La familia sufrió la partida de Florencia, una niña –hermana de Favio– que falleció a los cinco años como consecuencia de una afección cardíaca. El proceso fue devastador y desde entonces ya nada fue igual. Cada uno trató de crecer y seguir adelante como pudo, pero «Flopi» marcó a cada uno de los integrantes de la familia. «Yo tenía 18 años y te podrás imaginar que eso fue horrible. Todos salimos distintos de la partida de Flopi. Después de eso, dejás de preocuparte de ciertas cosas y te enfocás en lo verdaderamente importante».
La vida siguió y Favio, junto a su otra hermana –Valeria–, crecieron rodeados de amigos, asumiendo que la realidad puede ser bastante más cruel que lo que dicen los libros de cuentos. Favio fue un muchacho de pelo largo –mucho pelo– y se abrazó al rock de manera frenética. Vio, bailó, cantó y pegó alaridos en shows en vivo de Iron Maiden en Uruguay y Guns N' Roses en Argentina. Después se calmó y optó por trabajar, militar, cocinar y leer. Leyó a Marx, García Márquez y distintos autores latinoamericanos, y actualmente está terminando la trilogía Sapiens de Yuval Noah Harari y comenzando a leer a Gabriel Oddone (El Despegue, Penguin Random House). Es papá de Silvina, maestra educadora inicial; es presidente de FUECYS, vive en Sayago, es hincha de Peñarol y Aguada, y va a hacer las compras diarias al Devoto –su empleador– por «lealtad» y porque tiene el descuento de funcionario, y viaja seguido en ómnibus para escuchar las conversaciones de la gente, como una forma de no perder los pies en la tierra y vivir la realidad.
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-¿Cómo y cuándo se inició en la actividad sindical?
-Comencé a trabajar a los 14 años en una carpintería a la que me llevó mi padre. Fue entonces cuando me afilié por primera vez a un sindicato, en este caso al Sindicato de Obreros de la Industria de la Madera. Ahí nació mi conciencia sindical y también comencé a participar en la militancia política partidaria, hasta el año 2004, cuando decidí dejarla de lado para, junto a un grupo de compañeros, fundar el sindicato de Devoto.
-¿Por qué valió la pena conformar el sindicato?
-Porque no hay motivos más justos que luchar por causas colectivas.
-¿Y qué responde a quienes les acusan de ser “vagos”?
-Sí, es algo que se escucha con frecuencia. Creo que esa percepción está más amplificada de lo que realmente ocurre, pero puede ser sólo mi opinión.
-¿Hay personas que aún no entienden el trabajo sindical?
-Creo que no se comprende. Forma parte de políticas definidas para atacar a las organizaciones sindicales, y hay una clara intención detrás de ello. También existe desconocimiento, pero nosotros también hemos cometido errores. Yo milito todos los días y no hemos sabido reivindicar el rol del militante y la militancia. Nos ha costado, y ese es un déficit nuestro. Por otro lado, el principal logro del fuero sindical fue darnos una herramienta para profesionalizarnos. Y esto no significa convertirnos en burócratas. Profesionalizarse es asumir que debes estudiar para desempeñar ciertos roles que te corresponden. FUECYS tiene 56 mesas de negociación colectiva, de las 240 que hay en Uruguay, y abarca a casi 300 mil trabajadores. Es imposible desarrollar esta tarea sin profesionalizarse. Eso implica estudiar las características de los sectores, la legislación, la información económica, las variables y la seguridad laboral. Debes dominar todo eso, porque de lo contrario terminás fracasando. Esa es la profesionalización.
-Y las contrapartes se presentan con equipos profesionales.
-Con equipos profesionales bien remunerados y con mucha más experiencia. Nosotros tenemos una rotación muy alta. Siempre les digo a los compañeros y compañeras que lean, se informen, se instruyan. Dedíquenle horas a esto. No se sientan mal por hacerlo; es necesario. Porque además, si estás improvisando, en 10 minutos Google te deja en evidencia.
-¿El actual Gobierno endureció el tono y vínculo hacia los sindicatos?
