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Columnas de opinión | La masacre | armas | Texas

Problema de fondo

EEUU: La masacre y los hipócritas

La cruda y maquiavélica realidad, es que, en lugar de endurecerse, las restricciones para la venta de armas se han flexibilizado en algunos Estados

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La masacre de Texas debería ser la gota que colme el vaso; pero todos sabemos que, lamentablemente, situaciones dolorosas como esta se repetirán una y otra vez debido a que ni demócratas ni republicanos están dispuestos a atacar la raíz del problema.

Lo ocurrido en una escuela primaria de Uvalde, en Texas, donde 19 niñas y niños y dos adultos fueron asesinados por un joven de 18 años no es un hecho aislado.

El mensaje del presidente Biden y un tuit publicado por el gobernador de Texas en 2015 han dejado a la intemperie la incapacidad y falta de liderazgo de uno y el cinismo y demagogia del otro. Ambos, por acción u omisión, han quedado con las manos manchadas de sangre inocente.

Andrés Manuel López Obrador, al enviar sus condolencias, le recordó a Biden que la mayoría de las víctimas, en su inmensa mayoría, son de origen mexicano. Al consultársele sobre si había mexicanos entre las víctimas, el mandatario respondió que la mayoría “son de origen mexicano, no hay duda; es que toda esa región de Texas pertenecía a México”. El presidente aseguró que los fallecidos son hijos o nietos de mexicanos.

La historia le da la razón. La guerra de México contra el expansionismo norteamericano concluyó en 1847 con la invasión a la capital mexicana y con el tratado Guadalupe-Hidalgo de 1848, por el cual el imperio le robó a México los territorios de Alta California, Nuevo México y Texas, que hoy forman los estados de California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, Colorado y parte de lo que hoy se conoce como Wyoming. Si no fuera por esta invasión, México tendría hoy el doble del territorio actual.

Con altura, AMLO le ha dejado claro a su par estadounidense que está dejando que se asesinen mexicanos bajo su gobierno. ¿Qué hubiera sucedido si ciudadanos de origen estadounidense hubieran sido víctimas de un ataque semejante en territorio mexicano? ¿Hubiera procedido la Casa Blanca con tanto tacto, diplomacia y solidaridad? ¿Y si algo así ocurriera en Venezuela contra turistas e inmigrantes estadounidenses?

Esta masacre sucedió diez días después de un ataque racista en un supermercado en Búfalo, Nueva York, donde murieron diez personas. El de Texas es el segundo tiroteo más mortífero de la década en tierras del Tío Sam, ya que, diez años atrás, 26 personas fueron asesinadas en la escuela de Sandy Hook en Newton, Connecticut.

Como ya sabemos, este 24 de mayo un joven de 18 años, estudiante de secundaria, abrió fuego en la escuela primaria Robb Elementary, de la ciudad de Uvalde. El mismo día en que cumplió la mayoría de edad, Salvador Ramos compró, sin ninguna dificultad, dos rifles de asalto y lo primero que hizo fue disparar a su abuela. Una de las balas le atravesó la mejilla y salió por debajo de la oreja. Cecilia sobrevivió; pero su nieto se dirigió a la escuela y el resto ya es historia.

¿Y qué esperaban?

Ahora, ¿la responsabilidad de este crimen atroz es solo de este joven? Hablamos de una sociedad que educa señalando la posesión de armas como un derecho supremo y el éxito económico por encima de valores morales.

Salvador Ramos también publicó fotos de las armas en su cuenta de Instagram y otras redes sociales adelantando sus planes. Esta red las eliminó, pero mucho después de la masacre. Es curioso que las grandes redes sociales, tan proclives a censurar fotografías, videos y opiniones, hayan dejado pasar por alto esto, que anticipaba algo tan grave. ¿Será que no se atreven a perjudicar los intereses de los vendedores de armas?

Un compañero de estudios habló con la cadena CNN en forma anónima y relató que Ramos le envió en los días previos al ataque fotos de un arma y una bolsa repleta de municiones. Señaló que era víctima de burlas por la ropa que llevaba y la situación económica de su familia, por lo que asistía muy poco a su escuela.

Paralelamente, mientras la gran potencia se presenta ante el mundo como la principal enemiga del narcotráfico, no hace absolutamente nada contra las empresas de su país que arman a las organizaciones delictivas. México ha presentado denuncias, sin éxito alguno, ante tribunales de EEUU, contra empresas que venden armas sin restricciones a los cárteles de droga mexicanos.

