que recuerda era de color azul, un Peugeot, no recuerda su modelo. “Voy hasta el mismo -nos dice-, le pregunté hasta dónde iba y me respondió: ‘Subí que te llevo, voy para Maldonado’. Entré al auto con confianza, recuerda, era un señor grande, medio gordito y con cara de simpático. Comenzamos a charlar y me contó que era director de Uragua. Pero el diálogo siempre lo peloteaba para el lado sexual, anunciando que una situación incomoda se acercaba. Pero mi deseo era llegar cuanto antes a mi ciudad.
Llegamos al liceo (que vale la pena aclarar que está en una zona bastante alejada de la ciudad de Pan de Azúcar), frenó el auto y me dijo: ‘Te doy 250 pesos si me dejás tocarte’. Al instante me tocó la entrepierna. Repito, tenía 17 años, salí del auto como flecha e indignado intenté romperle el parabrisas trasero con unos cascotes que encontré en la calle. Pero ya era tarde, aceleró rapidísimo y se fue. Volví a mi casa, mi madre como siempre se enojó porque llegué al otro día. Esta vez no le discutí.
Pasaron unos días, no recuerdo cuántos y, como siempre ocurre en el pago chico, hay una hora en la que todos nos juntamos frente a la chimenea y el televisor. Esa nochecita no fue la excepción. Mi vieja tenía el informativo puesto, y allí estábamos mi hermana y yo tomando unos mates, con la televisión como telón de fondo. En eso pasan imágenes del Palacio Legislativo, no recuerdo que estaban tratando, y en eso aparece el gordito, ‘director de Uragua’, que no era otro que el legislador Penadés. Pegué un grito al aire. Ahí se enteró toda mi familia porque empecé a decirles ‘es este, es este…’”.
Terminó su relato y sentí que se había sacado un peso de encima. Pensó mucho antes de tomar la decisión de hablar y lo que primero fue un desahogo en Facebook hoy se materializa en una charla con Caras y Caretas. Quiso apoyar a los que ya han denunciado, contar su historia y evitar episodios como los que él y otros chicos han vivido; y que nunca le toquen a su hijo de cinco años.
Nos despedimos. Y Juana empezó a desandar el camino para emprender la vuelta con un sabor triste y doloroso. Esa no le gusta a nadie. A Juana tampoco. Recordé una vez más la película De esto no se habla, de María Luisa Bemberg, que narraba los silencios y el sufrimiento de la protagonista. Ante tanto sabor amargo con el que hice el viaje, algo rescatable: de esto, ahora, sí se habla. A todos nos tiene que quedar en claro: cuando es un menor, siempre es no y siempre es un delito.
Textos: Juana de la Barra