100.000 personas consumen cocaína diariamente; otras 30.000 lo hacen en fin de semana o de forma esporádica; unos 30.000 consumen pasta base y 20.000 consumen otras drogas ilegales. Se trata de un negocio estimado en 500 millones de dólares.
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Todas las fuentes consultadas para este informe (Junta de Drogas, Ministerio del Interior, Senaclaft y tres expertos) coincidieron en que “si bien es difícil precisar con exactitud el número de consumidores de drogas ilegales, porque no hay registro alguno, durante o después de la pandemia los números crecieron mucho”.
Uruguay es el país de América del Sur con mayor número de consumidores de cocaína por cada 100.000 habitantes. Pero además es muy importante el consumo de pasta base y anfetaminas.
Por supuesto, también es altísimo el consumo de drogas legales como alcohol, cigarrillos, marihuana y ansiolíticos, que al ser de libre acceso son más fáciles de cuantificar.
Pero, siempre referido a sustancias ilegales, se menciona también un número significativo de consumidores de crack, poppers, éxtasis, LSD, ketamina, medicamentos contra el dolor en base a opiáceos, tusi o cocaína rosada y heroína.
El precio de venta depende del lugar y la calidad. Por ejemplo, el precio del gramo de cocaína varía entre 8 y 13 dólares (350 a 500 pesos), según el peso (“porque no siempre un gramo es un gramo”, dijo una fuente policial) y la calidad. En tanto, el “chasqui” de pasta base se vende entre 50 y 100 pesos, dependiendo del lugar de venta.
La heroína es la droga más cara, más difícil de conseguir y la que tiene menos consumidores, tal vez porque el gramo ronda los 300 dólares.
Le sigue una nueva droga, conocida como tusi o cocaína rosada, que se vende a entre 70 y 100 dólares el gramo. Una pastilla de éxtasis cuesta entre 600 y 800 pesos.
“El mercado es muy grande y para todos los sectores sociales”, dijo a Caras y Caretas una fuente de la Brigada Antidrogas.
La misma fuente señaló que “eso hace que la oferta y precio sea muy variable. En general la cocaína que se vende acá al menudeo es de muy mala calidad. En un gramo se puede encontrar la mitad de la droga y luego puede haber talco, borato de sodio, bicarbonato o aspirina. Hemos encontrado hasta vidrio de lamparillas molido para hacerla brillante. Eso también hace variar el precio. Claro, en Punta del Este se vende de la mejor calidad porque los consumidores conocen y la pagan.
Lo mismo pasa con la pasta base y por eso la diferencia en el precio. La gente cree que pasta base sólo consumen los pobres o los presos y no es cierto, la hemos encontrado en barrios acomodados también”, sostuvo la fuente.
Agregó que “el peligro de la mezcla es que a la toxicidad de la cocaína en sí, que provoca alteraciones cardiovasculares y neurológicas severas, se pueden sumar otros riesgos sanitarios o potenciar otros existentes. Por ahora en Uruguay no nos ha ocurrido, pero hace poco tiempo en Argentina murieron varias personas que consumieron cocaína adulterada”.
Toda esa droga llega de afuera, acá no se produce.
Sin embargo, en los últimos tiempos la Policía encontró laboratorios clandestinos productores de drogas sintéticas. “Es un fenómeno que va creciendo aunque todavía no satisface la demanda interna, pero estamos alertas porque es un proceso que se da en el mundo entero”, afirmó.
La misma fuente informó que “hace 15 días agentes de la DEA dieron una charla para la Brigada Antidrogas, Fiscalía y otras autoridades sobre el riesgo del fentanilo, una droga que mató a más de 100.000 personas en un año en los Estados Unidos y es de producción sintética”.
Un mercado de 500 millones de dólares
Si bien las fuentes consultadas coincidieron al afirmar “que todas las cifras carecen de precisión, porque al tratarse de un mercado ilegal es difícil cuantificarlo”, se pueden obtener aproximaciones bastante certeras.
Para satisfacer la demanda de cocaína es necesario ingresar al país alrededor de 14 toneladas al año, que se dividen en 12 toneladas para el consumo local y otras 2 para el consumo de turistas durante el verano. Solo eso representa un mercado de alrededor de 300 millones de dólares al año.
