Por Germán Ávila
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El sistema chileno, cuyas cifras de crecimiento eran la envidia de neoliberales de aquí y allá, estaba sustentado en la miseria de la clase trabajadora y la vida misma se había convertido en un bien comercial, todo eso bajo la mirada tutelar de una constitución redactada con ese fin.
Pinochet fue arrojado de “la presidencia”, fue detenido, procesado, juzgado y condenado. Se precisaron años, décadas para que algo de justicia llegara a las manos de las víctimas de la dictadura fascista que encabezó Pinochet, siendo además de sangrienta, una de las más largas del Cono Sur.
Mientras todo esto ocurrió con Pinochet, la constitución sobre la cual estableció su dictadura desde 1980, 7 años después del golpe y gracias a la que permaneció 10 años más, continuó prácticamente igual hasta ahora. La constitución chilena es una muestra de que las dictaduras militares no fueron desarrolladas solamente a partir del arrebato de unos militares que ordenaron a sus tropas dirigir sus armas contra la población para someterla por el simple placer que da el uso del poder.
Las dictaduras fueron complejos procesos políticos al servicio de intereses que estuvieron muy por arriba de los militares que figuraban como la cara visible. No hay que olvidar que dos de las principales figuras que apadrinaron la dictadura chilena fueron Margaret Thatcher y Ronald Reagan, convirtiendo a ese país en el laboratorio del neoliberalismo en Latinoamérica.
La constitución chilena, como norma de normas, fue diseñada para permanecer. Se promulgó en 1980 bajo la forma de un plebiscito, y fue solo bajo la forma, ya que de plebiscito no hubo mucho. La redacción del documento constitucional se hizo a puerta cerrada y su aprobación se sometió a votación en un proceso que incluso en las circunstancias propias de una dictadura se vio impropio.
Todos los medios disponibles del Estado se volcaron hacia la aprobación del plebiscito, mientras que la oposición, que entre otras cosas pedía elecciones libres, se debió conformar con la realización de actos públicos bajo vigilancia. Aunque de este proceso es importante recordar el “Caupolicanazo”, que fue una manifestación en el teatro Caupolicán y que se convirtió en un hito de la oposición en medio de la dictadura.
Finalmente, y como era de esperarse, el resultado del plebiscito favoreció la aceptación de la constitución, que entre otras cosas aprobaba la presidencia de Pinochet y a la Junta Militar de Gobierno durante 9 años más. En pocas palabras, si a todos los efectos prácticos había alguna herencia viva de la dictadura en Chile, era la constitución política, y tan a la medida de la dictadura fue hecha, que una vez se votó en 1980, quedó prácticamente clausurada por dentro, pues no contemplaba mecanismos plebiscitarios y las reformas por vía parlamentaria requerían un quórum decisorio particularmente elevado.
Finalmente, 30 años después del fin de la dictadura, se logró generar el escenario para reformular la constitución, para lo que se requirieron semanas enteras de movilizaciones multitudinarias. Movilizaciones que soportaron la brutal represión y que lograron mantener la efervescencia, incluso luego de las fiestas de fin de año, que tradicionalmente han desmovilizado protestas callejeras. En el caso de Chile, por el contrario, fueron aprovechadas para llamar a la solidaridad y la unión. La noche del 31 de diciembre de 2019, miles de personas se juntaron a compartir la cena de año nuevo en la Plaza Italia, en Santiago, plaza que pasó a ser llamada De la Dignidad.
Lo único que terminó desmovilizando las protestas en Chile y los países que se inspiraron en estas para adelantar sus propios procesos de movilización callejera fue la pandemia, que cambió radicalmente la dinámica de la sociedad, sin que hasta ahora sea posible el retorno a la normalidad tal como fue antes de la declaratoria de la pandemia.
Sin embargo, el resultado se había logrado concretar y antes de la llegada de la pandemia, ya se había logrado firmar el compromiso para la convocatoria al plebiscito que modificaría la constitución. Inicialmente la fecha asignada para la votación era el 26 de abril de 2020, fecha que se aplazó finalmente para el 25 de octubre.
Pero no hay que olvidar que, a pesar de las multitudinarias manifestaciones, la sociedad chilena guarda profundas raíces conservadoras. El proceso para llegar al plebiscito mismo ha estado lleno de dificultades y debates internos dentro de las fuerzas progresistas y de la derecha más liberal, así como tiene fuertes contradictores en los grupos más hacia la derecha, que defienden la permanencia de la constitución legado de Pinochet.
Si bien es cierto que todas las fuerzas progresistas estuvieron de acuerdo en la necesidad de modificar la constitución, no hubo una unidad monolítica sobre los mecanismos y alcances de la modificación. Además de que el gran problema de las constituciones radica en las instituciones encargadas de llevar a la práctica las normas establecidas, así como los mecanismos de control para estas.
Un sector dentro del recientemente constituido Frente Amplio de Chile, se distanció de la forma como fue convocado el mecanismo de participación, pues debido a la composición propuesta desde el gobierno, la posibilidad de participación e incidencia de los sectores populares y sociales se verían muy limitadas.
Este desacuerdo no fue un obstáculo para que este sector, más hacia la izquierda, se vinculara con la participación en el plebiscito. Todos los sectores sociales fueron llamados a participar y dar el voto por la aprobación de la reforma, pues es preferible avanzar en el cambio general, aunque no se comparta por completo el mecanismo.
Las papeletas para la elección serán dos. En la primera, ante la pregunta “¿Quiere usted una nueva constitución?”, las posibles respuestas serán “Apruebo” o “Rechazo”. En la segunda, irá la pregunta “¿Qué tipo de órgano debiera redactar la nueva constitución?”. Las dos alternativas serán: Convención mixta constitucional (50% de miembros del parlamento actual y 50% de constituyentes elegidos exclusivamente para ese fin) y Convención constitucional, que escogería una composición de 100% de constituyentes elegidos para ese fin.
Los sondeos dan por ganadora la opción de la renovación constitucional por medio de la Convención constitucional; la derecha milita con fuerza por el rechazo al cambio y las manifestaciones del fascismo han aumentado también su presencia. El clima social se puede considerar como estable, pero no calmo. En el aniversario del estallido social, que se llevó adelante el pasado 18 de octubre, dos iglesias fueron quemadas en medio de las manifestaciones; más allá de si estos hechos fueron llevados a cabo desde los manifestantes o son trampas puestas por las fuerzas de seguridad para justificar la represión, lo cierto es que la movilización en Chile ha dado muestras de no bajar la guardia.