La última semana ha sido un verdadero raíd mediático del presidente Lacalle Pou. No ha parado. En el medio, el huracán Astesiano le daba más dolores de cabeza y Lacalle padre iniciaba su desexilio. El exsubdirector ejecutivo de la Policía fue imputado por la Fiscalía y nombró como abogado defensor al Dr. Juan Fagúndez. El miércoles 15 el exjefe de seguridad presidencial alcanzó un acuerdo abreviado con la Fiscalía por todas las causas por las que se le investiga. Esa tarde el presidente continuó cortando cintas.
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Con los días lindos y el calor a tope, Juana resolvió el fin de semana pasado ir a Punta del Este y arrancó el viernes de tardecita. Acompañada de sus sobrinas decidió “gorlerear” un rato y tomar un helado. Si bien hay gente y se nota, más allá de triunfalismo de las autoridades nacionales y departamentales, vinculadas al turismo, al llegar a la 17 el movimiento de autos y de gente era inusual. Allí supe que algo iba a pasar porque estaba lleno de cámaras. Les dije a mis acompañantes: “Vamos a apurarnos porque algo importante debe estar por pasar”. Y no me equivoqué.
A medida que avanzábamos por Gorlero, a esa altura parecía una convención de los blancos. Muchos veteranos de esos que olfateás a dos cuadras, vaquero, náuticos, camisa blanca o celeste y bucito liviano anudado sobre los hombros, que se saludaban entre ellos con ambiente festivo.
Estábamos en la puerta del nuevo local de Tranquera, una marca de indumentaria que, como ellos se definen, es un símbolo de la campaña en la ciudad; fue creada hace una década, es parte de nuestra industria nacional y es la marca preferida del presidente Lacalle Pou. Cuando asumió la presidencia cumplió una promesa que les había hecho, vistió una camisa blanca de la marca y la vicepresidenta Argimón no se quedó atrás. El saco color hielo con vivos azules en composé con su indumentaria fue de Tranquera.
No habían pasado 10 minutos y develamos la duda. Pararon en doble fila varios autos y empezó a bajar el gobierno. El secretario Delgado, el ministro Pagani, el secretario del mandatario, algún que otro senador y el mismísimo presidente Lacalle.
Llegó muy “casual”, zapatillas deportivas, vaquero color arena y una t-shirt blanca con la marca de la empresa. Arrancó saludando a diestra y siniestra. Se confundió en un abrazo con un viejo periodista, Washington Beltrán, exdirector del diario El País. Y siguió haciendo lo que mejor le sale: repartiendo sonrisas y selfies.
Cuando volvíamos en el auto camino a casa empecé a recordar el vínculo de Lacalle Pou con esta empresa. No es nuevo. Lleva muchos años de amistad y fidelidad, a tal extremo que el 7 de mayo de 2020 -no habían pasado más de dos meses de decretada la emergencia sanitaria- el presidente de la República resolvió hacer una compra directa de mil tapabocas a la empresa Rominur SA (Tranquera). No fue la única, hubo más de una. El Estado uruguayo pagó 28 pesos en una compra y 36 en la segunda por tapaboca, que no salen más de 10 pesos la unidad en la farmacia de abajo de casa. En fin, amigos son los amigos.
Al día siguiente resolví hacer playa y conversar con un viejo amigo, publicista, en el parador de la 31. Charlamos largo y uno de los temas centrales fue el raíd mediático que ha protagonizado Lacalle en las últimas semanas para contrarrestar el huracán Astesiano que tantos dolores de cabeza le ha dado. Esta estrategia no es nueva; el publicista de cabecera del gobierno, Roberto Lafluf, ha dicho en más de una oportunidad que lo que más disfruta es estar en contacto con la gente. Es una vieja receta que aprendieron de Jaime Durán Barba, quien explicaba: “La cuestión es instalar una imagen y un concepto. Quitarle el acento de alta sociedad, mostrarlo como pueblo a pesar de pertenecer a la otra parte de la misma. Hay que mostrarse terrenal, común, vecinal”.
Mi amigo me recordó que la última semana el presidente visitó y cortó cintas en Treinta y Tres, estuvo en Cerro Largo, fue a la Fiesta de Sarandí del Yi, a otra del Rotary en India Muerta, a la Fiesta del Pollo y la Gallina en San Bautista, al Festival Gastronómico de Lascano y además inauguró un vivero de UPM. En todos, al decir de Lafluf, hizo lo que más le gusta, sonrío, saludó, palmeó hombros y sacó selfies. Además, haciendo gala de sencillez, probó carne y más de un chorizo con la mano.
Estamos asistiendo, me recuerda mi amigo, a una nueva forma de comunicarse que, hasta Lacalle Pou, en Uruguay no se había desplegado. El huracán Astesiano ha complicado la cosa y no alcanza.
