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Aukus: EEUU calienta la guerra fría con China

Por Daniel Barrios.

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América, Europa y Oceanía. Estados Unidos, Reino Unido y Australia. Washington, Londres, Canberra. Joseph Robinette Biden Jr., Alexander Boris de Pfeffel Johnson y Scott Morrison.

Tres continentes, tres países, tres capitales, tres jefes de gobierno mantuvieron la semana pasada una “video cumbre” y constituyeron la triple alianza estratégica bautizada como Aukus, acrónimo de las iniciales en inglés de Australia, Reino Unido y EEUU.

El neonato acuerdo, que el Departamento de Estado de EEUU inmediatamente adjetivó de “histórico”, tiene como objetivo declarado “reforzar la cooperación en tecnologías avanzadas de defensa, como inteligencia artificial y vigilancia de larga distancia” aunque nadie duda que ha sido concebido por Washington para frenar la creciente influencia política, económica y militar china entre la costa oeste de África y el Pacífico oriental y en particular para contrarrestar el megaproyecto de la Nueva Ruta de la Seda.

“Como primera iniciativa bajo Aukus, nos comprometemos a […] apoyar a Australia en la adquisición de submarinos de propulsión nuclear para la Marina Real Australiana”, señala el comunicado oficial del encuentro, donde por primera vez desde 1958 -cuando lo hizo con Reino Unido, su aliado también estratégico durante la Guerra Fría- EEUU comparte su tecnología para desarrollar submarinos con propulsión nuclear.

Esos submarinos son mucho más veloces y difíciles de detectar que los de propulsión convencional. además disparan misiles a largas distancias y pueden permanecer sumergidos durante meses.

El pacto tecnológico militar que sacude el tablero internacional y cambia radicalmente el statu quo regional es la respuesta más agresiva hasta el momento de la administración de Joe Biden a China y una ulterior prueba de la decisión de Washington de emplear todos los medios disponibles para frenar el hasta ahora incontrastable ascenso chino en la región y el mundo, objetivo prioritario y cuasi excluyente de la Casa Blanca.

Apenas dos semanas después del retiro/fuga de Afganistán -la derrota militar, política y diplomática más espectacular del siglo-, Biden vuelve a cargar contra la República Popular, fiel a su promesa de que “China no se convertirá en el líder mundial mientras yo sea presidente”, manteniendo y reforzando la cruzada anti-China que encabezó su predecesor, Donald Trump.

Aunque en su discurso Biden subrayó que los nuevos submarinos no tendrán “armas nucleares”, sino que estarán “convencionalmente armados y potenciados por reactores nucleares”, la sola mención nuclear es una alerta para la colectividad internacional y una velada amenaza a la paz mundial y sobre todo no logra ocultar que esta nueva alianza -el acuerdo de seguridad más importante entre las tres naciones desde la Segunda Guerra Mundial- representa una creciente escalada militar en el Indo-Pacífico y, en concreto, en aguas del mar de China Meridional, que China reivindica como aguas jurisdiccionales y los aliados consideran aguas internacionales.

No solo Beijing, otros países como Filipinas, Vietnam, Taiwán, Malasia y Brunéi también reivindican sus derechos en ese mismo espacio marítimo, lo que ha generado una disputa sobre numerosas islas, arrecifes y sus respectivas aguas colindantes por donde navega el 30% del comercio mundial y además se estima que alberga preciados yacimientos de petróleo y gas.

El anuncio de la nueva entente que China considera como la “OTAN de Asia” se produce apenas diez días antes de que Biden se reúna personalmente en la Casa Blanca con los primeros ministros de Japón, India y Australia, con los cuales en marzo pasado conformaron el llamado Diálogo Cuadrilateral (QUAD, como es conocido en inglés), una asociación que según sus socios fundadores hará la región indopacífica “libre y abierta, con un orden marítimo basado en reglas en el mar de China Meridional y el mar del Este de China”.

Desde la época de Barack Obama, Estados Unidos ha enfocado su política exterior en esa área que representa casi el 50% de la producción económica del planeta y alberga la mitad de la población mundial, y donde Washington considera una amenaza la creciente influencia de China.

