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Columnas de opinión | Cinismo | política | acciones

Discursos tóxicos

«Cinismo político»

Según el analista español, Juan Pagola, el cinismo está encuadrado en un vacío moral que solo mira para sí y olvida el bien común.

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¿Qué es el “cinismo”? Según la Real Academia Española (RAE), “cinismo” significa “desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”. En política, el “cinismo” es pariente carnal de la hipocresía.

Nuestras democracias liberales

Tiempos complejos. Hasta no hace mucho tiempo, la democracia era habitada por las élites junto a una movilización ciudadana acotada -se movían los más interesados en la cosa pública- y cada cierto período se les pedía a los ciudadanos, el pueblo, un ademán democrático explícito: votar.

Pero con la irrupción de las redes, la cosa cambió. Aquella idea dominante hace 20 años de que internet traía la “democratización de la información” hoy parece cuestionada. Junto a la información de calidad, las democracias liberales y no tanto deben convivir con la toxicidad y el envenenamiento del discurso público. Al decir de la politóloga uruguaya Valeria Bonomi, las redes “erosionan el debate”.

Esta lógica de la comunicación política abierta y sangrienta está preocupando a algunos analistas, a tal punto que hay una cierta coincidencia: estamos jodidos.

José Luis López de Lizaga es doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y profesor contratado del Departamento de Filosofía de la Universidad de Zaragoza. Y dice: “Hay gente de izquierdas, gente de derechas, y luego hay partidos políticos con ideas y consignas miserables y despreciables”. Se me dirá, y con razón, no es necesario ser filósofo ni doctor en algo para darse cuenta de estas realidades. Sin embargo, unos y otros -ciudadanos de derechas y de izquierdas- se niegan a reconocerse públicamente en esas posturas miserables e intolerantes. Más bien: siguen creyendo en su iglesia y no hay sacerdote alguno de la parroquia de enfrente que les convenza de que es un ser miserable aun integrando cualquiera de esos colectivos decentes y moralmente impolutos.

Pero la vida puede más y presenta costados graves. López de Lizaga advierte sobre estos fenómenos. Parte de la premisa de que en las “democracias liberales actuales se extiende un nuevo estilo discursivo propiamente cínico”. El artículo traza una genealogía de este cinismo político partiendo del liberalismo político de John Rawls y recalando en la teoría agonística de la democracia de Chantal Mouffe. También intenta mostrar que la superación del liberalismo político convive poderosamente con cinismo. “La expansión del cinismo en la esfera pública debe entenderse como una degradación del debate público con consecuencias políticas inquietantes.” Y ¡viva la libre expresión, la libertad de pensamiento y todos los toldos liberales que se quieran usar para fundamentar, que debajo de ellos todo está legitimado!

Sin vergüenza

Otro analista también español, Juan Pagola, incursiona en el tema del “cinismo” que campea en las redes. “El cinismo es una actitud que define a aquella persona que, a pesar de mentir o realizar acciones reprochables, sostiene y defiende lo que ha hecho sin vergüenza alguna, y a veces con cierto descaro. Las acciones cínicas tienen como protagonistas a personas que, sin ningún escrúpulo, actúan desde la estrategia buscando algún rédito personal o corporativo por lo que han hecho. El cinismo está encuadrado en un vacío moral que solo mira para sí y olvida el bien común”, escribió.

Este ángulo -“el bien común”- es, quizás, el más importante en las democracias. Si el discurso público y las relaciones políticas están dominadas por una suerte de “cinismo político”, es porque el “bien común” se perdió en la noche de las tinieblas.

Juan Pagola agrega: “En la Grecia del siglo IV AC existió una “escuela cínica”, representada por Antístenes, que criticaba la civilización por su forma de vida en cuanto que se alejaba de la felicidad que se encontraba en costumbres cercanas a la naturaleza. “En los últimos tiempos esa interpretación viene capitalizada por una clase política que protagoniza episodios de cinismo, cada vez más frecuentes y descarados, que se distancian de su esencia más democrática. ”Un reciente estudio sobre “Polarización en el país de los consensos” -difundido por la Fundación Friederich Ebert- señala que hay una “distancia cada vez mayor” entre los actores políticos institucionales de derecha e izquierda en Uruguay. Y esa polarización, en la era de la descalificación, erosiona la convivencia. No obstante, el estudio no aborda -no era objeto del trabajo- que pese a esa realidad erosionante de la democracia, en Uruguay aún existen canales que operan por debajo de la superficie y que las relaciones, en ese nivel, siguen siendo parte de la cotidianidad de este país con una penillanura cristalina, país de cercanías sin abismos ni terremotos. Aunque, al decir de alguien que no recuerdo, “en política, los puros se fuman”.

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