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Columna destacada | Montevideo | problema |

Pensando soluciones

Basura: cuando nadie da en la tecla

Es cierto que en Montevideo tenemos un grave problema con la basura. Tan cierto como que los dirigentes derechistas, sin tener propuestas sólidas, han adoptado la estrategia de sacar fotos de la basura depositada fuera de los contenedores.

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Si en lugar de perder el tiempo publicando fotos y videos llamaran por WhatsApp al número 092 250 260 que figura en cada recipiente, y si realmente les importara la gente y no la política barata, solucionarían de inmediato el problema en esa zona, ya que el servicio gratuito de recogida de residuos lo resolvería rápidamente. El promedio de solicitudes a este número es de 1.000 llamadas por día.

Carolina Cosse informó a fines de diciembre de 2022 que en ese mes se recogieron 50.000 toneladas de residuos de los contenedores domiciliarios de Montevideo. En diciembre de 2024 la cantidad ascendió a más de 60.000 toneladas. La diferencia equivale a la recolección diaria de residuos de 2.000 contenedores adicionales en comparación con 2022. Y si no cambiamos algo, el próximo diciembre será peor.

La ciudad más limpia no es la que más se limpia, sino la que menos se ensucia

Un edil del Partido Nacional denunció el año pasado una “crisis en gestión de residuos”. Al margen de la exageración motivada por el combate político, me pregunto si tenemos una “crisis de gestión de residuos” o una crisis de educación ciudadana. O ambas cosas.

En la red X, la vecina Rita Silvan comentó lo que todos sabemos: “En cualquier parte del mundo civilizado, las personas que hacen ese desparramo o dejan bolsas fuera del contenedor pagan fuertes multas o pueden ir hasta presas por atentado a la salud pública”.

Suscribo a cada letra. Hace unos meses, cuando vivía cerca del zoológico y Carolina todavía era intendente, iba a sacar una bolsa con residuos; pero, al ver que el contenedor estaba saturado, caminé una cuadra hasta el otro. Si ese otro hubiera estado lleno, habría regresado a mi domicilio con la bolsa y la hubiera depositado al día siguiente. ¿Es tan difícil?

Ahora bien, llegué al contenedor casi al mismo tiempo que una señora de clase media alta (deducible por su vestimenta y la casa en que vive), y mientras yo colocaba mi bolsa en el recipiente, ella dejó la suya al lado, en el piso. Cuando se iba le dije: “Señora, disculpe; pero el contenedor está casi vacío”. La respuesta fue una hermosa puteada; pero no contra mí, sino contra la intendente “comunista”. Mientras se iba traté de adivinar en qué casa entraría. No había que ser un genio para adivinarlo. Y sí, en la que tenía una balconera de la 404.

Hasta septiembre de 2023 vivía en Monterrey, México. La ciudad es muy limpia; sin embargo, de casualidad vemos un contenedor. Sencillamente, la gente deja la basura frente a su casa respetando los días y horarios habilitados para hacerlo. Cada familia tiene dos recipientes grandes y deja los residuos acatando lo que indica la etiqueta de cada uno, orgánicos o inorgánicos. Si no lo hacen, primero advertencia y luego multa. Y listo el pollo. Nadie se hace el loco.

En Montevideo hay tres grupos que producen este fenómeno de residuos fuera de los contenedores: los hurgadores (que se multiplicaron con el gobierno anterior) y vecinos que se pueden subdividir en dos categorías; por un lado, los que dejan basura fuera del recipiente porque son sucios; y, por otro, los que lo hacen con plena conciencia como una forma de militancia.

No todos los hurgadores producen este desastre; pero solo en Montevideo hay unos 700. El punto es que estamos tratando de solucionar lo que genera un verdadero ejército.

El tercer grupo es minoritario, pero quizá sea el más pernicioso y al que hay que castigar con todas las medidas que la ley permita. Son jóvenes que desparraman la basura porque les pagan. Hay videos publicados en las redes que respaldan esto que pude comprobar personalmente. “¿Qué querés? —me dijo uno—, a mí me pagan por hacer esto”.

Para colmo, hay un cuarto grupo, el de la gente que vive en la calle; y éste es otro rollo. Algunas de estas personas hacen sus necesidades dentro de los contenedores. No los estoy culpando; sólo señalo los hechos concretos.

¿Quiénes coparon las calles y por qué?

Miles de personas viven o deambulan sin rumbo por las calles de una manera jamás vista. Se trata de grupos y situaciones diferentes que podríamos clasificar de la siguiente manera:

1. Personas que pudiendo y queriendo trabajar no tienen empleo ni recursos económicos, ni familiares que les den una mano.

2. Personas que han naturalizado la mendicidad y no tienen interés en cambiar de vida.

3. Exreclusos que son rechazados por su familia y lo han perdido todo.

4. Personas con enfermedades mentales.

5. Adictos.

No se puede implementar una solución pareja para todos ni enviarlos juntos al mismo lugar.

Lo más triste es que también hay centenares de niños y niñas creciendo en la calle. En 2023 el Mides atendió a casi 800 criaturas únicamente en Montevideo.

A quienes merezcan ser ayudados hay que darles todas las oportunidades; pero a quienes violan las normas de la sana convivencia, habrá que aplicarles la ley. Imponer la autoridad no es cuestión de ser de izquierda o derecha; es sentido común. Sin embargo, también habrá que trabajar en la parte de la sociedad supuestamente correcta, para hacerle entender que la inversión social, tan defenestrada por los libertarios, no es un gasto, sino eso, una inversión. El desafío es alcanzar el equilibrio perfecto entre solidaridad y responsabilidad; porque esto no se soluciona solo con represión ni solo con asistencia.

Estos problemas son el resultado de un largo proceso y, como ya señalamos, están relacionados. Como sea, la gente decente está harta y con razón.

Que se ofenda el que quiera; pero mantener una ciudad ordenada implica responsabilidad ciudadana. De nada servirá que la Intendencia multiplique la cantidad de contenedores, camiones recolectores y personal, si la gente no aporta lo mínimo indispensable de su parte.

Todos en este país sabemos lo que es correcto y lo que no. Ya es hora de aplicar sanciones fuertes a quienes no han aprendido a convivir en una comunidad.

En el caso de los hurgadores, hay que identificarlos y notificarles, uno por uno, que podrán realizar su actividad; pero sin dejar residuos fuera de lugar; y si persisten en su actitud, serán denunciados por vandalismo y atentado contra la salubridad pública.

En el caso de los vecinos, una multa que les duela en lo más profundo y, si reinciden, denuncia penal. En cuanto a los contratados para desperdigar basura, el sistema de cámaras de vigilancia permitirá identificarlos fácilmente, por más que usen capuchas. Denuncia y pase a la Justicia.

Ya intentamos con campañas de concientización. Que la ciudad más limpia es la que menos se ensucia, que cuidemos a nuestra ciudad y ñañaña. No funcionó. Gastamos tiempo, esfuerzo y dinero.

Lo de los contenedores, en principio, a todos nos pareció una excelente idea; pero no contamos con el fenómeno de los hurgadores. Cambiamos los carros tirados por caballos por motocarros. Eso sí dio y da un buen resultado; pero no fue suficiente. Se compraron contenedores nuevos a prueba de hurgadores; pero a la semana de instalarlos descubrieron que con un palo podían romper una pieza que vale 1.800 dólares y los abrían tranquilamente. La Intendencia optó por dejar de reponer esas piezas. Se compraron más camiones, se aumentó el personal. Nada funciona. ¿Por qué? Porque no hacemos respetar las normas con la determinación que debiéramos tener.

¿Por qué quienes aquí tiran la basura en cualquier parte no lo hacen en Toronto o Santiago de Chile?

Demagogos en acción

Martín Lema propone comprar contenedores subterráneos. Lo que no dice es a cuánto ascenderá la fortuna que costará comprarlos e instalarlos. ¿Y por qué hay ciudades que logran mantenerse limpias sin tener esa clase de recipientes ni más camiones recolectores?

Lo de Lema es insólito. Habla en contra de los impuestos pero propone privatizar la recolección sin deshacerse de ningún funcionario municipal del área de limpieza. O sea, duplicaremos el gasto y la cantidad de personas destinadas a esa tarea. Eso implica un aumento bestial del presupuesto; ergo, más impuestos y/o endeudamiento.

Demagogia pura. Además, ya sabemos cómo manejan los blancos las tercerizaciones.

Ya la gente votó a un cheto en 2019 y eso nos costó cinco años de retroceso en todas las áreas. No creo que Montevideo cometa semejante error en las elecciones de mayo; pero guambia, porque los blancos están invirtiendo una montaña de dinero en la campaña electoral, dinero que, de un modo u otro, buscarán recuperar posteriormente.

El ministro del Interior no debió haber recibido a Martín Lema cuando faltan tan pocos días para la elección municipal. Sí, está bien que hable con todos, pero era demasiado obvio que el interés del candidato nacionalista era sólo generar una noticia para obtener más prensa.

Lema es un político profesional, no le falta ninguna maña. Nosotros, a veces, pecamos de ser demasiado correctos políticamente.

Roque García, por su parte, comete la grave irresponsabilidad de justificar públicamente a los vecinos que dejan la basura fuera de los contenedores por el hecho de que éstos tienen mal olor. Me parece bien la idea de lavarlos, pero justificar a los vecinos sucios es demagogia de la peor especie. Encima amenaza con llenar la Intendencia con coroneles.

La solución es más simple de lo que parece

La Intendencia frenteamplista, con la mejor voluntad, probó todo; mientras que desde la oposición no se ha propuesto nada atendible.

La etapa que queda es la de aplicar a rajatabla la ley y dejarnos de ingenuidades.

Con la última palabra me refiero al hecho de que el domingo 27 de abril siete contenedores amanecieron incendiándose. ¿Simples vándalos estúpidos divirtiéndose o hay quienes pagan en las campañas electorales para hacer estas cosas?

El Frente Amplio ha hecho demasiadas cosas buenas en Montevideo como para permitir que la ensucie gente que no está apta para convivir en sociedad.

Ya está.

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