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Sociedad cárcel del pueblo |

Sara Youtchak: «La cárcel del pueblo fue un depósito de seres humanos»

Sara tiene 80 años, fue profesora de Literatura, militante del Partido Comunista del Uruguay (PCU) y ocupó importantes responsabilidades en el Frente Izquierda de Liberación (Fidel). Cuando las Fuerzas Armadas lanzaron el Operativo Morgan, una ofensiva contra los militantes del PCU, Sara tuvo el triste honor de ser la primera detenida y estar secuestrada en distintos centros clandestinos de reclusión, entre ellos, la cárcel del pueblo.

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El filósofo argentino Ricardo Foster dice que uno de los roles de los filósofos, los historiadores, los periodistas, es el cuidado de la memoria.

Sara lleva sus 80 años con la vitalidad y convicción de sus años mozos; es una sobreviviente del terrorismo de Estado (aunque siempre reivindica la entereza de Ofelia Fernández, la presa política más torturada en Uruguay) y una leyenda viva de la militancia comunista.

Ahora que actores de la derecha política decidieron aportar su visión sobre la historia reciente (Manini y la declaración del estado de guerra interna, el ministro Javier García habilitando las visitas a la cárcel del pueblo como muestra de violación a los derechos humanos por parte de los tupamaros), el testimonio de Sara, que no será el primero que volvamos a recoger, resulta fundamental para reconstruir una historia “completa”.

¿La primera detenida en el Operativo Morgan?

Sí, aunque en realidad cuando los milicos nos empezaron a numerar yo tenía el número dos porque el uno se lo habían puesto al que era el jefe de la red de comunicaciones que yo integraba; éramos los encargados en la clandestinidad de las comunicaciones entre la dirección del Partido y los cuadros intermedios.

El 20 de octubre de 1975 en una esquina de la calle Belgrano yo estaba en mi auto, se me vienen encima cinco tipos, me meten una bolsa en la cabeza, me entran a dar [golpear] y fue el primer antecedente de raptos en la calle de comunistas, me desaparecieron seis meses, me torturaron cuatro, me recuperaron dos y en febrero me encarcelan en Punta Rieles donde voy a estar cinco años.

Te detienen y te llevan a los centros clandestinos.

Cuando me detienen me llevan vendada y golpeada en mi auto, dieron unas vueltas bárbaras y creo que al primer lugar que me llevan podría ser la Republicana, pero nunca estuve segura, sé que era un espacio abierto, se oía ladrar perros, había muchos detenidos, desaparecidos, y luego me llevaron a la casona de Punta Gorda, el primer “300 Carlos”.

Ahí había muchísima gente, llegaba gente a cada rato y nos dieron como quien lava y no plancha, fue terrible, tanto que a mi me sacaron de ahí y los propios soldados al ver el estado en que me habían dejado me decían “gorda, ¿por qué tenés orden contra suicidios?”; eso implicaba que tuviera custodia permanente, me preguntó eso un milico que después murió extrañamente en un accidente de maniobras, muchos soldados que tuvieron un trato humanitario con los presos murieron en forma extraña.

Se ve que en un momento había tanta gente que a los dos o tres días me trasladan a otro lado que luego me doy cuenta de que era la cárcel del pueblo.

En un momento yo esta vendada, tirada en el piso, y se me acerca alguien que en tono muy amoroso y tierno me dice “no tengas miedo, esto va a pasar”, que era Jorge Castillo.

No sé cuánta gente había ni quiénes eran porque estaba todo el tiempo vendada y separada y como tenía operativo contra suicidio, tenía vigilancia permanente, así que en determinado momento vendada me dicen que me bañe o me bañaron los milicos, no recuerdo, sabía que eran milicos por las botas, que era lo único que les veía, y ese milico que falleció que era un cabo fue el que me dijo, porque me tuve que desnudar delante de él, que a esa altura no importaba nada, me dice asustado “¡¿pero qué te hicieron?!”, porque tenía todo el cuerpo como azul, menos un seno que estaba blanco y en la espalda tenía como latigazos. En algún momento me revisó un médico y me llevaron al Infierno Grande, al 300 Carlos Grande.

¿En qué momento identificás que podías estar en la cárcel del pueblo?

Yo soy nacida en Parque Rodó, el parque era mi jardín de juegos; a la gente que agarraban en la calle la llevaban al 300 Carlos, la torturaban y luego la mandaban a la cárcel del pueblo, pero ahí creo que no torturaban, era como un depósito de humanos.

Los milicos vestían ahí de particular, pero usaban borceguíes del ejército; cuando sonaba el teléfono ellos atendían diciendo familia Suárez, pero un día una mujer golpeó a la puerta, la entraron del jopo y la mujer desesperada gritaba que no tenía nada que ver, que pueden preguntar quién soy, que era empleada doméstica y que su patrón vivía a la vuelta, por bulevar España.

