La violencia vicaria es una manifestación de la violencia basada en género (VBG) y generaciones que implica que el varón ejerza violencia a través de sus hijas e hijos, llegando incluso a causarles la muerte, y con el objetivo de devastar la existencia de la mujer, explicó a Caras y Caretas Stefanía Molina, psicóloga y magister en Género y Políticas de Igualdad. Señaló que el asesinato de las hijas e hijos “es una expresión extrema de la violencia basada en género que provoca huellas permanentes en la vida de la mujer, generando diversos traumatismos, así como un entrampamiento subjetivo que hace tortuosa la vida, más allá de las singularidades de los casos”.
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Con respecto al término “vicario”, la experta detalló que refiere a “la sustitución de una persona por otra para cumplir una determinada función”, por lo cual este tipo de violencia opera “por añadidura, por sustitución”. Molina contó que el término violencia vicaria fue acuñado en el año 2018 por la psicóloga clínica Sonia Vaccaro, quien analizó las violencias que solían producirse con mayor intensidad y frecuencia tras la separación de pareja. Al respecto, agregó que “muchas mujeres, no logran separarse de quienes las violentan ya que “saben lo que se les viene”, tratan de adaptarse a la persona que ejecuta las violencias para evitar problemas, anticipándose para no molestarles, ni ser dañadas, ni ellas ni sus hijas e hijos”.
Por su parte, Geru Aparicio Aviña, psicóloga clínica y magister en Víctimología y Derechos Humanos, apuntó que la violencia vicaria es una violencia secundaria a la víctima principal que es la mujer. “Es a la mujer a quien se quiere dañar y el daño se hace a través de terceros, a través de sus hijas e hijos. El hombre que ejerce violencia generalmente es su pareja o expareja y sabe que dañar a sus hijas e hijos es asegurarse de que el daño llegue a la mujer del modo más cruel, sin la posibilidad de control por parte de ella”.
En el año 2022 la Unidad de Víctimas y Testigos de Fiscalía intervino en ocho situaciones de niñas y niños “fallecidos en contexto femicida”, según datos consignados en un artículo publicado por la diaria. Las elevadas cifras de ese año motivaron a que el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, los colectivos feministas marcharan contra la “violencia vicaría y la justicia patriarcal”.
Este año la manifestación contra la violencia vicaria será una de las reivindicaciones presentes en la movilización del 8M: "Marchamos porque la violencia vicaria es una nueva forma que tienen los progenitores para continuar la humillación y el maltrato hacia sus exparejas usando de excusa a sus hijes con el fin de violentra a quienes maternan cuando deciden separarse", expresa la convocatoria difundida por la Coordinadora de Feminismos.
La violencia vicaria y sus formas
Tanto Molina como Aparicio remarcaron que la violencia vicaria no implica exclusivamente el asesinato de las hijas e hijos, sino que se expresa en diferentes tipos y niveles de violencias hacia estos, siempre con el objetivo de dañar a la mujer. En tal sentido, Aparicio mencionó que este tipo de violencia “se puede presentar en forma de amenazas, como la de quitar la custodia de hijas e hijos a la mujer por separarse o divorciarse; de omisión de cuidados y cariño; no pagar la pensión alimenticia o propinar violencia emocional, física, sexual ocasionando enfermedades o lesiones que incluso pueden alcanzar la violencia más extrema que es el despojo de la vida”.
Consultadas sobre qué buscan obtener los hombres que ejecutan violencia vicaria, ambas expertas se refirieron a la dominación masculina. “Es posible visualizar que en los varones se presenta una imposibilidad enorme de tramitar las pérdidas, sobre todo quienes consideran que las mujeres son sus pertenencias, tendiendo a la autodestrucción y a la destrucción de la otra persona. Los varones proyectan las miserias de su masculinidad dominante en las subjetividades de mujeres, niñas y niños trasladando su desvalimiento masculino y transformándolo en violencia”, opinó Molina.
Según la experta, en un vínculo en el cual se experimenta violencia, “la separación de pareja es en sí misma un indicador de riesgo alto”, ya que “los varones tienen menos injerencia en la vida de las mujeres, quedando las infancias en el centro de la escena”. Y añadió: “Para las mujeres que son madres sus hijas e hijos generalmente representan las personas más importantes de su vida, algo presente en nuestra cultura y que se evidencia en una variedad de representaciones sociales en torno a la figura de la madre. La identidad femenina está estrechamente ligada a la maternidad. En tal sentido se puede comprender que ejecutando violencia hacia hijas e hijos se involucran las fibras más íntimas de la mujer, arremetiendo donde más duele, expropiando a las mujeres madres de sus vidas”.
En tanto, Aparicio señaló que el hombre que ejerce violencia “sabe que judicialmente no tiene derechos sobre su esposa, pareja o expareja, pero también sabe que conserva y conservará poder y derechos sobre las hijas y los hijos, por lo menos hasta la mayoría de edad. Por tal motivo, los transforma en objetos para continuar el maltrato y la violencia sobre la mujer”.
Infancias desprotegidas: ¿qué hacer al respecto?
La legislación uruguaya no contempla el término violencia vicaria, sino que se encuentra enmarcado dentro del concepto de violencia femicida, reconocido en la Ley 19.580, de violencia basada en género como “la acción de extrema violencia que atenta contra el derecho fundamental a la vida y, la causa la muerte de una mujer por el hecho de serlo, o la de sus hijas, hijos u otras personas a su cargo, con el propósito de causarle sufrimiento o daño”.
