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Columna destacada | China | Biden | EEUU

La gira de Biden

"EEUU está de regreso", en Asia y contra China

Por Daniel Barrios.

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En las relaciones internacionales, como en la buena literatura, tanto prosa como poesía, el íncipit, los primeros párrafos o versos, abre el camino para orientar la lectura, identificar a sus personajes, percibir panoramas y los desarrollo futuros que anticipan y guían al lector hasta llegar al éxcipit, la conclusión o el final de la obra.

Esta vez fue la pluma del consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, la que escribió el íncipit del viaje que llevó esta semana a Joe Biden a Corea del Sur y Japón, su primera visita a Asia desde que asumió la presidencia.

“El mensaje que intentamos enviar en este viaje es una visión positiva de cómo puede ser el mundo si las democracias y las sociedades abiertas se unen”. “[La visita] enviará un poderoso mensaje que creemos que se escuchará en todas partes. Y también en Beijing”, declaró Sullivan a los periodistas convocados para informar del viaje del presidente.

Desde antes de instalarse en la Casa Blanca, Biden se comprometió urbi et orbi bajo la consigna America is back”, “EEUU está de regreso ”, a recomponer las relaciones políticas, comerciales y militares con sus aliados -reducidas a su mínima expresión durante el mandato de su antecesor, Trump- con el objetivo declarado y casi excluyente de crear un frente de los países democráticos para “cerrar filas” y alcanzar “compromisos concretos” ante el auge de los regímenes autoritarios, como China (y también Rusia).

Como lo hiciera en su primer viaje a Europa en junio del año pasado, “EEUU está regreso”, ahora en Asia, para pedir cooperación a sus principales aliados, Seúl y Tokio, para unir fuerzas y voluntades y alinearlos en su estrategia económica, militar y de seguridad regional, la “Indo Pacific Strategy”, para contener a Beijing.

Para las autoridades chinas la gira de Biden está pensada para “unir fuerzas para confrontar a China, creando una atmósfera ponzoñosa”, le advirtió el ministro de Relaciones Exteriores, Wang Yi, a su colega japonés, Yoshimasa Hayashi, días antes de la llegada de Biden a Tokio.

Por su parte, Taiwán, el otro gran protagonista de la gira presidencial, fue tratado en la conversación que mantuvo Sullivan -horas antes de que la delegación presidencial abordara el Air Force One- con su homólogo Yang Jiechi, miembro del Buró Politico y director de la Comisión de Asuntos Internacionales del Partido Comunista de China.

La cuestión taiwanesa es el asunto más importante, y más ríspido, en la ya muy deteriorada relación entre Estados Unidos y China.

Para China, la isla es parte inalienable de su territorio y su reunificación significa completar la recuperación del territorio perdido a manos de las fuerzas extranjeras en lo que denomina su “siglo de humillación”, entre la Guerra del Opio a mediados del siglo XIX y hasta la fundación de la República Popular en 1949.

Para Beijing, “Una China”, es un principio innegociable: hay una sola China, Taiwán forma parte de China, y el gobierno de la República Popular China es el único gobierno legal que representa a la totalidad de China.

Los 181 países, incluido Estados Unidos, que tienen relaciones diplomáticas con China han debido reconocer este principio como condición sine qua non.

Para EEUU, en cambio, la ex Formosa es la perla que le falta para completar el collar de islas que le aseguren el control del pacífico.

“Si EEUU continúa jugando la carta de Taiwán y avanza por el camino equivocado, esto ciertamente conducirá a situaciones peligrosas”, subrayó Yang a Sullivan según un comunicado dado a conocer luego de la conversación telefónica.

Estrategas militares estadounidenses advierten que un conflicto bélico en Taiwán sería mucho más grave que el de Ucrania porque pondría frente a frente a las dos grandes potencias y desembocaría en una guerra nuclear.

La primera etapa de la gira asiática fue Seúl, donde la visita se desarrolló bajo especulaciones de un posible lanzamiento de un misil continental por parte de Corea del Norte, que fue junto a las relaciones comerciales entre ambos países los dos temas principales de la agenda abordada por los presidentes

Inmediatamente después de aterrizar en la base aérea de Osan, controlada por el ejército estadounidense, Biden, se dirigió a una fábrica de semiconductores de Samsung, la más grande del mundo junto a la estadounidense Intel, donde lo esperaba el neo electo presidente surcoreano, el conservador Yoon Suk-yeol.

