Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Cultura y espectáculos

Pureza

Cabrera en vinilo

El sello Bizarro reeditó en formato vinilo una de las obras mayores de Fernando Cabrera, el larga duración El tiempo está después, publicado originalmente por Orfeo en 1989. Una revisión más que necesaria que debería ser complementada con otras obras del autor, sobre todo con el disco que grabara en vivo junto con Eduardo Mateo.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Por G.P.

Hay algo intransferible en haber vivido los discos de Cabrera en tiempo presente. Me refiero a los primeros discos, los de los años 80 y esa coda final de Fines –ya entrados los 90- con el bonus track de la música de El dirigible, sustancia definitiva y punto máximo de una obra conmovedoramente montevideana, que cala hasta los huesos, que eriza en la sutileza de los arreglos de las canciones como fueron grabadas, pero sobre todo en la mínima expresión de la canción, esa que Fernando Cabrera ha sabido resguardar a lo largo del tiempo. Porque ese minimalismo extremo de la posterior “Viveza”, la pureza pura, más pura cabreriana, siempre estuvo presente, y vuelvo a la idea de intransferible, porque quienes vivieron (lo que implica escuchar en tiempo presente, en una tarde áspera, de esas que son un adelanto de Navidad, por ejemplo) aquellos primeros discos, seguramente tengan argumentos variados para defender el debut solista de El viento en la cara o el ya nombrado Fines como obras mayores. Lo son. De eso no hay duda.

El viento en la cara, por ejemplo, es una cruda y transparente declaración de principios, un montón de fotos musicales que zurcen un disco inolvidable, de una libertad que en el pop latinoamericano experimental sólo se encuentra en gemas como Re, de los mexicanos Café Tacuba. Fines, una década después, es la madurez, es la exaltación de un estilo, que tal vez pueda condensarse (o ilustrarse) en esa canción única en su épica como “La casa de al lado”.

¿Qué lugar ocupa El tiempo está después? Es ese tipo de páginas que en el conjunto de una obra mayor muestran un engañoso bajo perfil, pero que terminan siendo centrales. En este caso, en el repaso de la primera obra cabreriana, la que nos ocupa, el disco aparecido en 1989 sobresale por dejar registrado el momento en que el cantautor del Paso Molino encuentra definitivamente una voz propia, tanto en la lírica como en la composición, tanto en el toque de la guitarra como en la configuración de un minimalismo sutil y exacto.

Si bien había escrito en los discos anteriores bastante más de una decena de canciones inolvidables, las que aparecen en El tiempo está después se despojan definitivamente de sonidos que andaban en la vuelta (el sonido Police de Autoblues, por poner un ejemplo) para encontrar una luz absolutamente propia. Y todo esto tiene varias razones, una de ellas sustancial, relacionada con la marca que dejó en Cabrera la fugaz pero explosiva reunión con el maestro Eduardo Mateo, que se resume en algunas particularidades: libertad, experimentación, disonancias y la determinación de  viajar al centro de la canción, dejarse llevar por ella, viajarla, transitarla. Es posible confirmar esta hipótesis, y también desarrollar que el citado cruce fue un mágico ida y vuelta entre ambos músicos, en la reescucha del disco Mateo & Cabrera y también en La mosca, disco póstumo de Mateo, obra genial que paradójicamente volvió a aproximar a Mateo a una distorsión pop que le transfirió -en su caso- el joven Cabrera. No se reduce sólo a esto, porque en Cabrera también hay Galemire, hay Darno, hay Estela Magnone y tantas voces y maneras contiguas, pero el toque de guitarra y el sentido rítmico y la posibilidad de jugar sonidos en la intemperie son relecturas únicas y magistrales de Mateo.

“Comienza la escuela”, “Punto muerto”, “La garra del corazón”, “El tiempo está después”, “Imposibles”, “Copiando la lluvia”, “Los viajantes”. Todas canciones que se han vuelto clásicos y que son inolvidables, y que están en ese disco que ahora, gracias a las idas y vueltas de la industria, vuelve a las disquerías en su formato original. Hay, como en todas las cosas, circunstancias fortuitas que hacen que este sea el primero de Cabrera reeditado en vinilo: los mencionados El viento en la cara y Fines, por ejemplo, no son originalmente de Orfeo, por lo que en todo caso esperan por una reedición de Ayuí o una licencia a Bizarro u otro sello. De todos modos, es significativo que le haya tocado a El tiempo está después. Porque allí está uno de los probables centros de la máquina del tiempo sonora cabreriana.

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO