El sábado, en Ensenada, en el más reciente de sus siempre brillantes discursos (perdónenme los equidistantes, pero, si nunca la voy de objetivo –impostor–, con ella soy aún más honesto –subjetivo– si cabe; desde 2016, cada vez que escribo su nombre, “Cristina Fernández de Kirchner”, agrego “el mejor político iberoamericano desde que murió Fidel”), habló de la relación entre el Estado y la revolución:
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“La realidad se cambia desde el Estado como hizo Perón, muchachos […] La gran discusión que se viene en el mundo no es acerca del capitalismo, sino de quién conduce el proceso capitalista. El capitalismo que conduce el mercado y las corporaciones produce exclusión, transferencia de ingresos, pero hay otro capitalismo, que conduce el Estado –y no soy prochina–, que incorporó 800 millones de personas al proceso capitalista. O sea, lo que tenemos que entender es quién conduce. Y esto es Perón puro. Perón decía que el proceso capitalista lo tiene que conducir el Estado. Esto también es peronismo. El famoso capitalismo del Estado, la tercera posición, equidistante del liberalismo y del marxismo –no voy a cantar “ni yanquis, ni marxistas ni a palo, pero nada–, es una construcción absolutamente superadora. No es que tomamos un poquito de la izquierda y un poquito de… No, no, no. Es otra cosa. Presupone la existencia del Estado y del ser humano y de la sociedad organizada mancomunadamente en pos de un objetivo común. De esto que están haciendo en algún otro país muy lejano de acá, el peronismo fue precursor aquí en la República Argentina. Me acuerdo la última vez que estuvimos en China con Xi Jinping, que fuimos a cerrar el tema de represas y de compra de material ferroviario, muchos convenios. Cuando Mao, en el año 49 llegaba a Beijing, acá, en Argentina estábamos produciendo nosotros locomotoras; en astilleros de Río Santiago, barcos para la marina mercante, nosotros producíamos aviones a propulsión, nosotros hacíamos esas cosas. ¿Qué nos pasó, argentinos? Que en 50 años los que comían cortezas de los árboles y araban la tierra con bueyes hoy son la primera economía y la primera potencia del mundo, ¡¿Qué nos pasó?! [...]”.
¡¿Qué no nos pasó, ídola?!, tendríamos que preguntarnos contigo también nosotros, los uruguayos, que 40 años antes que Perón, 45 que los chinos, 10 que los rusos y 5 años antes de que Rosa Luxemburgo publicara el primer tratado sobre el imperialismo, última fase del capitalismo, tal cual es, ya habíamos puesto al Estado a transformar la realidad capitalista en socialista. El Pepe Batlle decía que todos los socialistas del mundo en Uruguay son batllistas, que el batllismo es de izquierda, separó a la iglesia del Estado, les expropió a los ingleses el gas, el ferrocarril, el agua, la banca de seguros, toda la energía, estatizó todo lo recuperado y en los considerandos a la estatización de la banca de seguros, resumió la primera praxis antiimperialista en sentido que luego desarrolló Rosa, tres años antes que Lenin. Los oligarcas (Batlle definió “el batllismo es el pueblo contra la oligarquía”) le llamaron “prorruso”, “sovietizador del Estado y del Partido” (Feliciano Viera), “jacobino” (Manini Ríos) y Batlle les contestó con la más lúcida apología a Lenin que se haya escrito, “¡De pie: ha muerto Lenin!”. Hoy seguimos contando con todos los recursos estratégicos en manos del Estado, pero este gobierno oligarca viene por todo y debemos resistir, porque tampoco a nosotros nos pasó alcanzar el punto de resolución política que alcanzó China.
Combatiendo el capital
En China todo el sistema financiero, todo, todito, es estatal. O sea, ¡que vayan a lavar en slotiz! El crimen organizado, lo saben, es el G7.
En China toda la tierra, toda, todita, es estatal, con NEP leninista para producir en diversos colectivos, cooperativos, familiares, empresariales estatales, pero nadie puede rentarla para explotar a otros.
Los chinos son exaltadores, ¿viste? A lo de ellos le llaman “socialismo”. Y además de populares, nacionales: “socialismo con peculiaridades chinas”, pero vos, dale campeona, llamale como quieras o entiendas políticamente necesario. Me importa que vos le decís al pueblo la verdad (concreta, como es la verdad): “En 50 años los que comían cortezas de los árboles y araban la tierra con bueyes hoy son la primera economía y la primera potencia del mundo”.
Me atrevo a cuestionarte, eso sí, la persona verbal de “que incorporó 800 millones de personas al proceso...” (sacándolas de la pobreza extrema). Yo no lo diría en tercera persona del singular, sino en primera del plural. No fue China. Fuimos la humanidad. La especie humana en nuestra mayor proeza de la historia universal. Por eso no somos prochina ni prochino. Somos sencillamente humanistas.