Los semiconductores son un insumo clave e insustituible en la cadena de suministros para cualquier economía y Washington busca más que nunca “socios cercanos que comparten nuestros valores, como la República de Corea”, que le aseguren su aprovisionamiento.

Japón fue la segunda y última etapa del tour asiático de Biden donde -en medio de un despliegue de seguridad de 18.000 agentes- fue recibido por el emperador Naruhito en el Palacio Imperial de Tokio, para luego comenzar una serie de reuniones con el primer ministro, Fumio Kishida, en las que, entre otras cuestiones, acordaron reforzar la cooperación frente al “comportamiento cada vez más coercitivo de China”, que calificaron como un “desafío para su seguridad”.

Las acciones de Beijing “vulneran la legislación internacional”, y por eso los dos mandatarios se comprometieron a “vigilar sus acciones militares” en la región de Asia-Pacífico, entre ellas sus maniobras conjuntas con Rusia, según dijo Kishida en una rueda de prensa conjunta con Biden para informar el resultado de los encuentros bilaterales.

Fue precisamente en esa misma conferencia donde comenzó a escribirse el éxcipit de la gira, esta vez de puño y letra de Biden.

“Sí. Es el compromiso que hemos tomado”, fue la respuesta del presidente a la pregunta si defendería a Taiwán en caso de una agresión China.

La afirmación de Biden es la advertencia más directa que cualquier otra que Estados Unidos haya hecho a China sobre Taiwán en décadas y fue interpretada como el abandono de la tradicional política de Washington conocida como “ambigüedad estrategica” desde el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con China en 1979.

La destemplada “claridad estratégica” del presidente sorprendió a los propios miembros de su comitiva y la Casa Blanca -como lo hiciera en octubre ante un comentario similar de Biden- se vio obligada a precisar que los dichos de su inquilino no significaban un cambio en la posición de EEUU con respecto a China y Taiwán.

Según la “doctrina ambigüedad estratégica”, Washington vende armamento a Taiwán, pero no lo reconoce como Estado soberano ni tampoco participaría directamente en una guerra para resistir una eventual invasión. La estrategia está diseñada para evitar que Taiwán se declare independiente y que China, como lo ha anunciado en todas las sedes, responda con el uso de la fuerza. Mientras tanto, la doctrina disuade a la República Popular de intentar acciones militares contra Taipéi.

“Respetamos la política de ‘Una China’ y todos los acuerdos firmados a partir de ella”, precisó Biden, para aplacar la previsible reacción de Beijing.

No obstante la respuesta fue tan dura como tempestiva.

China “no tiene ningún margen para el compromiso en esta cuestión y nadie debería subestimar la determinación del pueblo chino para salvaguardar su soberanía e integridad territorial”. Taiwán “es un asunto puramente interno de China” ante el que “ninguna fuerza externa puede interferir”, afirmó el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Estados Unidos “utiliza la carta de Taiwán para someter a China, y se va a quemar”, le hizo eco, la portavoz de la Oficina de Asuntos Taiwaneses.

Para el gobierno y el Partido Comunista, Washington usa a Taiwán como su carta de triunfo para contener a China después de que sus campañas anteriores fracasaron, ya sea lanzando una guerra comercial con China, politizando el rastreo de los orígenes de covid-19, fomentando las movilizaciones y protestas en Hong Kong, o acusando Xinjiang por “genocidio” de la minoría uigur.

El último encuentro de la vista de Biden fue también un nuevo desafío a la gran ausente/omnipresente China.

“Esto se trata de democracias contra autocracias, y tenemos que asegurarnos de que cumplimos”, afirmó el presidente inaugurando la cumbre del Quad, una alianza informal formada por la India, Japón, Australia y Estados Unidos -junto al Aukus de Estados Unidos, Australia y Reino Unido- que para China es una amenaza a la seguridad regional y para combatir la creciente influencia de China en el Indo-Pacífico.

La gran mayoría de las iniciativas aprobadas en la reunión perseguían precisamente ese mismo objetivo. Desde una mayor cooperación para la distribución de vacunas que contrarreste la que desde hace meses lleva adelante la República Popular, hasta un fondo de 50.000 millones de dólares para infraestructuras de la región, en contraposición con el megaproyecto la Nueva Ruta de la Seda, el buque insignia del presidente Xi Jinping para interconectar a China comercial, financiera y culturalmente con el resto del mundo.

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