Un olor delicioso inunda el lugar cuando se abren las puertas del elevador en el piso 22 del edificio sede de la intendencia capitalina a 80 metros de altura. La magia viene de manos de nuestras entrevistadas, quienes cuentan a Caras y Caretas que se conocieron en el Centro de Desarrollo Económico Local de Casavalle (Cedel), un centro para la capacitación y formación de emprendimientos, gestionado por la Intendencia de Montevideo (IM), que busca promover la actividad económica, social y cultural. Fue desde allí que se postularon para el llamado que convocaba a emprendimientos para ocupar el espacio que ahora se conoce como “Cafetería Mirador”.
Emigrar, emprender y seguir adelante
Nuestra conversación inició con Milagros Brizuela, quien llegó desde Venezuela en el año 2018 y tiene en sí misma toda la dulzura que llevan sus productos.
“Llegar a Uruguay fue una decisión significativa para nosotros. Mi esposo ya estaba en Montevideo desde tres meses antes, y la razón principal de nuestra mudanza fue buscar seguridad. Tanto mi esposo como yo teníamos empleos estables en nuestro país de origen, estudié Educación Especial, en el área de dificultades del aprendizaje, y trabajaba en una escuela privada, mientras él se dedicaba al mantenimiento mecánico, trabajando con la infraestructura de tuberías de servicio en PDVSA. Sin embargo, aquí tuvimos que comenzar desde cero”, nos cuenta.
“Al llegar a Uruguay, nuestra prioridad era encontrar trabajo, así que empezamos donde pudimos. Mi esposo trabajó en un restaurante y luego en una cadena de perfumerías, mientras que yo conseguí empleo en una tienda de ropa. A los pocos meses de llegar, descubrimos que estábamos esperando un hijo. Pasé mi embarazo trabajando en la tienda, y cuando nació nuestro hijo, seguí trabajando mientras enfrentábamos la pandemia. Sin embargo, la situación se complicó cuando mi esposo fue despedido en marzo y yo en abril, ambos quedamos sin empleo y con un bebé de un año. Esta situación fue un punto de inflexión que nos motivó a emprender”, nos dice y hace una pausa porque es complicado recordar esos momentos sin emocionarse.
“En 2014 decidí estudiar gastronomía en Venezuela porque me apasionaba la cocina, pero siempre lo vi como un hobby, algo para disfrutar en casa. Nunca lo consideré como un negocio porque sabía que el trabajo en la cocina puede ser agotador y exigente. Sin embargo, cuando mi esposo y yo nos quedamos sin empleo y necesitábamos ingresos, decidí hacer un pequeño estudio de mercado. Observé que a los uruguayos les gustan los dulces, así que decidí empezar con la repostería. Comencé vendiendo galletas y otros dulces que horneaba en casa. Fue difícil al principio, especialmente durante la pandemia cuando nadie quería comprar, pero poco a poco fui ganando clientes. Con el tiempo, mi esposo consiguió trabajo como repartidor y pudimos estabilizarnos un poco. Después de la pandemia conseguí un trabajo, pero siempre tuve el deseo de ser dueña de mi propio negocio y generar mis propios ingresos. También quería tener más tiempo para estar con mi hijo, ya que trabajar para otra empresa me resultaba complicado en ese aspecto. Investigué y descubrí que había cocinas disponibles en Cedel Carrasco. Me inscribí y después de una entrevista fui aceptada. Es ahí donde elaboramos todos nuestros productos para la cafetería en la que trabajamos”, nos aclara.
“Hace aproximadamente un año, decidí dedicarme al emprendimiento a tiempo completo, lo que me permite tener la flexibilidad y la independencia económica que buscaba, y eso es invaluable para mí”.
Tradición, apoyo y un sueño por cumplir
Justo al lado de Milagros está sentada Sonia de Souza, quien nació en Artigas pero se crió en Montevideo, calmada, empática, dueña de un carácter afable y enternecedor. Sobre sus inicios en el emprendedurismo y cuál fue su motivación, también nos cuenta.