La pasta base, por su parte, es un mercado de entre 70 y 100 millones de dólares cada 12 meses. Y las otras drogas generan alrededor de 80 millones de dólares en el mismo tiempo.
La cifra impacta, pero nuestros informantes coincidieron en que “es real”.
¿Por dónde y cómo ingresa toda esa cantidad de droga?
Esta pregunta la responde en parte un informe de la Oficina del Crimen de Naciones Unidas, citado en el Parlamento: “En Uruguay hay unas 300 pistas de aterrizaje clandestinas”.
Pero al carecer de radares y aviones para combatir los ingresos de las aeronaves, es muy difícil atrapar a los traficantes, sobre todo porque usan pistas muy cercanas a la frontera norte.
Por otro lado, el litoral es un colador. La droga baja desde Bolivia o Paraguay por la Hidrovía, la acumulan en territorio argentino y desde allí la cruzan por el río Uruguay.
Hay que entender que los traficantes usan métodos hasta insólitos y cada vez más difíciles de detectar. Por ejemplo, a principios de julio se descubrió una banda de colombianos y uruguayos que iban a “exportar” droga a Europa escondida en tablones que importaron de Paraguay. Los investigadores uruguayos sospechan que de esa misma forma ingresaron 265 kilos de cocaína, o más, a nuestro territorio.
Nunca se supo por dónde y cómo ingresaron los 4.500 kilos que Martín Mutio envió a Hamburgo; tampoco los 6.500 kilos que le incautaron a Luis Gastón Murialdo, sojero de Soriano.
Mientras el Ministerio del Interior despliega operativos en todo el país para desmantelar bocas de pasta base, el puerto de Montevideo es señalado desde diferentes países como “un hub” muy importante para el tráfico internacional de cocaína. Sin embargo, cuenta con un solo escáner que, según informó el periodista Eduardo Preve, “es operado solo por dos funcionarios y funciona de 7 a 23, no de noche ni sábados o domingos”.
El martes, a su regreso de Paraguay, adonde concurrió para participar del cambio de mando presidencial, el presidente Luis Lacalle Pou anunció el interés de “importantes empresarios paraguayos en invertir en un puerto privado que construirían en el litoral uruguayo”.
Caras y Caretas informó sobre esta inversión en una nota publicada el 2 de abril pasado.
La empresa interesada se llama Woil S.A. y es propiedad del Grupo Zapag, un poderoso conglomerado familiar paraguayo que opera en diferentes áreas y tiene importantes inversiones en Uruguay y Argentina.
La carga marítima que llegaría a ese puerto sería operada por la empresa Cargo Line Paraguay S.A., también propiedad del grupo Zapag.
La familia Zapag es dueña de la principal distribuidora de combustible de Paraguay, con una red de 360 estaciones de servicio. También tiene una importante flota de barcazas para llevar combustible desde el Río de la Plata.
Además, son dueños del club Cerro Porteño, tienen negocios en el agro y, cuando se privatizó Petrobras, “el que compró la franquicia fue Raul Zapag", informó el periódico digital La Política on Line.
Pero también son socios de la productora de pasta de celulosa Paracel, ubicada en la zona de Concepción. Esta obra cuenta con una inversión de 3.200 millones de dólares aportados por el grupo sueco Girindus Investments (Suecia) y Copetrol, propiedad del empresario paraguayo Blas Zapag que logró formar parte gracias a una inversión de 1.400 millones de dólares del banco Goldman Sach.
Blas Zapag y Horacio Cartes eran socios, pero ahora se especula con que quieren aprovechar la caída en desgracia del expresidente para comprar sus empresas.
Antes, el 26 de marzo, publicamos una nota titulada “Narcotráfico, la hidrovía y los uruguayos”.
