Por Meri Parrado
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Caras y Caretas dialogó con el responsable de la Secretaría de Derechos Humanos, Nelson Villarreal, sobre los beneficios de la migración para el país y también sobre sus desafíos.


Desde 2008 nuestro país cuenta con una legislación que reconoce la igualdad de derechos de los migrantes con los uruguayos. La Ley 18.250 logró incorporar una perspectiva de derechos humanos en la cuestión de la movilidad humana que durante muchos años fue considerada como un problema de seguridad nacional. En el contexto actual, en el que observamos la violencia con la cual se impide el paso de los migrantes en las fronteras de Estados Unidos o la reciente marcha contra los inmigrantes en Chile, esta ley es considerada un modelo a nivel mundial. «Uruguay es un faro democrático en un mundo donde se expulsa y margina a los migrantes», aseguró Villarreal con orgullo.
Por otra parte, también reconoció que todavía existen la xenofobia y a discriminación hacia este colectivo y que es necesario combatirla. «Tenemos el dato que 48% de los uruguayos rechaza al migrante. Ese sentimiento de inseguridad y miedo, de ver al otro como peligro, siempre ha existido, como siempre existieron los chistes sobre gallegos, judíos, etc. Uruguay está abierto al mundo, a la región, y no puede dejar que se consoliden imaginarios reactivos, xenófobos y racistas».
El jerarca explicó que la Secretaría de Derechos Humanos (SDH) tiene como objetivo transversalizar el enfoque de derechos humanos en todas las políticas públicas que se desarrollan. «Esta función es clave porque se puede ejecutar bien una política, tener buenos resultados y estar violando los derechos humanos».
Este sector cuenta con cursos permanentes para sus funcionarios sobre enfoque de derechos humanos y gestión de resultados. La secretaría trabaja en dos ejes fundamentales: en el monitoreo, evaluación y efectivización de las políticas públicas y, por otro lado, en el cambio cultural, igualdad y la no discriminación. En esta segunda área es en la que se están orientando todos los esfuerzos en este último período.
La uruguayez
Para trabajar en ese cambio cultural, que implica un cambio de mirada sobre la migración, Villarreal propone cuestionarse cuál es la subjetividad que tenemos sobre la identidad uruguaya. «La uruguayez, que se consolida como una homogeneidad muy fuerte a primera mitad del siglo XX, tiene como fruto la igualdad social, pero tiene como dificultad no mirar las diferencias étnicas culturales que la constituyeron».
De acuerdo al jerarca, para concretar políticas públicas con enfoque de derechos, tenemos que tener datos, comprensión de los procesos, pero sobre todo una mirada que se acerque a esa otredad. «Todas y todos somos migrantes, todos somos uruguayos. Hemos perdido la percepción de que somos un pueblo migrante, todos bajamos de algún barco, aunque en forma desigual. La identidad de la uruguayez es algo dinámico y no fosilizado», enfatizó.
A entender del secretario, el flujo de migrantes actual nos desafía a repensar la identidad como algo abierto que logre seguir reforzando esa visión integradora». Debemos reflexionar sobre cómo convivimos y construimos tolerancia y democracia. Entender que la otredad nos enriquece y no nos empobrece, conocer al otro es fundamental para disipar el miedo a lo distinto», reafirmó.
Según el funcionario, durante la primera etapa del Uruguay modernizador en el siglo XX, se buscó igualar para evitar la discriminación. «En la actualidad, igualar requiere reconocer la diferencia y es en esa lógica que estamos trabajando».
Lo que trae el migrante
El cambio cultural del que habla Villarreal implica una mirada diferente sobre el impacto que trae la migración: entenderla como un factor positivo en el desarrollo de la economía y de la protección social. «La diversidad que llega nos enriquece en distintos planos. La inmigración incorpora capacidades técnicas, académicas, fuerza de trabajo, diversidad cultural, a la vez que rejuvenece la población. Debemos tener en cuenta que el promedio etario de los inmigrantes es de 35 años y comprender de qué forma contribuyen con el sistema social. Se trata de la fuerza laboral que necesita un país que se encuentra envejecido», remarcó.
Con respecto a la disposición laboral, Villarreal valoró que el migrante viene con una actitud muy dispuesta al trabajo en diferentes servicios.
Para Villarreal, muchas veces el rechazo hacia los migrantes es en gran medida sobre aquellas personas que llegan con baja formación o calificación. Estas personas generan el rechazo, por lo general, de las personas nacidas en nuestro país que no cuentan con calificación y ven en los extranjeros una amenaza que se puede traducir en las frases más recurrentes como «nos vienen a quitar el trabajo» o «nos están invadiendo». En este sentido, según el funcionario, es importante que los uruguayos comprendan que la legislación actual protege los derechos laborales de todos sus habitantes, ya sean nacidos acá o en tránsito. «No pretendemos darle a un extranjero algo distinto a lo que se le brinda al uruguayo, sino lo mismo. En caso de aquellos que llegan en situación más vulnerable, requieren un acompañamiento especial, entendiendo que están en una condición desigual», subrayó.
