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Cultura y espectáculos

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Baglietto y Vitale en el Auditorio del Sodre

El 30 de noviembre, Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale desembarcarán en el Auditorio del Sodre en el marco de la gira con la que celebran los treinta años de Postales de este lado del mundo, el primer disco de este legendario dúo argentino. En entrevista con Caras y Caretas, Baglietto habló de este proyecto, de las historias con Vitale y la incorporación de sus hijos a la banda.

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Podría decirse que ambos están del otro lado. Tienen las edades y las vidas musicales como para acomodarse en el escaparate más vistoso e influyente de las músicas populares de la región, y esperar, sin mayores desafíos, la catarata de adjetivos de la industria y de la llamada “prensa especializada”, los réditos de una extensa producción discográfica y que las liturgias de la redondez numérica los devuelva cada tanto a los titulares. Y se lo merecen.

Sin embargo, ni Juan Carlos Baglietto ni Lito Vitale dan señales de querer parar. Hacer música sigue siendo para ellos un proyecto de vida. Suman ideas, graban, salen de gira con sus proyectos personales y a la vez mantienen la llama encendida de un dúo que en 1991 lanzó el disco Postales de este lado del mundo y que descolocó a más de uno e impacto en la cabeza musical de muchísimos más con personales versiones de “Tonada del viejo amor”, de Jaime Dávalos y Eduardo Falú, “Naranjo en flor”, de los hermanos Virgilio y Homero Expósito, “Nostalgias”, de Enrique Cadícamo y Juan Carlos Cobián, entre otras.

El desafío era abordar tangos y canciones de proyección folklórica de creadores icónicos del cancionero popular, y que ya entonces contaban con muy extensas historias de versiones, pero desde otro lugar, intervenidos por las historias musicales de Baglietto y Vitale. La experiencia devino cruce de fronteras estilísticas, un quiebre con etiquetas y legados canónicos, y fue el inicio de un proyecto a dúo que consolidó, además, una amistad personal.

Este año se cumplen tres décadas de aquel disco y Vitale y Baglietto volvieron a las rutas para celebrarlo. La gira, que ya lleva varias fechas cumplidas en Argentina, tiene una cita reservada para Uruguay: el 30 de noviembre, a las 21 horas, en la sala mayor del Auditorio Nacional del Sodre.

 

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“La pregunta que todos se hacen: ¿cómo hicieron estos dos ñatos para bancarse tantos años?”, dijo Juan Carlos Baglietto en una entrevista telefónica con Caras y Caretas. “Con Vitale somos amigos desde hace 40 años, y hace 30 que arrancamos a hacer proyectos musicales juntos. Cierto, no fueron de corrido, ya que por ahí nos tomamos una pausa como de diez años. Pero lo que estamos celebrando ahora son los 30 años del primer disco que hicimos juntos, que se llamó Postales de este lado del mundo, que salió en 1991. Durante ese tiempo ha corrido mucha agua bajo el puente. A partir de ese disco hicimos una cantidad más, no sé cuántos, discos y muchos, muchos shows, y hemos recorrido muchos kilómetros. La música ha logrado que no nos peleemos, sino que ha fortalecido nuestra relación”.

El aniversario redondo, antes que una celebración pomposa, formal, es la oportunidad para volver a las rutas después del encierro pandémico, liberarse del exceso de virtualidad, y reencontrarse con el escenario y el público. “Estamos disfrutando al mango el encuentro con la gente, tener la experiencia en vivo, que es algo intransferible, no puede compararse con interactuar a través de las redes sociales o el streaming. Yo me quedo con el vivo”, reconoció Baglietto.