-El problema esencial de este Gobierno es que partió de una premisa equivocada: creen que la balanza estaba desequilibrada a nuestro favor. En realidad, la balanza está desequilibrada, pero a favor de las cámaras empresariales. Por más que se intente plantear que ya no existen clases sociales, estas siguen existiendo y no parece que vayan a desaparecer en el mediano plazo. La realidad es desigual y siempre a favor de quienes ostentan el poder económico. Ninguna balanza está a favor de los pobres, ni de los excluidos, ni tampoco de los trabajadores.
La balanza nunca estuvo equilibrada. En un país donde el despido sigue siendo libre, con sólo decir “quiero cambiar a los trabajadores que tengo por otros”, es imposible que haya una balanza equilibrada. Uruguay sigue sin ratificar el convenio 158 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que exige justificación para los despidos.
-¿Hoy los trabajadores son considerados como algo descartable?
Sí, totalmente. Para lo único en lo que tenemos una legislación que obliga a la empresa a presentar argumentos válidos para justificar un despido es en el caso de los delegados y delegadas. Aparte de eso, no existe tal obligación. Por eso te digo que este gobierno partió de la premisa equivocada de que la balanza estaba desequilibrada a nuestro favor. En lugar de abordar esta premisa, decidieron intervenir en temas como las ocupaciones, las cuales, según la OIT, deberían ser vistas como una extensión del derecho a huelga. Este Gobierno interpretó que no es así. Para sectores como el nuestro, la posibilidad de ocupación, incluso de manera parcial, como lo hicimos en muchos casos, era crucial para negociar con empresas que se niegan a dialogar bajo cualquier término. En nuestros sectores hay varias empresas que operan de esa manera. El conflicto del supergás se perdió, y la realidad es que las empresas contaban con un contingente genuino de trabajadores. Hoy estamos en la mitad de la cantidad de empleados que teníamos antes, pero la cantidad de puestos ocupados dentro de las plantas sigue siendo la misma. La diferencia es que la mitad de los trabajadores que se fueron ahora están contratados a través de empresas suministradoras de mano de obra, lo que implica precarización. Por lo tanto, cuando dicen que la balanza se equilibró, nuestra pregunta es: ¿dónde está realmente equilibrada? Estamos dispuestos a estudiar esta situación, pero hasta ahora no ha aparecido ninguna solución.
-Mucha gente considera que los trabajadores sindicalizados y organizados tenían privilegios con los gobiernos de izquierda…
-La clase media comenzó a reconstruirse con la reactivación de los Consejos de Salario, fortalecida por el nuevo marco regulatorio del Gobierno del Frente Amplio, que incluyó medidas como el IRPF y la eliminación de impuestos que afectaban más a los salarios más bajos, así como el sistema integrado de salud. Estos aspectos ayudaron a construir una nueva clase media que prácticamente había desaparecido en Uruguay después de los años 2000. El problema es que perdimos una batalla cultural en ese proceso. Hay quienes se sintieron más cerca de la burguesía que de regresar al proletariado pobre, cuando en realidad había pocos elementos que sustentaran esta tesis.
Afortunadamente contamos con el Instituto Cuesta Duarte, que continuamente analiza la realidad. Los compañeros y compañeras del Cuesta Duarte nos advertían: “Cuidado, porque los empleos y los sustentos económicos que se están generando están colgados de un hilo. Con cualquier desequilibrio, un contingente de estos empleos puede desaparecer”. Sin embargo, no logramos que la clase media comprendiera esta realidad. La situación se agravó aún más con el golpe de la pandemia, que impactó negativamente en Uruguay, afectando el empleo y los ingresos.
-El sector de los servicios y el comercio refleja gran parte de ese diagnóstico, ya que aumentó la cantidad de puestos de “delivery”, trabajos precarios y emprendedores que operan con una mochilita y, al mismo tiempo, los consumidores en ocasiones reclaman sus productos sin pensar en nadie más.