La atención desviada, los comentarios en redes sociales y el repique en los medios de comunicación tradicionales hoy no son suficientes. Las encuestas marcan que la imagen de Lacalle Pou ha descendido. Hasta la pandemia se consideraba que en términos generales había sorteado bien las dificultades. La propaganda del gobierno se centra actualmente en la imagen “sencilla” del Presidente y cortinas de humo frente a situaciones impopulares. Y si eso no alcanza, volvemos a insistir, son la pesada herencia que por algún lado siempre aparece.
El lunes Juana volvió a Montevideo y en el viaje se conectó con uno de sus amigos que la puso al tanto de algunas novedades de la interna blanca después de la juntada de La Paloma. Se sabe que el grupo Todos, ese paraguas protector que los juntó durante dos elecciones, en breve entra en modo avión.
Pero la novedad que La Paloma nos dejó es que el Dr. Lacalle Herrera, que pegó el faltazo a la reunión, le dice a quien lo quiera oír que ya cumplió con su exilio. La semana pasada esta cronista adelantó que Lacalle padre tiene ganas de volver al Senado. Un histórico de su sector nos dijo que “ahora tiene una actividad mucho más dinámica que la que tuvo todos estos años. Estaba como un león enjaulado y ahora siente que puede aportar y tener otra presencia en los asuntos del partido”. Además, es uno del os promotores de la candidatura que se viene en la interna de Laura Raffo y sueña con la organización de los festejos de los 150 años del Dr. Luis Alberto de Herrera. En eso anda su trillo.
El miércoles de tarde, temprano, Juana enfiló a Ciudad Vieja para compartir un café con el Dr. Juan Fagúndez en La Farmacia, ese lugar histórico que supo albergar la farmacia Dell durante décadas y que colabora a que la charla con el viejo amigo de los años de estudiante sea un verdadero disfrute.
El Dr. Fagúndez es el abogado del exdirector ejecutivo de la Policía destituido por el ministro Heber la semana pasada. Fue formalizado por la fiscal Fossati por “tres delitos de revelación de secreto por haber entregado al exjefe de la custodia presidencial información del Sistema Información de Seguridad Pública referente a tres casos”.
Luego intercambiaron figuritas sobre el tema excluyente de conversación: la condena a Astesiano a cuatro años y medio de cárcel por asociación para delinquir, tráfico de influencias, conjunción del interés público con el privado y revelación de secreto al arribar a un acuerdo con la fiscal Fossati, que fue homologado por el juez de la causa el miércoles en la mañana. Fagúndez nos aclaró y despejó toda duda de que la causa de su defendido es absolutamente independiente de la condena que recibió Astesiano. Nos explicó además que la aclaración de la fiscal Fossati de que siguen abiertas varias líneas de investigación hace prever que esto pueda ser muy largo.
Fagúndez nos manifestó que lo que hay en relación a su defendido es la entrega de tres documentos, lo que antes conocíamos como partes policiales, de tres hechos diferentes a pedido del jefe de seguridad del presidente, que los pide, a su vez, en nombre del mandatario. Él, en referencia a Berriel, que estaba en un cargo en una institución vertical, no se puede negar porque es su superior el que lo está pidiendo. Cuando le pregunté si se estaban violando, por ejemplo, los derechos de reserva, en caso de las víctimas involucradas en la información que dio Berriel, fue claro cuando me respondió: “Mi posición personal y profesional está antes que esos derechos”.
Según Fagúndez, Astesiano invocó a Lacalle Pou para hacer estos pedidos en función de su relación con el presidente. Por último y antes de despedirnos, Fagúndez afirmó: “Yo no tengo apuro por llegar a un acuerdo. Mi defendido está imputado por un delito que conlleva multa, ahora bien, si en este camino de miguitas que transita la fiscal poco a poco, veo que es necesario, voy a pedir que se cite al presidente por los mecanismos que corresponden”.
Nuestro día terminó tarde. Habíamos recibido una gacetilla de prensa para concurrir al corte de cinta que tenía previsto el gobierno por la remodelación del instituto Tiburcio Cachón. No pensábamos ir, pero a último momento un colega nos avisó que el raíd mediático del presidente Lacalle seguía a todo vapor y se haría presente a la hora de agarrar la tijera.
El ambiente cuasi festivo que encontramos al ingresar a los jardines del centro de rehabilitación nos sorprendió. Se parecía más a una kermés de blancos que a un acto meramente protocolar. Estaban todos. El ministro Falero, que jugó de locatario, el senador Penadés, el senador Gandini, Laura Raffo y todas esas caras conocidas de diputados y senadores que creyeron tomar cierto respiro con la condena al exjefe de la custodia presidencial.
EL presidente Lacalle mostró un indisimulable buen humor y, como siempre ocurre, sonrió, saludó y se sacó selfies. Aprovechó la presencia de todos los medios y manifestó. “Hoy la Justicia habló”.
Esta cronista, que suele ser mal pensada y hace bien, hoy le da la razón. La Justicia habló. Astesiano no era ningún perejil ni un mitómano, integra una asociación para delinquir, traficó influencias desde su situación de privilegio en el 4º piso y su amistad de larga data con la familia Lacalle, reveló secretos y cometió el delito de conjunción del interés público con el privado.
Textos: Juana de la Barra