“La historia comenzó desde que nací, vivía entre fiestas, sartenes y ollas porque mi mamá era repostera y mi papá era un tipo muy alegre. Siempre veía a mamá hacer cosas deliciosas en la cocina y me encantaba ayudarla, también lo hacía con mi papá. Después, por un tiempo, dejé eso de lado, aunque hacía tortas de cumpleaños para algunos amigos y siempre llevaba el postre. Luego, con Fernando, mi pareja, decidimos empezar a formar una familia. Buscamos tener hijos y tuve que hacer muchos exámenes médicos. Nos derivaron a una clínica privada, esto fue mucho antes de la pandemia, hace unos años. Empezamos a hacer todos los exámenes para el tratamiento en la clínica. Cuando nos dijeron el precio, el costo del tratamiento, pensé: ‘No puedo pagar esto’. Entonces, mi familia me sugirió que vendiera algo para ganar dinero extra. Así que me puse a buscar ideas, me encantan los libros de cocina y la repostería. Un día encontré un libro para hacer alfajores y decidí probar. Ahí comencé con mi emprendimiento. Mis familiares empezaron a comprar mis productos y luego me hicieron un Facebook y un Instagram, aunque no los manejaba yo, sino mi hermana. Una amiga llamó al Canal 10 y nos entrevistaron. Fue entonces cuando todo despegó y pude recaudar el dinero necesario para el tratamiento”, rememora.
“Me sometí a tratamiento. Desafortunadamente, no funcionó. Intentamos un segundo tratamiento, pero tampoco tuvimos éxito. Luego, decidimos probar con un tercero. Unos amigos nos contactaron con una clínica en España que ofrecía consultas en línea, pero justo cuando estábamos en proceso, la pandemia golpeó, y España estaba peor que aquí. Todo quedó en suspenso. Luego pensé que, si no funcionaba, era por algo. Hubiera sido maravilloso, pero así son las cosas. Después de eso, retomé mi pasión por la cocina. Mi hermana vio un anuncio sobre el Fondo Fortalecida y me inscribió”.
Emprendedoras foto para abrir nota.jpg
Milagros Brizuela y Sonia de Souza, mujeres emprendedoras. Cafetería Mirador.
Foto: Meri Parrado
Encuentros, afectos y desafíos por venir
Sonia y Milagros coincidieron en las cocinas de Cedel Casavalle. Su primer encuentro surgió a raíz de una propuesta para establecer una cafetería durante la Semana Criolla, y desde el principio notaron una conexión instantánea. No había rivalidad entre ellas, aunque ambas hacían dulces. No hubo esa sensación de "yo hago esto mejor que tú" o "mi producto es superior al tuyo". Por el contrario, se apoyaron mutuamente y compartieron ideas sin reservas.
Esta experiencia inicial sentó las bases de una colaboración sólida y respetuosa. Ambas emprendedoras valoran la amistad y la cooperación por encima de la competencia y el egoísmo. Tienen su propio estilo culinario. Mientras una se destaca por sus exquisitos alfajores, clásicos y gourmet, la otra se inclina hacia la repostería saludable, utilizando ingredientes nutritivos como frutas, cereales y vegetales en sus creaciones.
A pesar de los vaivenes, el suyo no fue un camino solitario, contaron con el respaldo del Departamento de Desarrollo Económico de la Intendencia, una guía en un mar de regulaciones y requisitos legales. Este departamento no solo supervisa los espacios y permisos para emprendedores, sino que también les brinda asesoramiento contable y técnico, ayudándolas a navegar por el complejo mundo de los negocios.
Para ellas, el apoyo institucional ha sido crucial. Les ha permitido aprender y desarrollarse, ofreciéndoles una oportunidad que de otro modo hubiera sido inalcanzable. Con este respaldo, pudieron dejar atrás la incertidumbre y consolidar su propio emprendimiento.
Juntas y amparadas también por el apoyo incondicional de su familia, incluso de otros emprendedores del Cedel, han logrado fusionar sus distintos sabores para crear una experiencia gastronómica destacada.
"Sabemos que el camino del emprendimiento está lleno de desafíos y obstáculos, pero las instamos a no bajar los brazos. Reconocemos que no es fácil, pero es importante mantenerse firmes y perseverar. Aunque cometamos errores en el camino y enfrentemos momentos difíciles, debemos recordar que cada desafío nos brinda la oportunidad de aprender y crecer. Por eso, las alentamos a capacitarse, buscar constantemente nuevas oportunidades de crecimiento y a no conformarse”. Este fue el mensaje final de Sonia y Milagros para todas las mujeres, que un día se atrevan a crear, emprender y soñar.