Para Aparicio, si bien existen la Ley 19.580`, que protege los derechos de las mujeres a una vida libre de violencia y la Ley 17.823 que hace lo propio con el derecho de la niñez, para prevenirla y erradicarla es importante adicionar en ambos instrumentos jurídicos, tanto nacionales como internacionales, el tipo y modalidad específico de la violencia vicaria debido a su alarmante incremento. Asimismo, consideró necesaria la capacitación especializada al funcionariado público, especialmente al Poder Judicial que es responsable de emitir sentencias al respecto, ya que “ante el desconocimiento de esta violencia, no sólo vulneran los derechos humanos de niñas y niños bajo el Principio del Interés Superior de la Niñez, sino que también los ponen en riesgo al no proteger sus derechos fundamentales, algo que hemos visto con las desafortunadas tragedias en donde se termina con el despojo de la vida; de la misma forma por ser una violencia basada en género cuya intención es aniquilar a la mujer en vida, quedando su proyecto personal trastocado como una forma de castigo por parte del hombre que ejerce violencia”.
Un Estado sin voluntad
Por otro lado, Molina alertó sobre la existencia de proyectos de ley como el denominado “Corresponsabilidad en la crianza” -impulsado por legisladores oficialistas y actualmente en discusión parlamentaria- que dejan la puerta abierta a este tipo de violencias hacia las infancias. “Es una ley sumamente engañosa, pues en nuestro país ya existe la posibilidad de tenencia compartida. Como profesional especializada, entiendo que con esta ley podría exponerse aun más a niñas, niños y adolescentes a vivir situaciones de violencia vicaria que atentan contra sus derechos humanos, reforzando además el adultocentrismo y androcentrismo imperante. Lo fundamental es defender los derechos de las infancias y adolescencias y protegerles de personas violentas y abusadoras”.
“Se ha instalado con fuerza en nuestra sociedad el discurso que plantea que las mujeres no les permiten a los padres ver a sus hijas e hijos, e inmediatamente se posicionan en el lugar de víctimas de la historia con frases como ‘soy un cajero automático’, ‘papito no te puede ver’, que buscan instalar el mensaje de que ‘mamá es mala y papito bueno’. En tal sentido, es muy común que quienes ejercen violencia también narran a las mujeres madres como personas insolventes, dañinas e incapaces de llevar a cabo las tareas de cuidado y es aquí donde aparece la figura de la mala mujer y mala madre. Lamentablemente, son muchos los varones que tienen medidas cautelares (con o sin tobillera) con sus ex parejas y tienen a cargo a sus hijas e hijos. Si ya están desprotegidos con la legislación actual y como se aplican las leyes a nivel del poder judicial, no quiero ni imaginar lo que puede llegar a ser que se implemente este proyecto de ley. En materia de violencias basadas en género, se ve como ‘un museo de grandes novedades’ que todo cambie en apariencia para que en el fondo vayamos a los mismos sitios, con mayor crueldad”, añadió.
Como desafíos para erradicar la violencia basada en género, Molina enfatizó en la “urgencia” de “continuar trabajando con varones sobre su propia misoginia”, ya que “deben resolver el conflicto con el orden de lo femenino”. A su entender, la misoginia es una estructura social que se encarna a nivel individual y que está avalada, incluso, por algunas instituciones del Estado. “En nuestro país no hay voluntad estatal ni política para trabajar con los varones, la prueba de ello es la escasez de servicios que trabajan con hombres en términos de prevención y tratamiento. Tal como expresa Pommier: “Lo femenino angustia a lo masculino tanto como lo subyuga” y como afirma la filósofa Elizabeth Badinter, “los varones dependen de las mujeres para probarse a sí mismos, siendo sus contrarios y superiores. La virilidad también se coloca en juego en el ejercicio de la violencia vicaria, y al decir de Bourdieu se convierte en un concepto exclusivamente relacional fabricado contra la feminidad. En términos psicoanalíticos, es posible analizar cómo surge la envidia absoluta a la potencialidad que tienen las mujeres de que se desarrolle la vida en sus propios cuerpos. Imposible para muchos varones entenderse ‘castrados’ para algunas acciones, como lo están”.
Para la experta, “cuestionar la masculinidad es cuestionar el poder y es lo que más cuesta al conjunto social que justifica (aunque se horroriza de a ratos) de todas las violaciones de derechos humanos que producen los varones a escala mundial. Es necesario desmontar códigos culturales que hacen que el varón esté siempre con miedo a perder, a ser traicionado, y por lo tanto debe pegar primero siempre. ‘No dejes que te peguen, vos pegá’, el mensaje constante es que deben ganar, nunca perder, aunque cueste la vida”.
Con respecto a los casos de violencia vicaria ocurridos en Uruguay, Molina expresó: “El dolor por los casos de violencia vicaria extrema es demasiado como para dimensionarlo con palabras, por ejemplo, el caso del asesinato reciente de Giuliana y su hijo Mateo, que es desgarrador. La conmoción no puede surgir solamente cuando se producen algunos de estos acontecimientos aterradores que nos llenan de tristeza (y que dan cuenta además de la desprotección de las infancias), sino que deben alertarnos las tantas modalidades en las cuales se ejecuta la violencia vicaria, incluso con la pretensión de hacer posible una ley que atenta directamente contra los derechos humanos de las niñas, niños y adolescentes, tal como la de Corresponsabilidad en la Crianza”.
Para Aparicio, ante el incremento de casos de violencia vicaria, se hace imprescindible visibilizar sus implicaciones: “A la hora de emitir medidas cautelares en donde hay prohibición de acercarse a la mujer, es obvio que también a la niñez (quien ejerce violencia sobre la madre no es buen padre), también analizar bajo esta óptica las sentencias y las iniciativas de ley sobre custodia compartida de la niñez”.