-Ahí claramente se perdió una batalla cultural. Hicimos una campaña contra el consumo desorbitado, pero el capitalismo prevaleció y nos pasó por encima. Esto es evidente en la proliferación de shoppings en una ciudad como Montevideo, donde hay más grandes superficies que compradores potenciales. Claramente, nos ganaron. Y la precarización se vive en FUECYS, ya que los últimos informes indican que la mayoría de los 25.000 pesistas del Uruguay están en la federación. Recordemos que llegamos al tercer gobierno del Frente Amplio en un escenario muy complicado, donde la tercerización estaba afectando fuertemente al Estado. Denunciamos que esto se estaba convirtiendo en un abuso, ya que algunas áreas de las empresas públicas no necesitaban mano de obra tercerizada y debían tener trabajadores genuinos. Inicialmente, la tercerización se concebía como un complemento para roles menos estratégicos en la empresa. Sin embargo, en los entes públicos se permitió la tercerización. En los últimos años, esta práctica se ha agravado al llegar al sector privado. Hoy en día grandes empresas del sector privado están incrementando la cantidad de trabajadores tercerizados por encima de los empleados genuinos.
Otro aspecto que impacta directamente en la precarización es la falta de reconocimiento de las relaciones de dependencia y el aumento de las unipersonales y la venta de servicios a través de diversas modalidades. Esto ha crecido significativamente, especialmente en el caso de los repartidores. Durante el último gobierno del Frente Amplio, “Pedidos Ya” contaba con un contingente de trabajadores formalizados, en planilla. Sin embargo, en este contexto de lucha de clases, mientras uno no avanza, los demás sí lo hacen. Ellos se movieron, y hoy no queda un solo trabajador en reparto registrado en planilla; en “Pedidos Ya” todos están contratados a través de unipersonales. Estamos hablando de más de dos mil trabajadores.
-La batalla cultural se profundiza, ¿no es así? Les hacen creer que no deben ‘quejarse’ porque al menos tienen trabajo.
-Las formas de defensa de quienes plantean estas discusiones siguen siendo las mismas de siempre. Dicen: “Lo que ustedes están diciendo es que es mejor que las plataformas se vayan y que dos mil personas se queden sin trabajo”. Creo que siempre se recurre a ese argumento fácil. Mi pregunta es: ¿no habrá en Uruguay alguien dispuesto a realizar este trabajo bajo una perspectiva de mayor formalidad y con un mínimo respeto por las condiciones laborales? ¿Es tan descabellado pensar que esto es posible en Uruguay? ¿Por qué es tan absurdo pensar que un compañero que trabaja en una moto debería hacerlo durante 8 horas en lugar de 16, como ocurre hoy en día? ¿Cuál es la perspectiva para convencernos de que si no se trabaja 16 horas, las empresas se irán?
-¿El “úselo y tírelo” no está ganando sólo en el sector empresarial, sino que se ha convertido en una lógica de la sociedad?
-Exacto. Es la lógica de la sociedad. En realidad, hemos estado perdiendo esta batalla a nivel mundial, pero aún hay cuestiones que se pueden replantear. Creo que es positivo que la OIT esté considerando cómo enmarcar un trabajo decente dentro del ámbito de las plataformas, y que este tema se trate en la próxima conferencia. Es una oportunidad para poner el asunto en debate de manera seria. Habrá que ver qué aspectos son aplicables o trasladables a Uruguay, pero considero que ese es un buen paso.
-Hay un conflicto laboral importante en el rubro empresas de seguridad con cientos de puestos de trabajo en riesgo.
-La empresa es Segor, una de las compañías de seguridad privada más grandes de Uruguay, con casi 500 trabajadores en todo el territorio nacional. Nos encontramos con una empresa que comenzó a enfrentar retenciones de pagos por parte de organismos públicos debido a la falta de certificados de BPS y DGI actualizados. Aunque formalmente la empresa no está en concurso, está en una situación crítica. Segor ha planteado a los entes, y a algunos de sus clientes, que utilicen el dinero retenido para pagar los salarios adeudados a los trabajadores, ya que ellos no tienen intención de continuar en el negocio. Estamos en medio de un proceso de negociación con los entes para liberar esos pagos y con las empresas que ingresen al mercado para asegurar que los empleados conserven sus puestos de trabajo. En una reunión en el Ministerio de Trabajo con algunos entes, el dueño de la empresa dijo, desafortunadamente: “Gracias a Dios, hemos logrado canalizar cosas”. Yo le respondí que Dios no pasó por la Dinatra sino que pasó por una organización sindical seria. Reaccionamos rápido, convocamos a los organismos necesarios y logramos que, al menos, un contingente importante de trabajadores no perdiera su empleo, ya que tendrán la posibilidad de reengancharse con otras empresas y cobrar en el mes de julio. Esto no es gracias a Dios, es gracias a que existe una organización sindical que está atenta a los escenarios.