El Aukus -que también cubre áreas de cooperación en inteligencia artificial, tecnología cuántica y cibernética, instalaciones industriales y cadenas de suministro- despertó una ola de críticas de los aliados, que temen que el “EEUU está de vuelta” de Biden lejos de ser el regreso a la tradicional política de alianzas transoceánica sea una versión remozada del aislacionista, proteccionista y unilateral “EEUU primero” de Trump.

Sin duda la primera víctima del fuego amigo norteamericano en su guerra contra China fueron la diplomacia y la industria armamentística francesa. Aukus transforma en letra muerta un acuerdo de 2016 de más de 60.000 millones de dólares entre Francia y Australia para construir 12 submarinos que serían utilizados por la armada australiana y que representaba el “contrato del siglo”.

Además es un desprecio a la presencia y los intereses de Francia en el área Indo-Pacífico y, por si fuera poco, resucita la alianza de los países anglófonos tan repudiada por los transalpinos desde los tiempos del general De Gaulle.

“Es realmente una puñalada trapera”, fue el primer comentario del ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Jean-Yves Le Drian, al tiempo que Macron, en un gesto sin precedentes, convocaba al Elíseo a sus embajadores en Washington y Canberra.

La posición oficial fue expresada en un durísimo comunicado del “Quai d’Orsay”: “Esta decisión desagradable no hace otra cosa que reforzar la necesidad de una autonomía estratégica de Europa. no existe ningún otro camino creíble para defender nuestros intereses nuestros valores en el mundo, incluida el area indopacífica”. En otras palabras, Francia, traicionada por Australia y Reino Unido, pero sobre todo por su aliado histórico Estados Unidos, constata que no se puede confiar en los países angloparlantes y llama a sus socios europeos a cerrar filas y transitar por su propio camino.

Precisamente fue esa Europa la segunda gran damnificada, ya que ni siquiera fue advertida y se enteró del tratado siglado por las agencias internacionales de noticias. Si de la evacuación de Kabul se pudo hablar de precipitación o descoordinación de Estados Unidos con sus aliados, en este caso se trata de un menosprecio meditado y alevoso que, entre otras cosas, demuestra que, al momento de articular alianzas estratégicas, Washington opta por la Londres secesionista del brexit y deja a un costado la Unión Europea, huérfana de un poder militar que corresponda a su proclamada vocación geopolítica.

Para la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, “uno de nuestros Estados miembros ha sido tratado de manera inaceptable” y exigió una explicación “antes de continuar las relaciones como hasta ahora”.

Como suele ocurrir en casos “graves” de política internacional, la reacción de Beijing fue binaria.

Por un lado, el gobierno de Xi Jinping, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, alertó que la nueva asociación “socava gravemente la paz y la estabilidad regionales, así como los esfuerzos internacionales por la no proliferación nuclear”.

“El pacto muestra igualmente cómo estos países utilizan las exportaciones nucleares como herramienta geopolítica. Es extremadamente irresponsable. Deberían abandonar su mentalidad de guerra fría y hacer más para contribuir a la paz y la estabilidad. De lo contrario, acabarán haciéndose daño a sí mismos”, aseguró el portavoz del Ministerio.

En cambio, la respuesta política del Partido Comunista fue expresada en todos los editoriales de los medios estatales y partidarios, que acusaron a Estados Unidos y muy especialmente a Australia -con quien la República Popular mantiene un contencioso político comercial desde hace un año- de haberse convertido en “enemigo de China”.

Para el Global Times, Australia debe saber que “ si participa en el asedio estratégico de China liderado por Estados Unidos, es muy probable que Canberra se convierta en un objetivo de las contramedidas de Beijing y que sean los soldados de las tropas australianas las primeras víctimas occidentales de un enfrentamiento militar en el mar de China Meridional”.

Con un lenguaje que no tiene nada que envidiar a los momentos más tensos de la Guerra Fría, el editorialista termina advirtiendo que “una vez que el ejército australiano luche contra el Ejército Popular de Liberación en el estrecho de Taiwán o el mar de China Meridional, los objetivos militares en Australia se convertirán inevitablemente en objetivos de los misiles chinos. Dado que Australia se ha convertido en una punta de lanza anti-China, el país debería prepararse para lo peor”. ¿Y el mundo también?

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