Pero esto funciona en las narrativas que se ofertan en las plataformas de streaming. Del otro lado de la pantalla la realidad devuelve otra experiencia, en la que el tan alabado combate no ha sido otra cosa que un rotundo fracaso.
El estado (o la grave situación) de la seguridad en Uruguay ya ha generado ríos de tinta. Los números oficiales no convencen. Cuando pasa el efecto de la promesa de combate, todos toman conciencia de que el país enfrenta un problema grave, y que no ha sido encarado como un problema estructura ni se han enfrentado sus causas ni se ha "atacado" en donde hay que atacar. Se cierra una boca de pasta base, pero por el puerto, y otros puntos del país, pasan olímpicamente enormes cargamentos de droga.
Esta realidad también ha generado algunas rispideces o tensiones entre distintos sectores del Partido Nacional que están en pugna por llevar a su figura al sillón presidencial. Veamos al menos un caso.
El precandidato Álvaro Delgado, que se presenta como garantía de que se continuará con las políticas de este gobierno, habló recientemente en un mitin sobre este tema. Y entre varias consignas, una destaca claramente: "Sepan que hay un equipo que va a declarar la guerra a la inseguridad y al narcotráfico".
A las pocas horas de que este y otros planteos de Delgado tuvieran eco en la prensa, se hizo pública la reacción (controlada, por supuesto) de un nombre muy conectado con el tema: el senador y exministro Luis Alberto Heber.
En un acto de la Lista 71, que impulsa la precandidatura de Laura Raffo en la campaña nacionalista, Heber señaló que "está bien" lo que dijo Delgado, pero (siempre hay un "pero"), le recordó que la seguridad “ya fue la primera prioridad de este gobierno, que actualmente rige”. Y, como defensa de su gestión al frente del Ministerio del Interior, retomó su afirmación preferida: estamos más seguro que antes. "Entonces, si él [Delgado] sigue priorizando, es porque quiere mejorar aún más lo que ya se mejoró: bajaron las rapiñas, los hurtos y el abigeato, bajaron menos los homicidios, pero estamos más seguros que antes”.
Y en otro tramo del acto el exministro sentenció:
“Lo que pasa es que nosotros somos así: el presidente precisaba de mí para ir al peor lugar que había en la administración, y sin titubear fuimos a la guerra, porque es lo que tiene que hacer un buen blanco cuando su presidente está pidiéndolo”.
Otra figura nacionalista que salió al cruce de Álvaro Delgado fue Jorge Gandini (precandidato de Por la Patria), quien dijo: “Yo escucho a Álvaro Delgado decir: en el próximo gobierno si soy presidente voy a poner la seguridad y la lucha contra el narcotráfico como una prioridad… entonces me surge decirle, Álvaro, estamos en el gobierno, no hay que esperar un año. Si tenemos cosas para hacer, hagámosla” .
Este intercambio, que, hay que reconocerlo, fue en términos bastante amistosos, prudentes, puede parecer una anécdota típica de campaña.
En el fondo del chisporroteo público, tan apetecido por los cazadores de titulares, pulsa una idea que los estrados políticos no siempre aceptan discutir: ¿es efectivo el enfoque represivo-punitivista?, ¿qué efecto tiene tal enfoque cuando, a la vez, se impulsan políticas que alejan al Estado de la sociedad, de la regulación económica?
En este espacio sería excesivo ensayar respuestas, pero alcanza con plantear las interrogantes, las dudas. ¿La solución al problema de la inseguridad es la política violenta impulsada por gobiernos como los de Javier Milei o Nayib Bukele?, ¿la grave situación de países como Ecuador no es el resultado de políticas neoliberales que han alejado al Estado de los problemas que enfrenta la población?
Es cierto, el cruce de declaraciones con "espíritu de campaña" es muy atractivo. Pero el consumo de estos recursos retóricos, destinados a agitar tribunas y concentrar la atención de las cámaras, no debería desviar la atención de lo que ocurre realmente con la inseguridad, con el narcotráfico, con la situación de las personas que viven en la calle.
La "guerra", "el combate", "la lucha", ya ha quedado demostrado, no resuelven problemas de fondo. Lo único que hacen es encender respuestas del mismo tenor.
Los escuadrones "armados hasta los dientes", dispuestos tanto a cerrar una boca como a reprimir una manifestación sindical, no son la solución de fondo.