Desafíos
Para Villarreal, el próximo gobierno debe trabajar en reforzar imaginarios inclusivos que fomenten tolerancia, respeto y convivencia. Asimismo, consideró que es necesario brindarles capacitación a quienes llegan con baja formación para facilitar su inserción laboral.
Por otro lado, es necesario agilizar el tema de las reválidas para quienes llegan con nivel académico. «Muchas veces sucede que personas que llegan con formación y que podrían aportar mucho a nivel técnico terminan trabajando en otras tareas debido a la demora en el sistema de reválidas», explicó.
Otro desafío es realizar un seguimiento más claro de aquella porción de la población migrante que no está regularizada en la protección social y pueden ser víctimas de explotación y opresión.
Otro aspecto a fortalecer es el acceso a la vivienda para estos sectores; que existan lugares de tránsito donde recibir a aquellos que recién llegan, distintos a los refugios que albergan personas con problemas de consumo problemático de sustancias u otras variantes.
Otras voces
Juan Torrealba llegó a Uruguay el 28 de octubre de 2018 luego de una larga travesía. Salió de Venezuela, su país, por la frontera con Brasil, llegando a Boa Vista. Luego viajó a Manaos y de allí tomó su vuelo a Montevideo. «Salí de Venezuela por la crisis política y económica que existe; en este momento es tan aguda, que hoy el sueldo mínimo mensual es de 40.000 bolívares, algo así como US$ 2,55, lo cual se traduce en un sueldo de 75 pesos uruguayos al mes. El asunto es que en Venezuela un kilo de carne cuesta 38.000 bolívares», explicó Juan
Eligió venir a Uruguay porque consideró que de los países de América Latina era el que contaba con tres factores a su entender muy positivos: modelo económico, cultura migratoria e índice per cápita.
Desde su experiencia, Juan no ha vivido grandes situaciones de rechazo. «La sociedad uruguaya es una de las sociedades latinoamericanas más abiertas al flujo de inmigrantes, realmente no existe xenofobia en un porcentaje alto. Existen excepciones. El trabajo con el público te hace algo más vulnerable a este mal social», opinó.
«Uruguay tiene una calidez respecto del trato hacia el inmigrante, te brinda oportunidad de trabajo y te permite un acceso rápido a los documentos necesarios para tu desenvolvimiento. Respeta tratados internacionales como Mercosur, por ejemplo», agregó.
Juan es abogado y licenciado en ciencias políticas. A los dos meses de llegar consiguió trabajo en una empresa de seguridad, en la que permanece actualmente. Él es de los extranjeros que llegan con formación, pero que deben optar por realizar otros trabajos ante la demora de titulación.
Para Juan, el desafío de las políticas migratorias en nuestro país tiene que ver con agilizar el reconocimiento de los títulos universitarios. «Si bien es cierto que Uruguay los reconoce, es un arduo proceso para lograrlo, sobre todo en áreas como el derecho. Yo debo estudiar dos años para poder revalidar».
Juan vive en una pensión, como tantos extranjeros, donde también comparte con venezolanos y uruguayos. El sueldo que percibe por trabajar en la empresa de seguridad no cubre sus necesidades básicas, pero se las arregla para que alcance y está planificando conseguir una garantía para alquilar un monoambiente en algún tiempo.
Mariana Salas tiene 37 años, es venezolana y conoció Uruguay en 2009. Ella cuenta que se enamoró del país «sobre todo del otoño». Decidió quedarse porque consideró que en este país podía estar sola siendo mujer, buscar un trabajo y seguir estudiando y de a poco fue haciendo muchos amigos.
Se sustenta con algunos contratos como geógrafa, pero explica que son a término debido a que no es residente. Es licenciada en geografía y también cocinera de oficio. Mariana decidió emprender su local de comida venezolana que se llama Garza Mora. «Me mantengo con mi pequeño negocio que es mi pasión más que una entrada fija de dinero. Es la oportunidad de mostrar nuestra cultura y comida. También he adaptado comida de acá y a la gente le gusta mucho», contó.
Mariana ve con buenos ojos los avances que ha tenido el país en materia migratoria desde su llegada. «Cuando llegue hace seis años la migración era distinta, incluso mi residencia salió después que la de algunos amigos que llegaron tres años después que yo», contó. Según relata, las políticas migratorias cambiaron positivamente en estos últimos años. «Es un país que te facilita la integración, si traes tus documentos legalizados, accedes fácilmente a tu cédula lo que te permite acceder a salud y educación como un uruguayo más», manifestó.