La denominada hidrovía Paraná-Paraguay es un corredor fluvial formado por ambos ríos que recorre unos 3.400 kilómetros y permite la navegación continua entre puertos de Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay. Por allí navegan diariamente centenares de barcos y barcazas con mercadería diversa. También miles de kilos de droga que básicamente tienen como destino África y Europa. Agencias antidrogas europeas aseguran que el narcotraficante uruguayo Sebastián Marset es el “gerente” de la “hidrovía de la droga”. Años atrás, los banqueros uruguayos Carlos y José Rohm lavaron en Rosario centenares de millones de dólares provenientes del tráfico de estupefacientes.
La secretaría antidrogas de Paraguay asegura que por la hidrovía salieron 46 toneladas de cocaína en los años 2021 y 2022. La droga provenía de Colombia y de Perú.
El diputado rosarino Carlos del Frade sostiene que “para pasar 46 toneladas de cocaína es necesario que todas las autoridades miren para otro lado. De otra forma no se explica”.
¿Dónde invierten los traficantes la cantidad de dinero que generan?
Una de las características del tráfico de drogas en Uruguay es que no existe un cártel, ni un grupo organizado que controle la comercialización.
Según informó el ministro del Interior el año pasado durante una interpelación, “hay 45 organizaciones criminales operando en la zona metropolitana. La mayoría son clanes familiares”.
El propio Luis Alberto Heber dijo que “en el último año la Policía había logrado desbaratar a muchas de esas organizaciones”.
Sin embargo, los resultados no se perciben porque es sabido, también por la Policía, que cada vez que cierra una boca, abre otra. Y, además, esas organizaciones integradas por familias enteras tienen mucha facilidad para sustituir a un detenido por otro familiar.
Lo cierto es que no hay un solo grupo que se apodere de los casi 500 millones de dólares que genera el narcotráfico.
Son muchas personas con intereses diversos, falta de información y educación para invertir. Generalmente compran casas y montan pequeños supermercados o comercios variados en las zonas donde viven. Y, por supuesto, autos de alta gama.
Ayudan a vecinos, colaboran con las escuelas y clubes deportivos y van ocupando lugares que el Estado abandonó.
La LUC estableció normas más laxas para los sujetos obligados por la Ley Antilavado de tal manera que ahora se puede comprar una propiedad de 100.000 dólares sin necesidad de realizar un reporte de operación sospechosa, siempre y cuando se pague con una transacción bancaria u otros instrumentos de pago emitidos por instituciones de intermediación financiera.
100.000 dólares es una buena cantidad para comprar una casa en barrios alejados del centro, sin levantar sospechas.
En ocasión de su presencia en el Parlamento para reclamar que se incluyan mejoras en la Rendición de Cuentas, el secretario de la Senaclaft, Jorge Chediak, dijo a El País que “tenemos un autodiagnóstico, por lo que trato de ser lo más sincero posible. Uno no puede ir al médico a falsear los síntomas. Obviamente tenemos que diseñar la estrategia nacional, que viene a ser el tratamiento para los próximos cinco años”.
Al respecto de la efectividad en los controles antilavado, Chediak señaló que dentro de las debilidades uruguayas está “la porosidad de nuestras fronteras, por lo que se han tomado medidas para aumentar el número de escáneres que permitan mejorar el control de las mercaderías que van sobre todo hacia Europa.
Es verdad, y se ha señalado por todos los organismos –agregó–, que Uruguay ya no es exclusivamente un país de tránsito; es un país de acopio y tránsito”.
No obstante, sostuvo que el sistema antilavado “no es altamente efectivo”, lo que es un problema común con el resto de los países.
“El porcentaje efectivo de incautación de bienes del crimen organizado a nivel mundial es el 1 %, lo cual no da para que nadie se sienta satisfecho. Básicamente, significa que el crimen organizado, el narcotráfico, el lavado de activos conservan el 99 % de los bienes ilícitos producidos”, afirmó el jerarca.
La conclusión no puede ser más sencilla: no podemos controlar el ingreso de drogas a Uruguay, ni estamos en condiciones de controlar el lavado de dinero.
Tampoco tenemos leyes anticorrupción, como el enriquecimiento ilícito, ni una ley que establezca claramente la financiación de los partidos políticos.
Los que no querían que Uruguay se convirtiera en Venezuela nos están llevando de la mano a la Colombia de los 80 y 90.