«Si se me preguntara qué rastro de su carácter podría destacar, contestaría sin titubear: el amor a la verdad», dice Alejandro Alfonso Storni sobre su madre Alfonsina Storni en el prólogo a la edición de su poesía completa (Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1972).
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
Alfonsina, la poeta que ha inspirado más poesía. La poeta a la que se le siguen escribiendo canciones, obras de teatro y letanías. Alfonsina, la mujer que anunció en sus versos una despedida que concretó el 25 de octubre de 1938 «en un mar casi en calma».
«Hoy, colocado en el trance de tener que presentarla a aquellos que no la conocieron, desearía ser lo más preciso posible; descorrer con mano firma esa cortina que tiene el tiempo, para que la puedan ver como yo la veo en este momento: movediza, activa, vivaz, constructiva, comunicativa y locuaz, pero triste y silenciosa en la intimidad», Alejandro Alfonso Storni.
En este tiempo de soledad, de angustia e incertidumbre la poesía nos refleja, nos abraza y nos sirve de bálsamo al menos por un rato. Por ello, compartimos una selección de tres poemas de Alfonsina Storni sobre el dolor, la muerte y la monotonía.
Monotonía
¿Cómo decir este deseo del alma?
Un deseo divino me devora,
Pretendo hablar, pero se rompe y llora
Esto que llevo dentro y no se calma.
Pretendo hablar, pero se rompe y llora
Lo que muere al nacer dentro del alma.
¿Cómo decir el mal que me devora,
El mal que me devora y no se calma?
Y así pasan los días por el alma,
Y así en su daño obsesionada, llora:
¿Cómo decir el mal que me devora,
El mal que me devora y no se calma?
Hablo conmigo
¿Por qué mi mano que acaricia estruja?
¿Por qué estoy ciega cuando puedo ver?
Pregúntale a los astros que se mueven.
Yo no lo sé.
¿Por qué las flores se me vuelven piedras?
¿Por qué en acíbar se me va la miel?
Pregúntale a los vientos que varían.
Yo no lo sé.
¿Por qué la primavera se me hiela?
¿Por qué bebiendo siempre tengo sed?
Pregúntalo a las fases de la luna.
Yo no lo sé.
¿Por qué la más humilde, la más buena,
Me hago una copa de ácidos y hiel?
Pregúntale a los días que se nublan.
Yo no lo sé.
Epitafio para mi tumba
Aquí descanso yo: dice Alfonsina
El epitafio claro al que se inclina.
Aquí descanso yo, y en este pozo,
Pues que no siento, me solazo y gozo.
Los turbios ojos muertos ya no giran,
Los labios, desgranados, no suspiran.
Duermo mi sueño eterno a pierna suelta,
Me llaman y no quiero darme vuelta.
Tengo la tierra encima y no la siento,
Llega el invierno y no me enfría el viento.
El verano mis sueños no madura,
La primavera el pulso no me apura.
El corazón no tiembla, salta o late,
Fuera estoy de la línea de combate.
¿Qué dice el ave aquélla, caminante?
Tradúceme su canto perturbante:
«Nace la luna nueva, el mar perfuma,
«Los cuerpos bellos báñanse de espuma.
«Va junto al mar un hombre que en la boca
«Lleva una abeja libadora y loca:
«Bajo la blanca tela el torso quiere
«El otro torso que palpita y muere.
«Los marineros sueñan en las proas,
«Cantan muchachas desde las canoas.
«Zarpan los buques y en sus claras cuevas
«Los hombres parte hacia tierras nuevas.
«La mujer, que en el suelo está dormida,
«Y en su epitafio ríe de la vida,
«Como es mujer grabó en su sepultura
«Una mentira aún: la de su hartura».