Por otro lado, Mariana reconoce que en la actualidad está llegando mucha cantidad de gente y se cuestiona si el país está preparado, pero de todos modos considera positivo este flujo. «El aporte al BPS ha aumentado, lo cual es positivo. A veces sucede que no hay ofertas de trabajo para todos, pero se irán abriendo oportunidades», reflexiona con esperanza.
Consultada sobre el rechazo hacia los migrantes, Mariana contó que en su caso son más las experiencias positivas». He tenido experiencias puntuales de rechazo, pero que tienen más que ver con el machismo. Son más los uruguayos que me abrieron las puertas. Somos bastante aceptados», concluyó.
Nicolás Giménez es uno de los tantos argentinos que también llegó a Uruguay en busca de nuevas oportunidades hace casi dos años. Se considera un privilegiado en nuestro país; en su caso, llegó y tenía techo y un proyecto de trabajo debido a que su hermano mayor ya estaba radicado en nuestro país. Al tiempo iniciaron un negocio familiar y hoy se encuentra al frente de un bar ubicado en una vieja casona en la zona céntrica de Montevideo, donde se ve un flujo interesante de extranjeros. Desde entonces, vienen trabajando el bar y proyectándose como futuro hostel. «Me siento afortunado de estar acá, me encanta Montevideo, la cultura y la movida. El trabajo en el bar me generó esa oportunidad de contactarme con mucha gente interesante», contó.
Por otro lado, reconoció que no todos los extranjeros llegan en las mismas condiciones. Al ser parte de un proyecto de hostel con sus hermanos, tomó contacto con muchos extranjeros que golpeaban su puerta buscando donde alojarse. «Vi llegar a muchos extranjeros desesperados por un techo y un trabajo», contó. Para Nicolás, la forma de seguir mejorando la experiencia para el migrante es reforzar la inclusión y educar en la no discriminación y la igualdad.
Maxime es camerunés y tiene 30 años. Llegó a Uruguay en marzo de 2016 y deambuló cuatro meses antes de conseguir su primera oportunidad laboral. «Venir a Uruguay no fue elección, sino que fue la oportunidad que apareció. Yo no había escuchado hablar de este país», contó. Un amigo le habló de las oportunidades que existían aquí y Maxime decidió venir a probar suerte. «Mi amigo tenía contactos y me ayudó a tener una visa de turismo», explicó.
Sus primeros días en Montevideo fueron agradables. Se encontró con una ciudad linda, gente amable y decidió quedarse. «No fue fácil conseguir trabajo, tuve el apoyo de Mides, que me ayudó a tener un hogar y con los papeles». Luego de vivir durante unos días en un hotel, se quedó sin dinero y accedió a un refugio del Ministerio de Desarrollo (Mides), pero debía ingresar luego de las seis de la tarde y pasaba mucho tiempo en la calle. «Sufrí el frío en la calle, pero yo estaba empezando y tenía que aguantar. Estuve tiempo buscando trabajo y fue complicado, tampoco entendía bien el idioma. Una amiga que hablaba francés me ayudaba con las direcciones de lugares y anduve por las empresas buscando. Mi primera oportunidad la conseguí por un amigo en un restaurante de sushi lavando platos, donde me quedé durante un año y medio», contó. Al cobrar su primer sueldo, pudo alquilar una habitación en una pensión y dejar el refugio para lograr la independencia y libertad que añoraba. Durante un tiempo, Maxime experimentó diferentes empleos, seguros de paro, nuevas oportunidades, y así fue creciendo. Actualmente trabaja en la empresa Prodhin.
Durante el proceso de adaptación al país, Maxime tuvo todo tipo de experiencias y sintió la discriminación. «He vivido discriminación, pero no me afecta tanto porque tengo un objetivo y metas. Lo sentí en la calle y en el lugar de trabajo, pero tengo que aceptar que no estoy en mi país y aguantar», afirmó. En esos momentos se apoya en una comunidad cristiana a la que se acercó y que hoy siente como su familia. «Hay días que pasas bien y otros mal y siempre necesitas personas para compartir», expresó.
Maxime reconoce que la vida en Uruguay es cara y que el tema de agilizar los trámites para revalidar los estudios es un desafío pendiente en materia migratoria. «Cuando sos migrante, aunque tengas calificación, tienes que trabajar en lo más bajo que hay. Yo vine con certificado de química, pero no pude continuar estudiando porque me pedían bastantes cosas que no tenía en la educación pública y debía volver a mi país a tramitar. Solo podía a nivel privado, pero no me alcanza el dinero. En algún momento quizá me canso y me voy, pero agradezco a Uruguay porque tiene leyes para extranjeros que muchos países no tienen. Agradezco que pude vivir acá cinco años», concluyó.