La consigna que corea el pueblo chino en sus actos masivos, el “Cristina, Cristina, Cristina corazón: acá tenés los pibes para la liberación” del cántico de ellos es: “Sin Partido Comunista de China no habría nueva China”. Sin internacionalismo proletario no habría Partido Comunista de China. “La verdadera política es la internacional”, dice Perón.
De libros de Marx (70 años anteriores a la primera presidencia del Pepe Batlle) aprendieron los comunistas chinos que el Estado es esencialmente destacamentos armados y cárceles. “El poder nace del fusil”, resumió Mao. Y de “nuestros hermanos mayores soviéticos” (Wang Le) a derrotar a los yanquis en Corea, en Vietnam y donde haya necesidad. “A cada cual según su necesidad...” definieron al comunismo Marx y Engels en el folleto Manifiesto del Partido Comunista, de 1848. Les faltó calle y poesía para decirlo más popular y bellamente: “Donde hay una necesidad, hay un derecho” (Eva Perón pura; entre los pueblos la pureza también se hereda).
En todo caso, derrotar que nos bombardeen Plaza de Mayo, que nos den los golpes del plan Cóndor, de Bordaberry y Videla, es “combatiendo al capital” como canta la marcha peronista, para impedirles a los oligarcas levantar cabeza, aupar a Menem, a Macri o a Lacalle Pou. Exaltando al capital, seguiríamos engendrándolos, porque los engendró el capital.
Brics y acercar el bochín
Mientras Cristina hacía este cardinal “discurso de Ensenada”, Provincia de Buenos Aires, una semana después de que la Cumbre de los Brics (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) anunciara en Beijing, presidida por Xi Jinping, el Brics ampliado con el pedido de Argentina e Irán (entre otros 16 solicitantes), alguien le indicó a Martín Guzmán que era el momento indicado para anunciar vía Twitter la renuncia irrevocable a la titularidad del Ministerio de Economía. La Televisión Pública Argentina, interrumpió la emisión del discurso –apagó unos segundos el brillo– para “retuitear” a Guzmán, con su foto bajo el título “Último momento”.
Cuando volvió la imagen a Ensenada, Cristina estaba en lo más sustancial del mensaje, para terminar convocando: “El mejor homenaje que le podemos hacer a Perón es ver lo que hizo y tratar de acercar el bochín un poco, un poquito nada más”.
El acto masivo, un escalón más en la creciente movilización peronista, que ha vuelto a ganar la calle luego de la pandemia, conmemoró la fecha de la muerte del general Perón, que estrictamente fue el viernes, 1º de julio, cuando el presidente Alberto Fernández encabezó un acto en la CGT, con presencia de pueblo y de autoridades diez veces menor a la concitada por Cristina.
El domingo, por mediación de Estela de Carlotto, de Abuelas de Plaza de Mayo, Alberto llamó a Cristina para consultarla sobre la propuesta de nombrar ministra de Economía de la Nación a Silvina Batakis, exministra de Economía de la Provincia de Buenos Aires durante la gobernación de Daniel Scioli (2007-2015), actual Ministro de Desarrollo Productivo de la Nación desde junio de 2022.
Silvina Batakis fue avalada por la vicepresidenta, su designación cuenta con amplio consenso en el gobernante Frente de Todos y se apresta a lidiar desde el ministerio contra el desastre que dejó el macrismo endeudando al país en 100.000 millones de dólares y fugando lo estafado, y contra la profundización del desastre que supuso Guzmán. Lo publiqué el 17 de setiembre: “El gobierno argentino perdió (las elecciones de medio término) porque tiene (tuvo hasta el sábado) un ministro de Economía con un semestre de superávit fiscal con el pueblo más pauperizado que nunca, una Arbeleche cualquiera, en plena campaña electoral”.
Cristina manejó los tiempos políticos. En 2019 dijo: “Puedo ganar sola, pero no gobernar”. Y ya había dicho que el gobierno en Argentina era menos de 25% del poder cuando le tocó gobernar a ella. Hoy, después del plan de negocios de Macri y la negación de plan de Alberto (“no creo en los planes de gobierno”), sacá la cuenta.
La situación regional de 2019 era similar a la de marzo de 1976: Chile, Bolivia, Paraguay, Brasil y Uruguay pronto con gobiernos de derecha, cercándola, aislando a Argentina. Carta a carta, discurso a discurso, bien graduados, fue señalando Cristina el contubernio con Clarín, los funcionarios disciplinados por el lawfare, la deshonra de Alberto a las promesas de campaña, el desuso de la lapicera presidencial y, ahora, el recuerdo de aquel viaje con Julio De Vido, entonces Ministro de Planificación Federal Inversión Pública y Servicios (2003-2015), a Beijing.