Sobre las principales dificultades que enfrentan las familias en el barrio, y que golpean con mayor fuerza a las mujeres, destacó la falta de ingresos, el hambre y la preocupación por las necesidades de las infancias. “Nosotras siempre marcamos la necesidad de que los gurises y adolescentes puedan ir a la escuela con la panza llena y bien descansaditos. Nuestra lucha diaria está enfocada en eso y con nuestro colectivo siempre estamos tratando de dar una mano, con alimentos, con ropa de abrigo. Estamos pasando una situación difícil, no hay trabajo y muchas mujeres jefas de hogar, con menores o gente mayor a cargo, no pueden solventarse”.
En el año de la pandemia por coronavirus, en 2020, el colectivo Mujeres del Oeste organizó una olla popular a la que asistían cientos de personas del barrio y aledaños. Sobre esta acción, Mari contó: “Hacíamos lo que podíamos: leche, arroz con leche, crema, fainá. Recibimos la ayuda del Plan ABC [de la Intendencia de Montevideo], del Pit-Cnt y de algunos sindicatos que se arrimaron a darnos una mano. La olla permaneció durante ocho meses, funcionando sábados y domingos, bajo lluvia, viento y frío, porque la comida para los vecinos y vecinas tenía que estar”.
“La solidaridad es importante para subsistir, y eso también lo practicamos desde los colectivos de mujeres”, reflexionó la referente quien también destacó entre los logros de las mujeres organizadas la llegada del primer Papá Noel al barrio, y más delante de los Reyes Magos. “Nuestra organización también busca darle un poco de alegría a los gurises y a la gente grande, a partir de donaciones recibidas. También festejamos el Día del Niño y hacemos ferias populares en la plaza de Alianza y, actualmente, estamos luchando para tener un centro cultural en el barrio y lograr el saneamiento, ambos proyectos necesarios para poder vivir un poco más dignamente”, agregó.
Mari terminó el liceo hace cuatro años atrás y contó con orgullo que este año pudo anotarse a la facultad, ya que “hay que avanzar en la vida, así el título quede en una pared”. Aconsejó a mujeres de otros barrios “que se organicen para salir a luchar y a defender sus derechos, que se apropien de los espacios, y que hagan lo quieran hacer y no lo que les diga un compañero que deben hacer. Nosotras somos seres pensantes”.
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Mari Rivero durante una actividad barrial.
“Cuando hay mujeres juntas pasan cosas que transforman”
"El feminismo significa defender la vida desde el respeto", expresó Ada González, quien contó que se autopercibe como afrofeminista y que vive en el barrio El Bañado, ubicado en Neptunia, departamento de Canelones. Desde allí lleva años luchando para combatir la violencia de género y la opresión institucional. Su militancia comenzó con la entrega de meriendas a niños y niñas y niños que vivían en situación de vulnerabilidad social, tarea que la llevó a comprometerse con la defensa de la vida y la igualdad en un sistema que calificó como "patriarcal y capitalista". A través de su participación en la Coordinadora Nacional de Asentamientos y otras organizaciones como Mizangas, trabaja incansablemente para construir un futuro más justo y equitativo para todas las personas, especialmente para las mujeres y niños de los barrios populares.
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Ada durante una acción social barrial.
“En mi barrio, y en todos los barrios que estamos en los márgenes -no solo territorialmente, sino en el amplio sentido de la palabra- la mayoría somos mujeres luchando solas con nuestros hijos, los paridos y los que no también. Eso es el feminismo popular, el de barrio, el que se practica sosteniendo la casa y los cuidados. Porque el abandono que se vive no es solo de los varones que no están presentes o que están pero de manera violenta, las instituciones también nos abandonan. Todo es supervivencia”, expresa Ada sobre las situaciones de las mujeres en su comunidad.
La militante destacó que en su barrio las familias están organizadas para tratar de gestionar el cuidado de todas y todos y que, al mismo tiempo, hay un grupo de mujeres integrantes de la Coordinadora Nacional de Asentamientos, que lleva adelante diversas acciones para ayudar a mujeres, niños, niñas y adolescentes que sufren múltiples violencias. En tal sentido, valoró el impacto “sustancial” que tienen las acciones feministas colectivas en el barrio: “Hace un buen tiempo nos hemos dado cuenta que tenemos que unirnos, mirarnos y vernos reflejadas en la otra. Cuando hay mujeres juntas, en un círculo de convivencia, como lo es un barrio popular, pasan cosas que transforman. Y todo lo que emprendamos va a tener un impacto fundamental en una sociedad en la que nos venimos inclinando al consumo y a desvalorizar la vida”.
Y reflexionó: “No estamos solas, tenemos que salir del encierro mental, que nos implantaron con miedo y culpas. Juntas hacemos la diferencia”.
“El feminismo es una herramienta para enfrentar el poderío económico”
En el barrio Capra, Sandra alza su voz para desafiar el machismo arraigado en su entorno. Después de años de enfrentarse a la violencia y la opresión, encontró en el feminismo un camino hacia la liberación y la solidaridad entre mujeres. "Estamos batallando cada derecho y evolucionando a pasos agigantados", afirmó con convicción. Como parte de la colectiva "Las Caprenses" y de la Coordinadora Nacional de Asentamientos, milita para construir una comunidad basada en la igualdad y el respeto mutuo. A través de talleres, capacitaciones y acciones colectivas, buscan deconstruir las estructuras de poder patriarcales y construir un futuro más inclusivo para todas las personas.
Sandra comenzó a militar el feminismo hace tres años, cuando decidió alejarse de la política partidaria, pero aseguró ser feminista “desde que tengo uso de razón”, ya que “este sistema nos obliga a las mujeres a estancarnos o sacar nuestras armas y evolucionar”. Lo que la empujó al feminismo fue haber crecido en una familia “cien por ciento machista que supo pegar y dejar marcas” y también tomar consciencia de que ser mujer pobre “tiene un plus”, ya que “sos explotada por tu género y también por tu clase”. Por estos motivos, aseguró que invierte su tiempo “en seguir evolucionando con quienes más nos necesitamos: las mujeres de los barrios y asentamientos”.
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Sandra Zeballos junta a niñas y niños en una acción barrial.
Para Sandra, el feminismo, junto con la lucha de clases, “es una herramienta para enfrentar a todo el poderío económico de este sistema que, por generaciones, nos viene enfrentando y ha sacado nuestras peores miserias. En este sistema, levantar la voz, organizarse y pensar es peligroso, pero nosotras enfrentamos ese miedo y accionamos, y es ahí donde evolucionamos”.
Manifestó que “la ignorancia y las miserias humanas” son moneda corriente en “los barrios pobres”, ya que “la deconstrucción de las personas no es tarea fácil y puede llevar años o toda la vida”. En tal sentido, contó que las dos organizaciones que integra buscan “deconstruir y deconstruirnos desde un lugar sano, de hermandad, rescatando valores” y que "las vecinas logren dar el paso a su autonomía económica y social", por lo cual fomentan talleres y capacitaciones.
“Juntarnos, abrazarnos, mimarnos, sentir que podemos, y que si precisamos una mano hay otras mujeres para sostener la red, es medular en esta batalla. Y es lo que hacemos las mujeres en el barrio. Creo que, desde los barrios, desde la clase más empobrecida y las personas más castigadas- mujeres, niñas y niños- es desde donde van a resurgir los grandes cambios históricos”.