-¿Qué otros aspectos preocupan a la Federación en este momento?
-Lo que más nos está generando tensiones es la situación de las tercerizaciones en el sector privado. Aunque hemos logrado un muy buen convenio en el Grupo 19-Subgrupo 02, conquistado principalmente por las compañeras, quienes son las suministradoras de mano de obra, la situación se ha complicado. Según este convenio, si se contrata a alguien por vía tercerizada, debe recibir el mismo paquete de beneficios que los trabajadores genuinos. Sin embargo, siempre se encuentra alguna manera de generar un desajuste que origina problemas. Además, nos enfrentamos cada vez más a una disminución en el número de trabajadores dependientes y a un aumento en esta modalidad de contratación, lo que facilita el despido y la contratación de otra persona en su lugar. Esto es problemático porque genera miedo a la hora de sindicalizarse o reclamar derechos. Además, en muchos lugares estos compañeros no tienen un horario fijo. Uno de los planteos que realizaremos al nuevo Gobierno es que, si se va a tercerizar en el Estado, no debe hacerse en sectores estratégicos, y todo lo demás debería pasar a manos de trabajadores genuinos. En el ámbito privado nos van a tener que convencer de por qué es mejor trabajar con personal tercerizado en lugar de con personal genuino.
-¿Cuál es la postura del sindicato respecto a la reducción de la jornada laboral?
-Desde FUECYS, seguramente después de noviembre, vamos a intentar hacer una campaña propia sobre la reducción de la jornada laboral, porque creemos que es un escenario posible y necesario para Uruguay. Además, existe un consenso general sobre la necesidad de mejorar la productividad en el país. Sin embargo, siempre ha faltado el elemento central para discutir la productividad: el dato. Las organizaciones sindicales no disponen de esos datos, los tienen las empresas. El día que quieran discutir la productividad con honestidad, pueden estar seguros que nosotros vamos a estar. El problema surge si intentan jugar con trampas, lo que dificultará llegar a un acuerdo sobre qué es la productividad. Si la productividad es el centro de la discusión, la mayoría de los candidatos y sectores empresariales coinciden en que Uruguay debe mejorar en ese aspecto para avanzar. Los informes elaborados por el Cuesta Duarte sobre la reducción de la jornada laboral constatan que esta medida mejora la productividad, ya que elimina las dos horas menos productivas de los trabajadores y trabajadoras. Por lo tanto, es importante debatir si esta reducción es viable en Uruguay.
-¿Por qué una ley?
-Porque creemos que en ausencia de una ley siempre existe la posibilidad de que se aproveche cualquier resquicio. Proponemos un debate público lo más amplio posible durante un tiempo determinado, seguido de la creación de una legislación, y que la instrumentación de dicha ley quede en manos de la negociación colectiva, aprovechando su amplitud en Uruguay. Así, cada sector podría adaptar la reducción de la jornada laboral a sus particularidades: ¿Qué sector puede reducir una hora o dos? ¿Cómo se complementa la jornada? ¿Qué apoyos necesita la empresa, si los necesita? Además, esto ayudaría a transparentar los niveles de subsidio que existen en Uruguay para los sectores empresariales, algo que nunca ha sido del todo claro. Ese discurso de que las empresas se funden ya lo escuchamos cuando se implementó la ley de las 8 horas, y nada de eso ocurrió. Por lo tanto, proponemos debate público, legislación y negociación colectiva para aterrizar en escenarios posibles, considerando las diversidades que tenemos.