En el concierto del 30 de noviembre en Montevideo, “vamos a hacer un raconto, una selección de canciones que sacamos en cada uno de los discos que hemos hecho en estos años. Así que vamos a compartir con los uruguayos estos 30 años de música, con mucha felicidad, porque hay muchos elementos para estar contentos además de la música, como volver a la ruta, salir después de la pandemia, tocar en el Sodre, volver a Montevideo y tocar con dos de nuestros hijos… con el hijo menor de Vitale, Jano, que toca el bajo, y Julian, mi hijo, en batería, coros y percusión. Además tendremos como invitado a un tipo que admiramos mucho: Tabaré Cardozo, que va a cantar un par de canciones con nosotros”.

 

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“El tiempo pasó como trompada”. No hay vuelta. En 1982, Baglietto editaba su primer disco, Tiempos difíciles, una obra que disparó su carrera musical y que marcó una época. Canciones como “Era en abril” o “Mirta, de regreso”, se convirtieron en canciones de una vigencia inoxidable. Una década después, él era reconocido como uno de los exponentes de lo que algún periodista llamó la trova rosarina, en la que también sonaba fuerte el nombre de Fito Páez, luego llegó el primer proyecto con el pianista, compositor y productor Lito Vitale, y en ese transcurso acelerado del tiempo cada uno pobló de músicas sus respectivas carreras. Y, ahora, como si nada, asumió Baglietto, el dúo completó la trilogía de postales con Postales del alma (1999) y Postales del nuevo mundo (2015) más otros tantos discos (Más de lo mismo, No olvides…, Clásicos y acústicos, Canciones inoxidables, entre otros).

“Como te dije, el tiempo pasó como una trompada”. Y ahora están tocando con sus hijos, viviendo una etapa de madurez en el trasiego de experiencias y conocimientos. “La experiencia está buenísima, porque ellos no nos tienen ningún respeto. Pero aclaro, nosotros no tocamos con nuestros hijos porque sean nuestros hijos, sino porque son grandes músicos; no es la onda ‘dale una mano al pibe porque se la rebusca, porque es el hijo de…’. Ellos tocan como la gran puta. Tocan muchísimo mejor que nosotros cuando teníamos esa edad. Y eso suma otra visión, y uno aprende con estas cosas. Además, cuando uno se va de gira deja un poco la familia atrás. Pero llevarse parte de la familia de gira es maravilloso”.

Estas nuevas generaciones, siguió Baglietto, se lanzan al ruedo con un bagaje técnico y con una disciplina de trabajo distinta a la de las anteriores. “Esto a lo mejor tiene que ver con que los hemos educado bien… con que algo habremos hecho bien. Nosotros, lo reconozco, éramos más quilomberos, bastante más desprolijos, y ellos encaran los proyectos con otra seriedad. Los chicos han dormido infinidad de veces en las tapas de los baúles, y nos hemos ido de gira infinidad de veces con ellos, y en esas experiencias han aprendido a querer esta actividad, comprendiendo que uno a través de los años no solo se pone más viejo sino también más serio, más comprometido con lo que hace. No es que no fuimos comprometidos cuando éramos jóvenes, sino que los chicos proponen desde un lugar mucho más serio que el lugar desde donde nosotros proponíamos”.

Además, “tienen condiciones y características propias”. “No se prendieron a la cosa de imitar lo que nosotros hacíamos. Tienen ideas propias, y eso está buenísimo. Yo descubro infinidad de músicas a partir de la recomendación de ellos, por ejemplo. Fijate, tengo cuatro hijos y son bien diferentes. La menor, Clarita, que todavía no sabemos qué va a ser, tiene 13. Fermín de 17, que tiene una facilidad enorme con las máquinas, compone y produce para otra gente. Joaquín, que tiene 25, es cantante y tiene su propio proyecto musical. Julian, además de tocar con nosotros, tiene su proyecto solista. Todos tienen características distintas. Lo que proponen en sus proyectos individuales es bien diferente a lo que hago yo y a lo que proponemos con Vitale. Y entre ellos también tienen marcadas diferencias”.