Yo había prestado atención, porque te convertís en una esponja, tratás de obtener información; había un ómnibus que se escuchaba, pasaba cada 15 o 20 minutos.

Cuando la mujer dijo eso recordé que el 116 pasa por Juan Paullier y dobla por bulevar España, dije ‘estoy en la cárcel del pueblo’, en realidad estaba a siete cuadras de mi casa, en mi barrio.

¿Tenés idea cuánta gente pasó secuestrada por esos centros?

No, porque en esa locura que yo tenía de llevar el registro de los números que ellos ponían, en un momento me di cuenta que habían cambiado la forma de registrar y se salteaban los números, pienso que para que nosotros no tuviéramos idea de la dimensión.

Luego te llevan a Punta Rieles.

Yo creo que en el 300 Carlos me tuvieron cuatro meses dándome y recuperándome. Registraba los sonidos de los aviones, los números de los platos donde nos daban la comida que eran del ejército y esa chifladura por retener los números me la sacó Ofelia Fernández en Punta Rieles. Allí concentraron a todas las mujeres con la esperanza de que nos matáramos entre nosotras, porque llevaron a las del PCR [Partido Comunista Revolucionario], a las tupas viejas, pero hicimos un frente común, muy conscientes de lo que estábamos viviendo.

Ahí estuve hasta 1980, pero afuera me hicieron la vida a cuadritos, buscaba trabajo, pero me tenía que presentar a firmar, hasta que en noviembre de ese año escapé por Yaguarón hacia Brasil y luego de unos meses me refugié en Francia, donde ya estaba asilado mi hermano.

En Brasil me ayudaron mucho los curas; de hecho, uno de ellos me llevó a vivir en su casa.

¿Cuándo te detienen ya estabas en la clandestinidad?

Sí, claro, yo era comunista, pero estaba asignada a tareas en el Fidel, fui secretaria de su ejecutivo, secretaria de Seregni, secretaria del Interior, estuve como secretaria de Leopoldo Bruera en la Junta Departamental y de Gerardo Cuesta en la Cámara de Diputados, hasta que terminé siendo un correo de confianza. Ya habían declarado ilegales las cámaras, ya estábamos en la clandestinidad.

¿Qué pasó con tu familia?

Yo tenía a mi mamá con cirrosis y la atendía como podía; yo creo que ya nos venían siguiendo, siguieron a la compañera Nora González; ellos se dieron cuenta de que había un sistema, o lo cantaron [delataron], de contacto entre la dirección del partido y los cuadros intermedios.

Porque en los operativos que caen presos los primeros, como Grille, no eran del tamaño como el que se monta para la Operación Morgan, y no había antecedentes de desapariciones.

Nibia Sabalsagaray

En el 74 matan a Nibia; éramos tres que habíamos hecho toda la carrera en el IPA [Instituto de Profesores Artigas], éramos un trío con Nibia y Antonia Yáñez. Ellas eran de la UJC [Unión de Juventudes Comunistas] y yo nunca quise ser de la UJC, ingresé directamente con 18 años al partido.

A mí me tenían apartada, me daban [torturaban] y me inyectaban para recuperarme y me volvían a dar. En uno de los interrogatorios se presentó alguien que dijo que era de la CIA, así se presentó al menos, y yo había integrado el comité pro-Cuba y ellos me vinculaban con la alta guerrilla.

Se sumaba que el director de la CIA en Uruguay, Philip Agee, en su libro Inside The Company, nombra a tres uruguayos: Flora Papo, secretaria del gerente de SAS, agencia a través de la cual se hacían todos los vuelos, Jorge Castillo y yo.

Te consideraban medio “pesada”.

No sé qué me consideraban, me dijeron agente cubana, vinculada con la alta guerrilla cubana y los interrogatorios giraron en torno a eso.

¿Cómo vez esta propuesta del ministro de Defensa, Javier García, de autorizar visitas a la cárcel del pueblo?

Ellos por todos los medios están tratando de demostrar la teoría de los dos demonios, que desgraciadamente el propio Tabaré Vázquez habló de ella en un acto del 18 de mayo, pero en realidad esa teoría no existe en Uruguay.

Cuando atacan al Partido Comunista, el movimiento tupamaro estaba en sus últimos coletazos. Cristi decía que “con desactivar a 10.000 personas en Uruguay, desaparecía la lucha de clases”. Claro, la lucha de clases no desaparece, pero se refería a que se eliminaba la capacidad de movilización, matar salía muy caro y mataron por brutalidad, apuntaron a una tortura que no dejara huellas pero quebrara, distinto a lo que hicieron las dictaduras en Argentina, Chile y Brasil que apostaron al exterminio.

Ellos reivindican el rol del ejército, como que no tuvieron más remedio que dar el golpe de Estado, como un golpe patriótico.

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