Detrás de tanta sangre y dolor, la hipocresía y el cinismo de la clase política estadounidense afloran como nunca. El presidente Joe Biden, supuestamente emocionado, condenó la masacre y pidió actuar contra el lobby de las armas. “Estoy harto y cansado. Tenemos que actuar”, señaló. "¿Por qué aceptamos vivir con esta clase de masacres? ¿Por qué dejamos que esto siga sucediendo? Es hora de que transformemos este dolor en acción".

Estas palabras merecerían un aplauso si no fuera porque ya antes, frente a hechos similares, se expresó de igual manera y no llevó a cabo ninguna acción. Y si él, que es el líder de la potencia más grande de la historia, no da un paso, ¿qué podemos esperar del resto? El expresidente Barak Obama hizo algo parecido años atrás y hasta derramó algunas lágrimas durante su discurso; pero luego no hizo nada.

Biden se preguntó "por qué esta clase de matanzas casi no suceden en ninguna otra parte del mundo. ¿Por qué?". El presidente recordó que desde la masacre de Connecticut se han producido 900 tiroteos, solo en colegios. Hillary Clinton expresó en las redes sociales: "Los pensamientos y las oraciones no son suficientes. Después de años de no hacer nada, nos estamos convirtiendo en una nación llena de gritos de angustia".

Le damos la razón a la excandidata presidencial; pero tampoco hizo lo suficiente para terminar con un sistema dominado por los lobbies de las armas. En la película El señor de la guerra, Nicolás Cage ilustra con toda claridad cuál es el poder de corrupción de estos lobbies. En EEUU. los republicanos aparecen como los más fanáticos defensores de los derechos de estas empresas; pero muchos demócratas están en contra tan solo en los discursos.

La cruda y maquiavélica realidad, más allá de las palabras, es que, en lugar de endurecerse, las restricciones para la venta de armas se han flexibilizado en algunos Estados. Ver al gobernador de Texas, Greg Abbott, lamentando lo sucedido y dando declaraciones a diestra y siniestra es una verdadera afrenta contra las víctimas y sus familias. En un tuit publicado en 2015, el entonces candidato a gobernador decía: “Estoy avergonzado. Texas en segundo lugar en la nación por nuevas compras de armas, detrás de California. Tomemos ritmo, tejanos”. O sea, que, quien hoy se lamenta, ha hecho lo imposible para multiplicar la venta de armas en su estado.

En consonancia con estas palabras, en setiembre de 2021 entró en vigor la ley que permite a los ciudadanos de su estado portar armas de fuego sin ningún permiso o capacitación. Varios expertos criticaron al gobernador señalando que, si todas las personas pueden estar armadas en espacios públicos, esto ocasionará grandes dificultades a las fuerzas de seguridad; pero no fueron escuchados.

Tengo una funeraria: preciso que te mueras

Cuando en un estado se venden armas a un chico de 18 años, o a cualquier persona sin importar si tiene antecedentes penales, o sin un test psicológico o informe de la Policía local, no cabe esperar otros resultados que no sean estos. Si Biden fuera sincero, convocaría a todo el pueblo a colmar las calles con él al frente para presionar al Congreso hasta derogar las normas que amparan esta irracionalidad.

La industria de las armas es una pata clave en la economía de este país, y si quien fabrica zapatos necesita que la gente tenga pies; quienes fabrican armas necesitan guerras, formales o informales, directas o indirectas, fuera de las fronteras de su país o dentro. Por eso, allí donde reina la paz, EEUU genera conflictos, caso de Ucrania, por citar el caso más reciente.

En el mundo informático se dice que hay fabricantes de antivirus que suelen infectar computadoras para vender luego la solución. La educación que se da a los estadounidenses desde la infancia no puede desembocar en otra cosa que no sea una sociedad consumista, xenófoba, racista, paranoica y violenta, y en las esferas del suprapoder no hay ningún interés en que esto cambie.

Muchos políticos que apoyan la venta irrestricta han publicado mensajes diciendo que están orando por las víctimas. ¿Se puede superar un grado tan alto de cinismo? ¿Cómo pueden hablar estos líderes con conceptos cristianos mientras avalan esta barbarie?

Quizá por esto, durante una conferencia de prensa del gobernador de Texas, realizada el 25 de mayo, el exlegislador demócrata Beto O’Rourke pasó al frente y le dijo en la cara a Greg Abbott: “No estás haciendo nada. No estás ofreciendo nada. Dijiste que esto no era predecible. Esto es totalmente predecible cuando eliges no hacer nada”.

A esos niños no los mató Salvador Ramos.

Los asesinó el pueblo estadounidense.

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