Otro signo generacional que marca una diferencia sustancial: “Ellos no se quedan en la crítica a lo que pasó o a lo que es distinto. Disfrutan de muchísimas cosas diferentes a lo que ellos hacen. Eso es muy valioso. Porque nosotros fuimos bastante pelotudos en ese sentido. En el sentido de ‘no, aquél no porque es rock… y aquel toca tango y folklore y no es del palo, está en otra cosa’, viste… Era como si la música fuera una cuestión de escuderías, de hinchadas y hay que matar al otro… la famosa grieta, el que piensa distinto hay que eliminarlo. Estos pibes tienen una visión mucho más sabia que la que tuvimos nosotros. En aquella época nos perdíamos un montón de cosas, y ellos son una esponja que absorbe con menos prejuicios. Sin duda, hemos hecho hijos mejores que nosotros”.

 

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Después de vivir las experiencias musicales y personales que atravesaron estas décadas, Baglietto subraya una idea: “Trabajar con Vitale es muy fácil”. “Nos ponemos de acuerdo con bastante rapidez en el armado del repertorio, por ejemplo. Uno propone y el otro acepta o no. En general el que propone es Vitale, porque tiene su alma de productor que no puede parar… él está pensando en qué va hacer dentro de tres años. A mí no me sale eso. Es un tipo que propone mucho. Y probamos cosas. Pero lo loco, sabés, es que probamos, ponele, medio tema y ya sabemos si nos cabe o no. Y básicamente encaramos aquellas cosas que nos mueven el cuerpo y el corazón. Con los arreglos es igual… el padre de Lito decía que nosotros interveníamos las canciones. Es eso: a esas canciones sentimos que las estamos interviniendo. Y si no sale, la dejamos correr porque muchas ya han sido interpretadas muy bien por otra gente”.

La canción es más que una estructura formal rígida, es una fuente de posibilidades. “Es eso, sin duda. Por ejemplo, con ustedes tenemos una música común que es el tango, y en ese campo hay a veces cincuenta versiones de un mismo tema. Cada una tiene una característica y una particularidad y un carácter…y hay otras que no tienen nada de eso. Pero estas últimas, claro, no son las que calan en la gente. Vos te podés acordar de ‘Sur’ cantada por Edmundo Rivero, pero no te acordás de ‘Sur’ cantada por cualquier otro. Porque eso tiene que ver con la condición del intérprete. El otro día canté una canción, ‘Razon de vivir’, de Víctor Heredia, y él me decía: ‘Te agradezco, buenísima la versión’. Pero es que cuando hay buena madera es fácil ser buen carpintero. Me parece que eso se aplica siempre… después, obviamente, tenés que aceitar, trabajar sobre tu oficio, pero para nosotros es fácil porque no hacemos nada que no nos pasé por el corazón y por el cuerpo todo. No tenemos obligaciones artísticas con nadie más que con nosotros mismos. Así que somos los culpables en tal caso”.

En ese proceso, donde convergen conocimientos, técnicas, sensibilidades, lo que termina definiendo la calidad del hecho artístico es el trabajo: “No creo en eso de hacer las cosas de taquito. Soy de los que cree que hay que transpirar la camiseta. Podés tener la experiencia, no te ponés tan nervioso como te ponías antes, podés tener mejores herramientas, mejores condiciones. Pero si vos no le ponés esfuerzo y pasión, la gente se da cuenta. Si tocás el piano como si estuvieras escribiendo a máquina no pasa nada. Serás un buen taquígrafo pero no un buen pianista. Pasa con cualquier oficio. Porque lo que no cuesta no vale mucho. Y a mí me cuesta cada vez más. También, claro, es una cuestión de edad. Creo que logro muchos mejores resultados que hace años pero no tengo la facilidad que antes tenía. No corro de un lado al otro del escenario, por otro lado porque entendí que era al pedo correr así. Por otro, porque está bueno concentrarse y encausar las energías y los valores que uno tiene a través de la apuesta a transmitir de forma más potente y más directa. En eso estamos. Ser directos, concretos, sin artilugios demasiado sofisticados pero con la pasión de siempre”.

 

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